Soy de la opinión de que Paul Newman disfrutaba mucho más de sus papeles de golfo bajofondero que de las interpretaciones drámaticas. No sólo eso, además es que estaba más en su sitio en El castañazo o en Distrito Apache: el Bronx, pongamos por caso, donde es un tipo cualquiera de clase obrera que en El buscavidas, que sí, que es un películón, pero con un Newman algo empalagoso, como en Dulce pájaro de juventud. De hecho, Newman es mucho más atractivo ya talludito y con canas que de playboy bisoño, y él lo sabía y bien que lo aprovechaba en la pantalla. La leyenda del indomable, por ejemplo, es épica, sin duda, pero demasiado seria por teológica. No sé si se han fijado, pero el motivo por el que Luke termina perdiendo la partida de su orgullo en liza con el mundo es porque en cierto momento del principio desafía al Cielo clamando por un reto que él no pueda superar. Esa chulería le sale cara, desde luego, y recuérdese que la película acaba con Luke reconciliándose con Dios antes de morir. Entre tanto, la imagen de Luke con los 50 huevos cocidos en la barriga es el ícono crístico más claro de la historia del cine americano. Pues bien, hay otra película, mucho menos conocida, que acaba de cumplir medio siglo y donde Newman hizo epopeya de nuevo, pero con mucho mayor humor. Se trata, claro, de El juez de la horca, de John Huston. La cinta es Huston quimicamente puro (incluido el hecho de la apología de la barbarie sobre la civilización y de la rudeza y el alcohol frente a los modales y la hipocresía), pero con una buena ración de lo que hoy llamaríamos realismo mágico -por cierto, que fue inventado por primera vez en EEUU, de la mano de Thorton Wilder en El puente de San Luís Rey...
Más pruebas de mi tesis: entre las últimas películas de Newman están Ni un pelo de tonto o El escándalo Blaze, que son ya claramente comedias en las que él hace de lo que más le gusta, que es de tipo normal, individualista y encantador. Nunca fue un guapo del estilo Cary Grant, a Newman parecía gustarle más rodar en un bar de mala muerte (de hecho, era alcohólico, aunque no tanto como Huston…) que vestido de frac en una fiesta de sociedad. O sea, más Veredicto final que Cortina rasgada. En El juez de la horca se cumple estrictamente esa intución mía, y la película tanto como él están en estado de gracia. Puede gritar, puede ponerse sentimental, puede hacerse el canallita y puede jugar al póker con un puro en la boca. Encarna un personaje que no es ni ganador ni perdedor, sino las dos cosas al mismo tiempo, como él mismo. Y es que Paul Newman caía bien hasta de capo de la Mafia…
Me acabo de percatar de que hay cierta Odisea en eso de que Ulises vuelve a por su Penélope/hija tras 20 años…