Porno chic y la casa Ornella en Milán, 2023

La foto de la diseñadora Maria Vittoria Paggini – ataviada con mono rojo intenso sobre suelo rayado, coloreado de rojo y fresa, y perro dálmata de compañía– es una autentica carta de presentación de si misma y de su universo coloreado, colorado y erotizado. Eso sería lo de menos: una creadora excéntrica y propagandística. Lo demás, de todo ello es la relevancia otorgada dentro de la Semana de Diseño de la capital lombarda. La muestra –si es que puede llamarse así a tal ejercicio de narcisismo autocomplaciente– se formula desde una supuesta ascesis del cuerpo mismo, y responde al título de El interior se desnuda, como si tal cosa fuera posible.

Maria Vitoria Paggini

La importancia del cuerpo desnudo en la una cultura deserotizada ya cuenta con el acomodo de los denominados Naked dress –algo así como el oxímoron de trajes desnudos, ahora que la gala anual del MET de New York, ha propagado todo tipo de transparencias corporales desde el exterior adornado como tendencia hegemónica–, hasta el conocido indirecto del affiche, No Cover, para aludir a las chicas desnudas, y ya en el límite el programa británico de contactos, denominado Naked attraction. Todo ello, en el límite de lo señalado por Jean Le Brun en su trabajo de La desnudez humana (1973), que viaja de la desnudez protegida a la desnudez disfrazada. Pero se ve, que la corriente del desnudo está llegando al campo del diseño de interiores. Sabíamos y conocíamos lo de paredes desnudas, cuartos desnudos y habitaciones despojadas, pero un interior que se desnuda así mismo, en un ejercicio reflexivo es otro hallazgo sorprendente. 

Y esta historia del diseño desnudo, es parte de la exposición de Casa Ornella  en la Semana del Diseño de Milán 2024. Por ello, puede decirse que: “Un apartamento transformador en el corazón de la 5Vie, en parte casa privada, en parte galería, que promete alterar los cánones de vida con un proyecto que reflexiona sobre el sentido de la desnudez, en el despliegue de un paradigma iconográfico erótico y simbólico”. Más aún: “Maria Vittoria Paggini, propietaria y diseñadora del proyecto, nos lleva a redescubrir el hogar como lugar de intimidad, en un viaje a través de colores vibrantes y decoraciones inusuales para experimentar la esencia de nosotros mismos”. Quien postula solemne, la parte de su artificio doméstico revestido de valencias culturales y neoculturales. “La desnudez no se expresa, en Casa Ornella, en una reducción de códigos estilísticos y en una sobriedad formal, sino que se convierte en un escenario intenso y opulento donde el cuerpo está en escena, único elemento ‘desnudo’ que se muestra en su rugosidad y al mismo tiempo textura decorativa del nuevo proyecto de interiores”. Ejercicio esforzado, que bien pudiera haber dado cabida a soluciones de burdeles, clubes de citas, prostíbulos de lujo como ya viene ocurriendo el lupanares sofisticados de Londres como ocurre con el Nude Noir.
 Por ello, “Dejar de lado la ropa, las máscaras y las superestructuras: el hogar, un lugar de intimidad, se convierte en el escenario elegido para celebrar una autenticidad recién descubierta, quitando los velos de los estereotipos”.

De un tiempo a esta parte y en el universo tenido como luxury home, aparecen esta suerte de estridencias domésticas que nos son –lo pretenden al menos– presentadas como excepcionales muestras de gusto y diseño. Serían parte del universo fotográfico de David Lachapelle, del apartamento mostrado por el galerista de éxito, Vito Schnabel o de la casa del modisto hispano Palomo Spain, en Posadas. Pero todo ello, toda esa acumulación de acontecimientos visuales tiene poco que ver con la arquitectura y más con el espectáculo y con la proloción mediática. Aunque provenga del reputada Semana del Diseño de Milán. Así se nos cuenta, en el caso de la casa Ornella que: “La estética contemporánea se mezcla con muebles reinterpretados y renovados, que a menudo se encuentran en los mercados de pulgas de toda Europa, para generar nuevas armonías visuales que revelan accesorios de decoración inesperados, incluidos los candelabros de Aina Kari y los jarrones diseñados por Bevilacqua Architects y Pop Pot”. Incluso el proceso narrativo de la casa secuenciada, como un travelling cinematográfico no esconde la elementalidad de los procedimientos discursivos. Y así, se nos advierte de los tremores pequeñoburgueses: “Es una invitación a abandonar el pudor y la reticencia nada más cruzar la puerta de la galería, para aceptar una textura de diseño que, bajo la dirección creativa de Paggini, permite dialogar entre diferentes mundos hábilmente orquestados, siguiendo esta puesta en escena en cada detalle”.

La reiteración del hallazgo y el pasmo del encuentro produce ese tipo de contrastes: “Los interiores están vestidos de desnudos: un oxímoron del diseño que se desarrolla en las obras de los artistas involucrados por el diseñador toscano. El cuerpo masculino es el protagonista del papel pintado creado ad hoc por la artista Tatiana Brodatch y realizado por Glove, al igual que las cortinas del salón ilustradas en acuarela por Michele Chiocciolini, quien también diseñó la decoración Kamasutra en el vestuario, reproducida a escala por Gouache”. 

No solo la autoría individual sino el trabajo global, en equipo de jóvenes transgresores y brillantes que postula la moda milanesa: “El universo femenino, sin embargo, junto con las fotografías de Alberto Alicata que retoman el imaginario común de Barbie, es interpretado por Sébastien Notre con el mural del comedor, un expresionismo magnético que decora también el salón mientras que las cortinas se vuelven brillantes en las pinturas neorrealistas de Michael Slusakowicz”. También el carácter rigorista de la prohibición, como antesala del pecado de la carne.
“Está prohibido entrar sólo en una habitación, pero se puede mirar el interior a través de un gran ojo de buey, como para no interferir con la gran ilustración dinámica de la pared: es la zona de noche, donde destaca un mural sobre el que se apoya la cama, un escena enteramente para hombres, de Damiano Groppi, que presenta momentos de convivencia en Oriente Medio”.

Todo bien diferente del análisis realizado por Paul B. Preciado en su trabajo de 2010, Pornotopía –subtitulado Arquitectura y sexualidad en Playboy durante la guerra fría–, que establece las relaciones intrincadas y oblicuas entre el contenido fotográfico –chicas en Naked dress– de la revista Playboy y el sustrato de la arquitectura de sus clubes y lugares de encuentro. En un claro estilo desinhibido, juguetón y nada patriarcal. Caracterizada toda esa estela edificatoria por el autor como “una Disneyland para adultos” o como “el primer burdel multimedia de la historia”. Ahora, merced al regreso de todo progreso volvemos a salones decorados y tatuados a la manera conceptual del siglo XIX con imágenes prestadas del siglo XX. Pasamos, por ello, de la Pornotopía al Pornochic.

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