Nunca he visto un cisne negro, pero los hay. También hay Ferrari rojos. Todos proceden del río Swan de Australia -los cisnes, quiero decir-, y son escasos y atractivos, como los Ferrari rojos. Cuando los vieron los primeros colonos británicos en Australia, creían que eran bichos raros, engendros de aquellas tierras, las ovejas negras de los blanquísimos cisnes. Sin embargo algunos navegantes holandeses y británicos, observadores curiosos y pioneros de las ciencias, los estudiaron, estimaron su insólita naturaleza y también su aprovechamiento mercantil. De ahí que, además de la curiosidad científica, los ricos europeos y americanos los consideraran objetos de lujo -como los Ferrari-, y los adquirieran para sus cuidados estanques.
Estos hechos sirvieron, siglos después, como base de la teoría de sucesos de tipo cisne negro (El cisne negro, Nassim Nicholas Talev, 2007), que describe cómo un suceso extraño, inesperado e impredecible, aunque sea aislado, puede tener una enorme repercusión política, social o económica. A lo largo de la historia ha habido muchos sucesos de tipo cisne negro, como Pearl Harbor o el 11S. Son aislados, impredecibles, pero reiterativos, como Chernóbil o Fukushima. Y aun así, no aprendemos a estar alerta para prevenirlos, simplemente adoptamos una postura de negligencia y distracción, en la que no cabe el advenimiento de la catástrofe.
El asunto COVID ha sido considerado por algunos teóricos un caso de cisne negro, aunque el propio Talev lo discute y otros prefieren el símil del rinoceronte gris, un animal, o suceso, raro, pero predecible.
La analista política Michele Wucker, acuñó este concepto en 2016, para referirse a situaciones de extremo riesgo para un país o una corporación, que, aunque sean predecibles, no son pre-afrontadas por los responsables de hacerlo. El rinoceronte representa un modelo diferente de los cisnes negros, pero nuestras actitudes ante ellos son muy parecidas. Se veía venir, decimos luego, pero nadie hizo nada para prevenir sus efectos. ¿Le suena de algo?
En el COVID se han dado a la vez tres sucesos: uno, la pandemia vírica; dos, su coexistencia con Internet y los mass media; y, tres, la posibilidad de contabilizar globalmente los casos. Todo ello ha contribuido a que se haya producido una globalización el modelo de trending topic. Se comprende que ante ese fenómeno tan alucinante, como diría el joven vulgo, muchos gobernantes, líderes o expertos, hayan resultado deslumbrados y cegados, mientras otros, de condición inferior, se hayan sentido abrumados por la estresante realidad o hayan permanecido afanados apagando sus fuegos cotidianos. ¡Como para prevenirlos!
En otras ocasiones, los cisnes y rinocerontes son presentidos o incluso percibidos, pero no se acomodan al tempo de la política estatal o la gestión empresarial. Hay cosas que parecen más importantes o imperiosas. Y se dejan para más tarde, pero eso, obviamente, no sirve.
Otras veces las organizaciones políticas, económicas, o como en este caso, las asistenciales, están al límite de su capacidad de resistencia, en un tente mientras cobro, y tiemblan o se derrumban ante una exigencia de cierta magnitud, a veces incluso mínima, que las desequilibra.
En estos casos funciona muy bien otro paradigma, el del Ferrari rojo. El que tiene el capricho y el dinero se lo compra, pero ha de saber que luego hay que mantenerlo, y eso es lo verdaderamente costoso. Si tú eres de los que pregunta cuánto consume el Ferrari, mejor no te lo compres. Así sucede con los grandes sistemas estatales de servicios, sanidad, educación, seguridad, etc. Todos son Ferrari rojos, muy lujosos, muy de presumir, pero, con las ruedas gastadas y la gasolina justa.
En el caso que nos ocupa, el problema principal no es si el COVID es cisne o rinoceronte, sino que el sistema sanitario español es un Ferrari rojo, en el que cabe la gente justa, pero nos empeñamos en meter mucha, y gratis, y eso no es posible. Por hacer un mal uso, por usarlo para lo sanitario y lo social, para alivio de penurias y ganancia de votos, para un roto y para un descosido, el Ferrari se ha convertido en un ómnibus destartalado.
Pero, veamos si podemos aprender algo del asunto.
Veamos, lo primero, y muy importante, es que para gestionar estos casos debería aplicarse el principio de Heráclito, Walpole, Pasteur o Fleming, llamado serendipia o serendipity, que se podría enunciar así: si no estás preparado para verlo no te enterarás cuando pase por delante de tus narices. Es como cuando vas a buscar setas, si no tienes vista de setas no las ves. La serendipia debería ser una virtud propia de los llamados expertos, palabra tan manoseada en esta crisis que casi es un desdoro que te llamen experto.
