Popol Vuh: mucho más que mitología

Pintura Diego Rivera

Dos hermanos nacidos de una virgen prófuga del inframundo por haber mancillado su virtud. Desde pequeños son repudiados; de mayores, deciden vengar el asesinato de sus padres. Con el juego de la pelota atraen a los señores del inframundo, que creen que podrán darles muerte. Pero ellos, inteligentes y prevenidos, burlan sus pruebas una tras otra. Sin embargo, el paso del tiempo en aquel lugar aterrador les permite comprender que la única forma de salir del inframundo es cumpliendo su final asignado como sacrificio humano y regresando metamorfoseados, de manera que puedan reiniciar su sino.

La llegada de los expedicionarios españoles en los siglos XV y XVI transformó la idiosincrasia de las culturas precolombinas. Desconocemos a ciencia cierta cuántos pueblos llegaron a alcanzar el nuevo continente más allá de la constancia arqueológica de asaltos vikingos en el norte de la región o de algún pueblo euroasiático a través del estrecho de Bering. Se especula si marineros de la expedición de Alejandro Magno alcanzaron América a través del Pacífico, pero si resultase cierto que lograron culminar semejante hazaña el viaje tuvo que ocasionar terroríficos recuerdos a los supervivientes y la férrea voluntad de no desear regresar nunca más a Grecia. Se conoce, en cambio, que además de la competencia mediterránea en la Edad Media, hubo intentos chinos y japoneses por atravesar el Pacífico y planes otomanos de buscar la ruta a Oriente por el oeste antes que los frágiles y titubeantes Estados cristianos, pero la definitiva aniquilación a la flota turca que navegaba en auxilio del Reino de Granada, bajo asedio por aquel entonces, ocasionó el bloqueo del estrecho de Gibraltar, dejando al Imperio Otomano sin acceso seguro al Atlántico. Poco después, Cristóbal Colón descubrió nuevas tierras para el beneficio de Castilla.

Hoy podemos disfrutar del Popol Vuh gracias a que la conquista hispánica no fue aniquiladora, sino integradora, a pesar de episodios como el Auto de Maní, donde se quemaron códices mayas con la connivencia de la aristocracia local, que se adscribió voluntariamente al poder europeo para conservar sus privilegios. El pueblo quiché sigue conservando su identidad en sus tierras de origen, en Mesoamérica. El Popol Vuh bebe de la tradición oral en el encuentro festivo, el relato en el seno del hogar familiar y en torno a la comunidad, junto al fuego iniciático. Cuando fue escrito, la mitología maya llegó muy difuminada por el tránsito de su propia historia. Este paso del tiempo no le resta valor a un libro que, además de escritura sagrada, recoge la tradición, costumbres, cultura y conocimientos de una civilización deslumbrante.

Pero esta obra, también llamada El Libro del Consejo, es infinitamente más que una colección de mitos. Alberga un legado literario que contiene algunos pasajes deliciosos, como es el de la princesa Xquic, quien engendró a los gemelos Hun Ahpú e Ixbalanqué. La huida de la joven habitante del inframundo, que acude a casa de la doliente suegra y debe pasar una peculiar prueba para probar que dice la verdad sobre el origen de su embarazo, me recordó al pasaje de Psique y Eros recogida en El asno de oro, de Apuleyo, donde la diosa Venus prueba el amor de la joven humana por su hijo mediante desafíos, o los doce trabajos a los que se ve sometido Heracles bajo el mandato de Hera en el caso de los gemelos cuando acuden al inframundo a vengar el asesinato de sus padres. El Popol Vuh es el legado de una mirada que asume los claroscuros de la condición humana, donde la esperanza, la virtud y las emociones se unen a la razón para crear un paisaje que en nada enaltece edades doradas donde el cosmos rebosaba de felicidad y bienestar. Por el contrario, el relato recogido en este libro mitológico construye una cosmovisión en ciclos: la deidad suprema múltiple yerra y corrige su creación con la lentitud de un tejedor que mima su tapiz. La humanidad, en consecuencia, pende del hilo de sus actos, de la devoción a los dioses y del respeto a la naturaleza, que es mostrada una y otra vez aliada del hombre siempre y cuando se la respete.

Errata Naturae edita en castellano una renovada versión del libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh, en tapa dura y contando con un mimo sinigual. En tiempos descreídos y dominados por las pantallas, editar libros milenarios con esmero representa una renovada muestra de amor hacia la cultura universal. La edición cuenta con la introducción de José Ramón Naranjo, la traducción del quiché de Agustín Estrada Monroy, el acervo iconográfico tomado de la arqueología maya por parte de Daniel Grecco Pacheco e ilustraciones de la mano de Francisco França. Ante ustedes se presenta esta obra que pasó de boca a oreja durante milenios, que ha sobrevivido a los vaivenes de conquistas y guerras y que, de la mano de tantas personas y tan generosas buenas voluntades, llega hoy, ante ustedes, en una edición de alta calidad. No se la pierdan.

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