Coinciden estas líneas sobre la Yamakawa Villa, de Riken Yamamoto (Pekin, 1945) con el otorgamiento del Premio Pritzker 2024 a su autor. Reconocimiento que ha merecido las palabras de Anatxu Zabalbeascoa en El País como “arquitectura para la normalidad extraordinaria”. Una suerte de oxímoron para situar la obra del chino-japonés en el contexto del mundo real. Que es como se llamo la exposición que, en 2014, ocupó el pabellón japonés de la Bienal de Venecia, In the Real World. Esa muestra dio a conocer al gran mundo el trabajo de este arquitecto. Allí, fotografías, dibujos y planos hablaban de la propuesta alternativa a la rigidez moderna que varios profesionales lanzaron en los setenta, entre ellos Yamamoto y su otro compañero en el estudio de Hiroshi Hara su maestro, Kengo Kuma, “quien empujó a sus discípulos a viajar por el mundo y a preguntarse qué le faltaba, o sobraba, a la feroz modernidad”. Con Yamamoto, 46 nominado para el galardón, son ya ocho los arquitectos japoneses que lo han alcanzado (Tange, 1987; Maki, 1993; Ando, 1995; SNAA, 2010; Ito, 2013; Ban, 2014 e Isozaki, 2019), frente a otros cupos reducidos de autores de otras nacionalidades, lo que otorga a los Pritzker la cualidad aleatoria de las geografías nacionales de los premiados. Es llamativo, por ello, que la previsión realizada por el digital brasileño Archdaily, en su pronóstico para este año, incluyera como posible premio a Kengo Kuma, pero no a Riken Yamamoto. Y eso que los planes japoneses de la pequeña escala –como el programa Tokio toilet, desvelado por Wim Wenders en su excelente película Perfect days– nos han permitido visualizar diecisiete aseos firmados por relevantes arquitectos nipones –cuatro de ellos con premio Pritzker a sus espaldas: Shigeru Ban, Maki, Tadao Ando y Toyo Ito–. Pero igual que en la lista brasileña, no aparece Yamamoto, pero si un omnipresente Kengo Kuma. Y finalmente, la otra consideración tiene que ver con el peso de los años de los arquitectos reconocibles y famosos, según cuenta la editora y escritora de arquitectura Catherine Slessor, en su texto irónico, Inclinarse con gracia es algo raro en el firmamento de los arquitectos estrella –Dezeen, 5 marzo 2024–: “Históricamente, la arquitectura es un juego de ancianos: IM Pei tenía 102 años cuando murió, Philip Johnson 98, Frank Lloyd Wright 91 y Mies van der Rohe 83 (un relativamente jovencito). ¿Quién puede decir cuánto tiempo habría durado Le Corbusier (77) si no se hubiera dado ese fatídico chapuzón en el Mediterráneo?”. Ahora, Yamamoto acaba de cumplir los 79 y su maestro no premiado, Hiroshi Hará, 89.
La Villa Yamakawa, ubicada en los severos bosques de la prefectura de Nagano, cerca de la base del monte Yatsugatake, demuestra el enfoque innovador de Riken Yamamoto, un nombre sinónimo y equivalente de traspasar los límites del diseño arquitectónico. Concebido el proyecto en 1976 y completado en 1977, este trabajo no fue sólo la primera casa publicada de Yamamoto sino también un momento crucial en su carrera, reflejando un alejamiento de las normas arquitectónicas convencionales y señalando la aparición de una actitud formal distintiva que definiría sus obras posteriores.
En el centro de la filosofía de diseño de la Yamakawa Villa se encuentra la petición simple pero profunda del cliente: un espacio que encapsule la esencia de la vida al aire libre, donde los límites entre el interior y el mundo natural se desdibujan y diluyen. Todo ello, en clave de los principios de la estética zen y de los criterios estables del Feng-shui. El deseo del cliente señor Yamakawa, era tan simple como el de tener un retiro de verano que sirviera como una amplia terraza, un lugar para cenar, relajarse y sumergirse en la tranquilidad de la naturaleza. Todo ello guió la visión arquitectónica de Yamamoto.
La característica distintiva de la villa es su perfecta integración con el entorno circundante, lograda a través de la innovadora dispersión de los espacios habitables en una única y amplia terraza bajo un techo unificador a dos aguas como un manto natural. La elección de un tejado a dos aguas sencillo y tradicional, como admite Yamamoto, se debió a las limitaciones de su imaginación –según cuenta él mismo– en aquel momento. Sin embargo, sin darse cuenta de esa limitación formal que genera creatividad –como las teorías literarias de las restricciones del OULIPO– dio origen a un diseño innovador y atemporal. Las pequeñas ventanas cuidadosamente colocadas marcan los volúmenes cerrados de la villa, ofreciendo vistas controladas que enmarcan la belleza natural del exterior, asegurando que incluso en los espacios más privados, uno nunca esté desconectado del paisaje.
La Yamakawa Villa puede parecer modesta en sus medidas espaciales, ya que abarca una superficie de 1.050 m² de parcela y una reducida superficie de construcción de 168 m² y una superficie total útil de 68 m², dada la gran área de terrazas y espacios libres que se superponen a los espacios cerrados. Sin embargo, su importancia arquitectónica es superior a sus dimensiones escuetas. La estructura enteramente está realizada en madera –de acuerdo a las tradiciones seculares niponas– y se eleva en la cumbrera hasta una altura máxima de 3,697 metros, para reducirse en las fachadas laterales que marcan los aleros. Todo ello, mezclándose perfectamente con su entorno boscoso. La decisión de situar cada habitación de forma independiente en la cubierta, similar a “soportes masivos que sostienen un gran techo”, como describe Yamamoto, es un movimiento deliberado para priorizar la relación del interior con el exterior y establecer una relación paralela con el bosque próximo, sus claros y los fustes arbóreos elevados en felación al terrizo cubierto de tapizantes y rastreras. Este enfoque, casi de raíz natural, niega la jerarquía convencional de espacios, tratando cada habitación como una entidad aislada bajo el dosel general del techo, redefiniendo así las nociones de conectividad y separación dentro de la arquitectura residencial.
La villa sirve como estructura física y como una exploración filosófica del espacio, la función y la relación entre la arquitectura y su entorno natural. Las habitaciones, denominadas así por sus funciones principales, como “la habitación con la cocina” o “la habitación con la cama”, están dispersas bajo el vasto y alto techo, cada una de las cuales es un elemento independiente dentro de un todo coherente y agrupado. Este diseño fomenta un modo de vida único donde la distinción entre interior y exterior es fluida y las barreras convencionales que segregan los espacios habitables se disuelven en el aire circundante.
Al reflexionar sobre la Yamakawa Villa, es evidente que el proyecto fue un presagio del espíritu arquitectónico de Riken Yamamoto, caracterizado por un profundo respeto por la naturaleza, un compromiso con la simplicidad y una búsqueda incesante de la innovación. La villa no es sólo una casa de verano; manifiesta la idea de que la arquitectura puede y debe mejorar la interacción humana con el medio ambiente. A través de su diseño minimalista, la Yamakawa Villa invita a sus habitantes a vivir en armonía con la naturaleza, fomentando un estilo de vida donde los entornos natural y construido, están en continuo diálogo.