Sesenta años rodando piedras…

All the beauty that’s been lost before
Wants to find us again

U2, Ordinary Love

Es sabido que The Rolling Stones jamás fueron el reverso oscuro de The Beatles, eso fue un astuto invento -puesto que funcinó muy bien- de marketing de sus agentes y discográficas. Ambas bandas fueron bastante amigas en los sesenta y principios de los sesenta, las drogas que se atizaban eran prácticamente las mismas, los Rollling componían canciones tipo Beatles (Lady Jane, She is a rainbow), los Beatles tipo Rolling (Helter Skalter, Back to the USSR), unos acudían a los conciertos de los otros, sus orígenes sociales fueron muy similares y, si acaso, la máxima diferencia estribaba en que los de Liverpool habían empezado a hacer canciones propias antes, y seguramente valiéndose de un abanico de influencias mayor y más europeo que el de los Stones -con todo, hay que recordar el disco en solitario de Lennon, Rock and Roll, donde homenajeaba al mismo tipo de pioneros negros del rock cuya veta explotaban sus presuntos rivales… Además es una bobada, si recordamos los demás grandes grupos de la época. The Who rompían los instrumentos en el escenario, Black Sabbath iban de góticos y cultivaban el género de terror, The Velvet Undergroung exploraron infiernos a los que los Stones jamás descendieron, Led Zeppelin orquestaban unas orgías realmente espeluznantes bajo la batuta de un satanista Jimi Page (Plant aún se arrepiente de todo aquello)… ¿de verdad los Rolling era especialmente malotes en algún sentido perceptible? Pero hubo un listillo que lanzó este mensaje a los medios entre 1963 y 1964, “todo lo que los padres no quieren que sus hijos sean”, otro listo que les aconsejó contestar al Let it be de los Beatles con un Let it bleed, y finalmente Mick Jagger dió en concebir Simpathy for the devil a partir de la lectura de la más famosa novela de Bulgákov (Jagger es muy leído, y casi se postró ante Borges)… Estrategias comerciales que no nos incumben, en realidad, siempre que den lugar a buenos temas, y los de los Rolling han sido de primera línea, desde hace ya sesenta años de carrera fulgurante.

Hace ya mucho tiempo que la revista satírica española El jueves sacaba como póster central un dibujo muy bueno de Kim en el que los Rolling estaban dando el espectáculo en el escenario, mientras que un equipo de cirujanos y médicos preocupados medían sus constantes vitales y les mantenían entubados desde el backstage. Si entonces la edad de los rockeros legendarios ya era motivo de guasa, no digamos ahora, una vez que hasta les falta Charlie Watts . Pero eso no es más que lenguaje comercial, de nuevo. ¿Tendríamos que preferir a Chris Pratt sobre Harrison Ford, tan sólo porque es más joven? ¿al cabezahueca de Bad Bunny por sobre Rosendo, que es una institución? Esta noche The Rolling Stones, los de verdad, no una banda-tributo, tocan en el Wanda Metropolitano de Madrid, y estamos en 2022, lo cual es casi un milagro si tenemos en cuenta que los Beatles desaparecieron en 1970-71. No va a ser épico de por sí, desde luego, tan sólo lo será si la audiencia lo mira bajo ese ángulo, el ángulo de sesenta años de fidelidad continuada al rock, al rhythm and blues e incluso a alguna variedad bailable y popera más -como en el álbum Emotional rescue…- de la gran música negra (Richards siempre ha dicho que la esencia de lo que son está sobre todo en Midnight Rambler). La pervivencia física de Jagger, Richards y Woods tras toda una vida de genio y excesos muestra que no siempre es cierta la intuición de los antiguos de que los dioses se llevan pronto, y en la flor de la edad, a sus favoritos. Suerte, y una petición de indulgencia, para los que vayan a verles esta noche. ¡Sesenta años de gloria incuestionable os contemplan!

(¡Y Long Live Rock´and´Roll!)

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