Una pequeña digresión: Experto es el que tiene experiencia práctica, sobre un buen fundamento teórico y una técnica depurada. Es un perito con habilidades automatizadas y eficaces en la materia y acciones propias de su pericia. Un experto no es necesariamente un sabio, ni un super-titulado, ni un re-masterizado. Sabio es el que sabe mucho, experto es el que sabe hacerlo muy bien, el que puede hacerlo casi sin pensar, rápido y con los ojos cerrados. Por eso no hay expertos en cisnes negros, ni en rinocerontes grises, aunque sí los hay en manejar sistemas complejos en situaciones de gran estrés, o en organizar recursos y logísticas de grandes magnitudes. Un experto, resumiendo, es Alonso conduciendo el Ferrari, el resto somos aficionados.
Pero volvamos al curso. El COVID no es que sea muy raro, extraño o impredecible, el problema es que ha habido dos tipos de gobernantes, gestores o expertos, los que estaban preparados para verlo y lo vieron, juzgaron y manejaron científica y eficazmente, y los que no estaban preparados, y se han alarmado, liado y reaccionado tarde, mal o nunca.
Las alarmas, titubeos, inseguridades, inhibiciones, son reacciones típicas de los sistemas -da igual personas que grupos- que se estresan, angustian o acobardan. Son reacciones de sobresalto o sobrecogimiento, muy conocidas en psicopatología. Estas actitudes o reacciones hacen que el cisne negro y el rinoceronte gris se suban al Ferrari, y se lo cargan.
Yo no sé qué opina usted al contemplar tanto dislate y tanta impericia, pero un servidor cree que, aunque ningún gobernante tiene experiencia en cisnes negros, ha habido algunos que han comprendido mejor su significado y trascendencia, y lo han manejado mejor. Segundo, que, posiblemente, insisto en esto porque no contamos con datos suficientes, han sido asesorados por expertos sin verdadera pericia, de ahí tantos palos de ciego, tantos titubeos e imprecisiones, y, sobre todo, tanta sustitución de la eficacia científica por apacentamiento de ovejas.
Por cierto, como todo está en internet, basta darse un garbeo para comprobar que el asunto de los cisnes negros no es tan reciente como parece. De hecho, Juvenal, famoso poeta romano, escribió unas Sátiras, en las que criticaba irónicamente la vida de Roma. Algunas de sus frases son muy famosas, como mens sana in corpore sano, o panem et circenses, y rara avis, que, completa, es rara avis in terris nigro que simillima cycno, hay una ave rara en la tierra, negra pero semejante a un cisne. ¡Un cisne negro, hace dos mil años! Eso sí que es trending topic.
Permíteme, que acabe con una reflexión, aprovechando las sabias frases de Juvenal: Sea cisne o rinoceronte, conviene estar alerta ante las rara avis, no distraídos, holgazaneando con el pan y el circo, y solo así conseguiremos mantener la mente sana en un cuerpo sano.
¿Y qué hacemos con el Ferrari? Dejémoslo aparcado para otro día.
__________________________________________________________________
- Hay diferentes especies de rinocerontes, pero los más conocidos (y amenazados) son el blanco y el negro, africanos, que en realidad son grises tienen un tono más oscuro o más claro.
- J. J. de. la Gándara, Diario de Burgos, octubre, 2011
¿Con tanta metáfora o símbolo o símil molón lo que has querido decir es que Educación, Sanidad y (¿?) Seguridad eran lujos que se han convertido en chatarra y que la causa es que los hemos sobreutilizado? ¿La gente, abusona, ha vuelto a vivir por encima de sus posibilidades, como decía Rajoy para explicar la crisis en 2009, y por tanto las burbujas y las privatizaciones no han tenido nada que ver? ¿Debemos, entonces, dejar aparcado el Estado de Bienestar “hasta otro día” y dejar de holgazanear? Por entenderlo bien, nada más..
Por cierto, lo que decía Popper: una manera de hacer trampa en ciencia es encontrarse un cisne negro, llamarlo zisne con z, y se acabó el problema de dónde clasificarlo, es una especie distinta…
En la cita latina es nigroque, la conjunción va unida, como en SPQR: senatus populusque romanus.
A la mujer de la charla TED no la he entendido nada en absoluto, tengo un día espeso. Sólo que con la crisis de 2008 millones lo pasaron mal, pero ella vendió su casa a tiempo y se forró, porque está investida de la actitud adecuada. En lo que consista ya esa actitud no lo he pillado, se trata de algo muy zoológico, me ha parecido entender, y algo relacionado con el riesgo, de modo que si hoy eres de EEUU lo mejor que puedes hacer es salir a la calle a riesgo contagiarte, pero ella, en todo caso, con su buen ojo (y la tirria que le tiene a los abuelos que no queman sus posesiones sin valor), me ha recordado esta canción:
https://www.youtube.com/watch?v=4rBzZmEU19I
Hola. Ayer mismo vi un cisne negro en el estanque del Palacio de Cristal de El Retiro 🙂
Genial pedagogía a con el cisne, el rinoceronte y el Ferrari. Total cuando se suben en él, jaja