La ciencia nunca ha funcionado como los libros de texto más básicos o los manuales de epistemología más sesudos nos cuentan, por eso es posible algo tan rocambolesco como que Peter Higgs adivine que falta una pieza esencial en nuestro mapa de las partículas fundamentales y que esta sea hallada, al menos indiciariamente, décadas después. Porque si la ciencia fuese Una, Metódica y Experimental, como quieren hacer creer, a ver cómo podría nadie afirmar nada sin la presunta prueba de los hechos, algo de lo que Higgs careció durante mucho tiempo. Lo mismo ocurrió, por ejemplo, con la teoría de la relatividad especial y general de Einstein, que fueron dadas por buenas pese a no tener más validez que la del papel en que estaban escritas hasta que Eddigton quiso aportarle alguna empiricidad años después (de hecho, todavía hoy se siguen buscando confirmaciones, como las ondas gravitacionales), de modo semejante a la “dulce introducción al caos” de Poincarė o, no digamos ya, la matemática fractal de Mandelbrot (¿qué tipo de experimentum crucis podrá tener jamás una entidad abierta, anti-aristotelica, como lo es un fractal?), y un largo etcétera.
Pero eso, en realidad, no importa nada, mejor así. Todos somos gravemente incoherentes, y aunque eso sea en muchos casos reprochable, no por ello deja de producir sorpresas, serendipias, desvíos fructíferos y senderos que se bifurcan. Toda la Madre Naturaleza (“Padre” para los darwinistas de cemento) parece ser ese mítico “jardín de los senderos que se bifurcan” que imaginó Borges, y necesitamos de esos jardineros locos que a menudo bordean las reglas por fuera, como hizo Peter Higgs. No sé dónde leí (o a Javier Sampedro o en la excelente conferencia publicada en Acantilado “El descubrimiento de Higgs”, de Lisa Randall) que el famoso bosón es como Margaret Thatcher, que cuando entraba en el Parlamento inglés todos los diputados se arremolinaban en torno a ella. El bosón no atrae, lo que hace es otorgar masa, sin tenerla él mismo -dele una buena vuelta a esto quién siga creyendo en la maciza materialidad del mundo real-, como Tatcher otorgaba con su sola presencia carga política a esos señorones parlamentarios. Y tampoco es tan mal símil, teniendo en cuenta que tanto Tatcher, como Higgs, como el parlamentarismo y la Física moderna son fundamentalmente británicos…