Aunque yo la vi anteayer, Aftersun es una maravilla de película que se estrenó el pasado año pero que sigue todavía en cartelera, al menos en España. Al igual que en, por ejemplo, The road, el espectador no sabe lo que ocurrió antes de comenzar la acción, ni tampoco lo que sucederá después, aunque lo intuya. A mí me recuerda a un viejo verso que leí con veinte años, pero que no consigo encontrar ahora en Google (el día que el ChatGPT o sucesores sepan componer un poema decente ya podemos retirarnos a morir al desierto más cercano que nosotros mismos hayamos creado…), y que decía algo así como que en el arte se trataba de ver la luz en el tránsito mismo de la luz…. Sí, ya sé que es algo abstracto, como si estuvieras diciendo que es la propia luz la que ilumina su propio tránsito, y por tanto el tránsito de la luz es la luz misma, como en el Idealismo Alemán (los misterios y crucifixiones procesuales de la Autoconciencia), o como si dijeras algo esdrújulo del estilo de un suceso se expresa a sí mismo en su propio ocultarse, que suena más a otras filosofías anteriores y posteriores pero que no vienen tanto a cuento ahora. Aftersun, así precedido por ese nombre tan humilde de crema solar dominguera, cuenta un segmento de la vida de dos personajes que se quieren más que nada en el mundo, pero que sin embargo resultan algo opacos y nouménicos el uno para el otro, sobre todo él. La película está tan bien rodada, es tan original sin perjuicio de aportar sentido a base de valerse de todo tipo de artimañas técnicas que funcionan a la perfección, que entendemos que algo anda mal en estas cabezas desde la primera secuencias. Esas cabezas no están bien, no, pero su mutua relación no se resiente por ello. Las cosas andan mal, sí, como digo, pero sin duda son preciosas tal como son… Así es la vida: si quieres poesía más allá de la poesía, o sea, si quieres algo de poesía en la vida cotidiana, entonces prepárate a sufrir. En Aftersun los protagonistas sufren, en efecto, pero ya que están inmersos en unas vacaciones de lujo completamente vulgares pero se tienen el uno al otro de una manera completamente excepcional, siempre se puede decir que, bueno, seguro que habrá por ahí otros padecimientos peores…
Porque lo peor es, en cualquier caso, lo que vendrá después. Después toca la incertidumbre, el enigma, el pozo sin fondo de una rave loca con luces estreboscópicas, o cómo se diga eso, que te dejan más confundido y angustiado todavía. Dicen que es la primera película larga de Charlotte Wells, que leo que sólo tiene 35 años y encima es la guionista, lo cual resulta difícil de creer ¿Cómo se puede haber alcanzado tal maestría a esa edad, tanta que sea capaz de mostrarnos el dolor que gruñe colea y muerde bajo el paisaje de sol espléndido y dentro del murmullo arrullador del amor perfecto? El amor perfecto no tiene por qué ser el amor romántico, tan desacreditado ya (pero que sigue haciendo tanta caja como en tiempos de Dafnis y Cloe[1], es decir que Aftersun no es una rohmería o rohmerada), sino el amor sin exigencias ni recompensas venéreas ni veleidades celosas que se profesan un padre y su hija. Me hace notar mi amiga Gimena que no hay nada nuevo en eso, puesto que también estaba como poco en La vida es bella, la mencionada The road, en En busca de la felicidad[2], Buscando a Nemo, Camino a la perdición, Big fish, Ladrón de bicicletas, Yo soy Sam, Pinocho y El método Williams, tan sólo entre las más recientes… Siempre padres, casi nunca madres, aunque yo puntualizo el caso de Postales desde el filo, que tampoco es gran cosa, y Mater amatísima, que es la excepción que confirma la regla. Pero, en realidad, más a mi favor. Si el experimento narrativo ya está hecho, y acudimos a ver Aftersun como si fuésemos novatos, es porque la ternura y la terribilidad de esta cinta no tiene precedentes en nuestra sensibilidad. En mi opinión, se trata de elegir entre Avatar, que es luz, pero luz artificial y no precisamente barata, As bestas, que es oscuridad violenta y enconada, o Aftersun, que no sólo es luz natural, sino luz difractando el tránsito de la luz…
[1] Dafnis y Cloe, Longo de Lesbos, traducción de Jorge Bercua, Alianza 1803, y que termina así, como está mandado en una historia de amor: “Y Dafnis hizo con ella algo que le había enseñado Licenion, y Cloe aprendió entonces por primera vez que lo ocurrido en los bosques no eran más que juegos de pastores” (IV, 40,3); “el experimento de Eros logra un éxito ejemplar en los campos del rústico Pan”, apostilla Carlos García Gual, subrayando como la pareja ya instalada rechaza la polis.
Tras la proyección, el primer sentimiento que te queda de la película es”nada”algo insulso,anodino,pero con el paso del tiempo aparecen esas imágenes subliminales que utiliza la directora para darte pistas de lo que está aconteciendo a esa pareja de”gúiris”anodinos.Se inserta en tu cerebro abriendo paso a la obsesión por la película y el supuesto desenlace capital,trágico,irremediable .
En definitiva,que la primera impresión no es la que cuenta,sino como cualquier bovino el resultado de la”rumiada”.
Demos gracias a quien nos recomendó la peliccula
Cosa curiosa: la historia está ambientada en época pre-telefonía móvil, sencillamente porque en la actualidad padre e hija pasarían su tiempo juntos mirando la mierdaelchisme, en vez de hablando…
Al no ocurrir realmente nada, son como los primeros quince o veinte minutos de quizá una buena película (buena ambientación, sutilezas, infiernos que se ven de reojo…) , dejando que el espectador componga e invente el resto. Por ello, me ha parecido una decepción. A veces, hay una fina línea entre experimentar y tomarnos un poco el pelo. Para mí, esto es el segundo territorio.
Siempre está esa fina línea, en efecto. Pero esta cae, para mí, decididamente del otro lado, pero no niego que tal vez haya que tener hijos para apreciarlo en lo que debe…