Konstantín Stepánovich Mélnikov (Moscú, 3 de agosto de 1890- Moscú, 28 de noviembre de 1974) fue un destacado arquitecto ruso y, quizás la mayor figura del constructivismo ruso del siglo XX.
Mélnikov nació en una familia de clase obrera en Hay Lodge, un barrio suburbano cercano a Moscú. Desde 1910 a 1914 realiza estudios de pintura en la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú. Desde 1914 a 1917 realiza estudios de arquitectura en la escuela citada, en la que se graduó en Arquitectura coincidiendo con el estallido de la Revolución de Octubre. Su primer trabajo profesional obtenido por encargo fue para la fábrica de coches AMO en Moscú, donde estuvo trabajando durante los meses del proceso de la Revolución de Octubre; obra considerada como clásica, con tendencia conservadora y académica. Después de asistir a la Escuela del Estado de Moscú, en 1923, el estilo y el pensamiento de Mélnikov cambia radicalmente, como consecuencia de los cambios acelerados que se producen en el territorio de las Artes plásticas y la Arquitectura; cambios liderados entre Suprematistas y Constructivistas que defiende un Arte Nuevo para el proletariado, lejos del decadentismo estilístico de la Rusia imperial y zarista.
Y así, esas transformaciones se hacen visibles y dan comienzo con el pabellón para la Exposición de la Agricultura y Artesanía de todas las Rusias (1923). Con esa obra y con el fragor de las transformaciones del primer comunismo dirigido por Lenin, Mélnikov se embarca en una línea de innovación y asume encargos de alto nivel. Tales como el sarcófago dentro del Mausoleo de Lenin de Alekséi Shchusev en 1924, y sobre todo, el Pabellón Soviético en la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas en París de 1925. El Pabellón de la URSS de París, llamó la atención internacional, y fue considerado como uno de los edificios más valorados de la feria. En París, donde Mélnikov viajó para dirigir las obras de construcción del citado Pabellón de la URSS, tuvo la oportunidad de contactar con algunos de los autores de la arquitectura de vanguardia centroeuropea. Así conoció a Le Corbusier, y entabló amistad con Robert Mallet-Stevens. En París, en esos meses, recibió el encargo del ayuntamiento para realizar una propuesta de aparcamiento para 1000 automóviles. Obra a todas luces, de vocación maquinista y futurista desde el encargo mismo. Del citado proyecto Mélnikov realizó una primera versión sobre el río Sena y una segunda versión, que desarrolló en una estancia vacacional junto a su familia en San Juan de Luz, contenida en un prisma regular de 50 metros de lado. Finalmente, ninguna de ellas despertó el interés de las autoridades municipales y el proyecto quedó aparcado.
Después de la Revolución de 1917, Mélnikov desarrolla un nuevo plan urbano para Moscú, dentro de sus preocupaciones por resolver los problemas heredados por la ciudad del zarismo. Desde 1921 a 1923 enseñó a tiempo parcial en su vieja Escuela del Estado de Moscú, renombrada ahora como Vjutemás o Vkhutemas; que tendría un periodo de vida activa entre 1920 y 1930 y que recibe influencias de la coetánea Bauhaus de Weimar y Dessau. En Vjutemás en esos años coinciden hombres de la vanguardia Constructivista, como Rodchenko, Mélnikov, Tatlin y Malevich. Konstantín Mélnikov e Ilyá Gólosov formaron un taller conjunto conocido como la Nueva Academia y Taller Número 2. Estos estudios fueron conocidos por su enfoque individualista y formalista, frente a otras corrientes. Mélnikov y Gólosov resistieron los envites tanto de los campos academicistas como de los de la izquierda revolucionaria, pero adoptaron aspectos expresivos, situados en un término medio entre el clasicismo de Zholtovsky y el racionalismo de Ladovski. Las consignas de la Nueva Academia fueron redactadas por Mélnikov y Gólosov en 1923, continuando la polémica con respecto a otros departamentos de la misma escuela y la dialéctica entre lo viejo y lo nuevo, la forma y la imitación, la ausencia y la decadencia, el principio y el final. Una de las cosas que decía una de las consignas era: “La verdadera marca de la nueva arquitectura no es sólo la reutilización formas, sino que se basa en y a través de la reutilización de las gradaciones perceptuales establecidas de la vieja arquitectura”.
