Aquellas noches de invierno, antes de irme a Madrid o en las vacaciones, en que el quiosco de al lado del mercado todavía estaba abierto y era posible desear todas las revistas que entonces casi no podía comprarme. Triunfo, Hermano Lobo, el Viejo Topo, Camp del Arpa, Ajoblanco, Cuadernos del Norte, Quimera, La nueva estafeta, Fin de siglo, Poesía, Historia 16, muchas. También “Investigacion y ciencia” que daba un extraño orgullo llevar debajo del brazo porque la ciencia, a ese alto nivel de divulgación, parecía algo muy exclusivo, como un símbolo de sentirse universitario y, por tanto, poder tener acceso a cualquier tipo de conocimiento interdisciplinar que permitiera construir ese territorio de la tercera cultura que prometía ensanchar la experiencia del mundo y parecía tan deseable.
No soy de esos que dicen que solo leen en papel y que denostan hacerlo en las pantallas. A mi me gusta sobre todo “leer”, en cualquier sitio, y gozo mucho de hacerlo en mi iPad, tanto libros como revistas o periódicos, porque además me permite tener una biblioteca estupenda en cualquier lugar (en el velador de un bar tranquilo, por ejemplo) y escribir si me apetece. Pero no he perdido esa dulce expectación de acercarme a menudo a los quioscos, que tanto me gusta que iluminen las ciudades (recuerdo aquel inmenso que había en Sol que siempre encontraba abierto de madrugada), hojear revistas de todo tipo en papel, descubrir alguna nueva que me interese o comprar una de esas que hace ilusión leer todos los meses y alegran, sutilmente, una mañana o un día entero.
“Mente y cerebro” lo compré durante años cada mes, aprendiendo siempre algo interesante sobre neurociencia, psiquiatría o psicología que no era fácil encontrar en otros sitios de forma tan amable y que muchas veces era el primer paso para interesarse por un tema y perseguirlo, luego, en otras fuentes. Tengo ahora una pila a mi lado y me asombro de la variedad de temas abordados desde distintas perspectivas (desde el origen del ensayo “contra placebo” en los tiempos de Messmer, hasta análisis de las diferentes psicoterapias o los avances tecnológicos para estudiar los secretos del sueño o de los impulsos) que ahora han desaparecido como lágrimas en la lluvia, porque no ha quedado ningún rastro de ellas en la red donde puedan encontrarse esos antiguos artículos. Lo mismo los de “Investigación y Ciencia” que solo tiene una breve nota informativa: “Les informamos de que las actividades editoriales de Investigación y Ciencia cesarán a partir del 31/01/2023. La decisión, muy dura para nosotros, se ha tomado ante el empeoramiento de las condiciones económicas. (…) Nuestro último número de “Investigación y Ciencia” fue el 556 (publicado en diciembre de 2022). En cuanto a “Mente y Cerebro”, el último número fue el 118 (publicado en diciembre de 2022)”. Luego refiere a la edición americana o alemana. Nada más.
Me entero también el de Mayo-Junio de 2023 será el último número de “Claves de razón práctica” la revista que fundaron Fernando Savater y Javier Pradera hace treinta años y tampoco parece que vaya a poder accederse a su fondo editorial desde internet, salvo a indices o a algunos artículos aislados en “El Boomerang”. No la compraba todos los meses pero tengo muchas y, desde luego, nunca dejaba de leer el artículo de introducción de Savater, de pie en el quiosco, que siempre me operaba como una chispa de alegría intelectual y también como un vínculo con formas de pensar con un punto de escepticismo y de amor a la buena vida, frente al pesimismo milenarista y puritano que gusta tanto a los que pretenden utilizarlo para construir mundos oscuros donde nunca se ha podido respirar.
Me pregunto quien sería yo sin las revistas que me fue posible leer a lo largo de mi vida, lo que hubiera sido de mí en los largos años de los pueblos perdidos si no hubiera podido comprarlas en algún quiosco cercano y poder imaginar que en algún sitio existían gentes parecidas a mi, con los mismos gustos, con ideas que podía compartir de alguna manera o “hacer guantes” con ellas. También me pregunto como podrá operar el azar con los jóvenes, posibles amantes de la lectura, que ya no podrán encontrarse de forma tan fácil con revistas así, justo al lado de sus casas, cuando quizá se paren a husmear en un quiosco buscando algo que quizá no conocen todavía. Aunque, mientras estén abiertos, siempre podrán encontrar algo valioso o entretenido, incluso esos libros tan baratos, magníficos y bien editados que siguen intentando vender, no se con cuanto éxito.
Tienen ahora en los kioskos (yo trabajé muchos sábados en uno) la edición de Gredos abaratada de los Elementos de Euclides. ¿No es un milagro????
Estupenda evocación…
En los quioscos pueden encontrarse desde hace muchos años libros estupendos muy bien editados y bastante baratos.
Savater despide claves: https://elpais.com/opinion/2023-04-29/claves.html
Muchas gracias por tu comentario