50 años sin Jimi Hendrix: si yo tuviera una escoba…

Tal como yo lo veo, el mayor momento de gloria de Jimi Hendrix no fue Woodstock, ni Isla de Wight, ni concediendo entrevistas en televisión disfrazado de indio jipi psicodélico. Fue el 30 de septiembre de 1966, en la Universidad de Westminster, Londres. El manager de Jimi, un tal Chass Chandler, tuvo la ocurrencia de presentarle a Dios, o sea, a Eric Clapton, que esa noche tocaba allí con Cream, el mejor de los grupos que Clapton haya tenido en su vida. Cream es el power trio por excelencia, antes de Police, unos precursores del hard rock, Led Zeppelin antes de Led Zeppelin, y más oscuros y excéntricos que Led Zeppelin. Hoy cuesta creer que Clapton formase parte de un proyecto como ese, pero fue aquella experiencia y la de The Yardbirds (donde también estuvo, por cierto, Jimmy Page, para que se vea cómo encaja todo) la que hizo que su nombre apareciera en las calles de Londres asociado directamente a la divinidad, Clapton is God.

Esa noche, 30 septiembre del 66, perdió el título. Ocurrió así: Clapton estaba en el camerino tras la primera parte de la actuación, y Chandler coló a Hendrix para que compareciese ante la presencia teológica del Guitarrista Supremo. Nadie conocía todavía a Hendrix, que encima era insultantemente joven, pero existían rumores. Clapton, en un gesto que le honra, le ofreció salir al escenario a ocupar su lugar en las siguientes canciones. De modo que, durante un rato, bajo el cielo estrellado, Jimi Hendrix hizo piña con Cream: eran, sin duda, tiempos extraordinarios. Pues bien: Clapton se llevó el baño de su vida, y yo creo que fue entonces cuando decidió que lo suyo era el blues, pero el blues de siempre, en el que también se había fogueado Hendrix. Dios no había muerto, había sido sustituido, como en el tema de The Who. Y el cinturón al mejor instrumentista de su época paso de Inglaterra a EEUU, por culpa de un virtuoso de color. Cuatro años después, que fue el escaso tiempo que duró la carrera profesional de Hendrix, Clapton se dirigía a un concierto con una guitarra que llevaba como regalo sorpresa a Hendrix cuando se enteró de su muerte. Clapton, señores, todo un caballero… 

Hendrix, más que negro, era zambo, es decir, cruce de negro e indio americano, y yo creo que por eso vestía así. Y tocaba así: tocaba en zambo, y encima en zurdo. Es decir, que era un ser excepcional. En poquísimo tiempo compuso y tocó unos temas de un estilo inaudito, aunque también se nutrió de las versiones. Su pasado había sido tan triste, tan de negro faulkneriano, que en cuanto le pusieron delante las “nuevas tecnologías” de los sesenta, o sea, las sustancias alucinógenas, se lanzó sobre ellas con hambre atrasada. Cuando yo era adolescente me contaron que la cinta que solía llevar en la cabeza, como esa de tenista que lucía Mark Knopfler, no estaba ahí para absorber el sudor, ni para sujetarse el pelo, sino para ocultar un ácido que se disolvía en la piel. De eso murió, claro, una noche en que estaba con una chica y decidió que era buena idea meterse un motón de tranquilizantes para bajar los excitantes y conseguir dormir. Se asfixió ahogado en sus propios vómitos, como algunos más en esos años y como Bon Scott años después.

Pánico a una muerte ridícula, como cantaban los Def con Dos. En realidad, murió de sobredosis de éxito: de cero a cien en demasiado poco tiempo. La chica vio el cadáver al día siguiente y salió por pies (no la juzguemos mal: había dormido con un ídolo de masas muerto y seguramente un genio que previamente se había colocado con ella). Jimi también había disfrutado mucho de las otras tecnologías de los sesenta, la distorsión, los pedales -los otros pedales…- y sobre todo el wah-wah. Voodoo Child es una obra maestra hipnótica y envolvente, como una lluvia torrencial en la selva tropical. Las demás también son sorprendentes, atípicas, algo que entonces debía sonar supersónico, modernísimo, sideral, como si hoy escucháramos pensar a un ordenador cuántico jarto de LSD  -excepto All along the wachtover, interpretación hendrixiana de Bob Dylan a la que tengo una gran manía desde siempre y no sé por qué. Hendrix, de pequeñito, cuando hacía como que estudiaba, llevaba siempre encima una escoba, porque nadie le compraba una guitarra. Es decir, que por inventar, Jimi inventó hasta el air guitar… Su destino se convirtió en el fuego sagrado del que él usaba para quemar sus guitarras en directo. 

¿Cómo sería un mundo musical en que Hendrix y su banda de gitanos hubieran seguido innovando hasta los 80 años? Who Knows….

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