La principal parte del trabajo de Mélnikov, en esos años de debate y contraste, consistió en diseñar Clubes Obreros en distintos puntos de Moscú. Un nuevo programa funcional que había nacido al compás de la Revolución, consistente en dotar de equipamiento sociocultural a la fabricas estatalizadas y necesitadas de estructuras capaces para la formación del proletariado. La diferentes actuaciones de Mélnikov en esta órbita junto a los diferentes garajes sociales, van a suponer un campo de ensayo inestimable para comprender la que puede considerarse como obra final de Mélnikov: su propia vivienda. Donde la inflexión que practica, en todas esas obras realizadas entre finales de los años veinte y principios de los treinta, en los recursos formales y en las referencias expresivas, le aleja de los principios que se habían abierto paso tras la muerte de Lenin en 1924, en lo que ya era abiertamente el clasicismo estalinista y el retorno a posiciones de conservadurismo formal.
La ubicación estilística de Mélnikov es, por tanto, difícil de fijar y parte de toda la transformación operada que se va visualizando, primero en París y después en algún Club Obrero destacable como el Rusakov de 1929 y el Kauchuk del mismo año. En sus usos experimentales de materiales y de formas, por encima de su atención a la funcionalidad, tiene algo en común con los autodenominados arquitectos Expresionistas, anteriores a la Primera Guerra Mundial, como fueron los alemanes Erich Mendelsohn y Bruno Taut, arquitectos ambos que trabajaron brevemente en Rusia en esa época. Es frecuentemente referirlo como arquitecto Constructivista, por la influencia en Mélnikov de Vladímir Tatlin, y porque el deseo de Mélnikov era que sus edificios pudieran expresar los valores sociales soviéticos revolucionarios, aunque al mismo tiempo defendió públicamente en numerosas ocasiones el derecho y la necesidad de la expresión personal, que reivindicó como única fuente del diseño coherente.
Uno de los mejores ejemplos existentes del trabajo final de Mélnikov es su propia vivienda en Moscú, que data de 1929 y que compone una suerte de rareza dentro de la arquitectura del siglo XX, al escaparse de cualquier supuesto clasificatorio canónico de las cajas blancas y acristaladas. Obra esquemática en su composición y que se aleja del universo de referencia de la Vivienda Proletaria tenida por modélica en la derivada del Realismo Socialista. Obra consiste en dos torres cilíndricas macladas entre sí, con un esquema inusual de ventanas hexagonales con independencia de las estancias; sólo el cuerpo acristalado de la entrada y del estudio-salón en primera planta, rompe la repetida labra de hexágonos. Estas torres cilíndricas están formadas por una cerramiento de ladrillo en una disposición constructiva elemental, lejos de las experimentaciones a las que era proclive Mélnikov.
Mélnikov perdió los apoyos políticos en las Grandes Purgas de 1937 y su consecuente Terror Rojo, cuando fue tildado por la Unión de arquitectos como un arquitecto ‘formalista’ (un dañino epíteto muy usado en tiempo de revisiones y depuraciones del estalinismo) y apartado de la enseñanza y de la práctica profesional. Sobrevivió a las purgas estalinistas, pero, rechazó las acusaciones al no admitir las falsas acusaciones, nunca fue rehabilitado. Vivió en reclusión en su casa, donde trabajaba como pintor de retrato a comisión hasta su muerte en 1974.
Este largo silencio fue roto únicamente por el pabellón para la Expo de Montreal en 1967, en una suerte de deshielo del viejo estalinismo y sus purgas. Una caja acristalada con una cubierta curvada y una estructura de soportes en V sustentando la cubierta. El hijo de Mélnikov, Víktor quien, como su padre, era pintor, también vivía y trabajaba en esa casa, y luchó por preservarla como museo hasta su muerte en febrero de 2006. A partir de ese punto ha experimentado un proceso de deterioro y abandono. La casa todavía contiene una importante legado del archivo de Konstantín Mélnikov. Un archivo disputado durante años por sus dos herederos, del que existen fotografías realizadas por el fotógrafo Ígor Palmín tomadas en los años 60