Abrí los ojos. Vi. El cielo rosado una madrugada aterrizando en Barcelona. La pileta vacía en el Hotel del Prado en Barranquilla. Una estrella fugaz cayendo a la tierra en Vaupés. Las manos de un jardinero catalán. Las formaciones rocosas de Monserrat en El Bruch. Los ojos azules de una escritora noruega. Las manos anchas de un hombre que disparó en la guerra. Un barco inmenso encallado en el Port Vell. Un indigena tostando hojas de coca. Jóvenes comiendo calçots en verano. Montañas de arena caliza en una fábrica abandonada. Una pelirroja bailando sobre arrumes de ladrillo. Una gitana poniendo una ramita de romero en mi mesa. El Guernica de Pablo Picasso. Un comercial de Lola Rojas. Diez políticos de la Unión Europea posando para una foto en el ayuntamiento. La Gran Vía repleta una tarde de febrero. El Hotel W desde un barco en el puerto de Barcelona. Un coreano en bata blanca discutiendo en su móvil desde el balcón de un hotel. A mi madre cruzando migración. El paisaje agreste desde la ventana de un tren bala. Vi a Saturno de Goya. Las meninas de Velázquez. Los ojos de una mujer hablando de su nieta muerta. Una escritora poniendo el punto final. Vi un escaparate de Louis Vuitton. El mapa del metro en Madrid. Vi a Lucía regresar de Argentina. Un perro galgo sano y hermoso. La mirada de un felino negro en la ventana de una casa blanca. Las marcas del tiempo en la cara de un artista. El cuerpo desnundo de Lucía tras la cortina plástica de una bañera de hotel. Hojas muertas y apiladas. Un perro enfermo de cáncer junto a la estufa caliente. Dos escaladores subiendo la Torre Agbar sin protección. Un perro negro fijando su mirada en mí. Un hombre viejo resbalando en el suelo de un Starbucks. El azul intenso del agua que rodea la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia. La panza de una beluga nadando en el acuario del Oceanogràfic. Miles y miles de turistas comprando en el mercadillo más viejo de Madrid. Una camiseta de un euro y una chaqueta de tres mil. El tríptico del Jardín de las delicias del Bosco.
Vi la sonrisa de un escritor viejo. La plana de un niño enmarcada en un cuadro. Pequeñas luces encendidas de un edificio. Una calle sola de El Bruch. A un hombre diseccionando una termita. Una Masía, la casa de artistas. Una mujer rusa sonriendo. Escaleras eléctricas en la mitad de un parque. Personas bailando en la calle por la Fiesta de Santa Eulalia. Una mujer perdiendo en el tragamonedas. Otra que vende fotos de agua en el Arco del Triunfo. Palacios de reyes, tiendas de vinilos, espantapájaros en una caminata.
Vi cuadros de Basquiat. Venta de ropa en una cúpula. Una chaqueta vieja de Nike. Vi las tumbas de un cementerio catalán. La bata de un cocinero colgada en la calle. Millones de polvorines en las mascletás de Valencia. El mostrador de un alquiler de pelucas. Aguamalas a través de un vidrio. Un tiburón. Una francesa que hace retratos. La escultura de una cabeza de bebé en Atocha. 30 televisores encendidos en el Museo Reina Sofía. Vi a un perro soñando y moviendo sus patas. Vi una culebra y millones de buganvilias. Vi cantar a Camila Sosa Villada y el número 30 en mi pastel de cumpleaños. Un poema corregido en mi pantalla. Vi muchas veces a mi mejor amigo y a un hombre preparando caipiriñas. Vi un hombre muerto. Vi la selva junto a un científico. La felicidad en el rostro de mis sobrinas. Vi sus llantos. El pueblo donde mi madre y mi hermano nacieron. Vi la montaña desde mi casa. Amigos que volvieron al país. El cráneo de un caimán. Vi Interestelar otra vez. Vi a un hombre en calzoncillos recitando un poema. El Río AmazonaS, sus meandros. Un chamán y un frasco de ambil. La obra de Cecilia Vicuña. Un grafiti que decía: “La patria es un invento”. Vi un poema de Hugo Mújica. Un grupo de música ruderal. Un hombre con una sábana encima caminando por la calle. Vi un teléfono monedero que aún funciona. Vi a los poetas del barrio. Volví a ver A Ghost Story. Vi a Héctor Hernandez Montecinos recitar un poema de un Pequeño Dios. Vi a un hombre sin una pierna. Vi la película Una Madre de Diógenes Cuevas. Vi a un gringo arreglando un zapato. Una mujer vendiendo naranjas en San Vicente del Caguán. La cabina de un avión con todas las luces encendidas. Vi un pájaro muerto en Cajicá y a la gente pasar desde el Café Mundano. Vi un tanque de guerra en la carretera. El sillín de una moto con cuero de culebra. Los ojos de un hombre recordando su paso por la cárcel. Dos botas de cuero tiradas en la calle. Un artista tatuandose el cuerpo como parte de su obra. El baño de un bar con dos inodoros y una sola puerta. A un escritor firmando libros. A un músico y a un escritor discutiendo en plena calle. Una piscina helada en Sutatenza. Unos veinte aguaceros en Bogotá. Vi una herida en mi pie. Un playita en Mitú. El diente de un jaguar en mi mano.
Vi a Pere y a Hugo. Vi a Leila Guerriero y a Villoro. Vi a Alejandro Sanz, C. Tangana y Bad Bunny. Vi carteles de muertos en Tunja. La vi a Dolores Reyes caminando en Villa de Leyva. Vi a chicos dibujando mi cuento. Vi insectos disecados. A mi prima cumpliendo 30 años. A Felipe graduarse del colegio. Vi a Lucía encendiendo una velita con toda su fe. Vi a mi madre llorar. A mi padre lamentarse. Vi el atardecer en Santa Marta. Vi el basurero de Leticia llegando hasta la carretera. Vi bandadas de loros a las 6 de la tarde desde lo alto de la iglesia. Vi las arrugas de Kapax. Vi un bonsái durmiendo en el árbol de Navidad. Un poema de María Mercedes Carranza pintado en la calle que dice: “La ciudad que amo se parece demasiado a mi vida”. Vi la final de una competencia de ciclistas. Vi el rostro del hombre que ganó en el justo momento que cruzó la meta. Vi la Final de la Copa del Mundo por televisión y vi como un hombre logra lo que siempre ha querido.
Yo abrí los ojos y vi.