“Family man”: todos los que podríamos haber sido

Cine clásico

A veces somos conscientes, a veces no. Quizá la mayoría de las veces ignoramos que justo lo que está ocurriendo ahora, la elección que estamos decidiendo en este instante, constituye el inicio de una rama importante del árbol de decisiones que ya nos llevará, inevitablemente, por un camino determinado e irreversible en la vida. Porque, además, lo que hacemos o no hacemos no es algo que solo nos afecte a nosotros sino también a otra mucha gente que podemos o no podemos conocer a partir de ese momento o que incluso puede aparecer o no de nuevo en el mundo. Es lo que les ocurre a Jack (Nicolas Cage) y a Kate (Té Leoni) en aquel aeropuerto donde se besan nerviosamente antes de despedirse. Él se va a Londres a hacer un curso de finanzas en Barclays, ella se queda pero no quiere que se vaya. Intuye que puede pasar algo que rompa el vínculo que ahora les une. “Un año no es nada: volveré” le dice él, mientras ella lo mira alejarse con una gran zozobra, como si fuera la última vez que pudiera mirarlo así.

¿Irse a estudiar o a trabajar a otra ciudad o quedarse en la que vive la familia y se tienen las relaciones más o menos cercanas? Esa decisión tan frecuente que toman cada día tantos jóvenes sin, quizá, ser conscientes de lo que puede significar para sus vidas. Un año de Erasmus en París o en Berlin o en Roma: lo que en ese tiempo se puede romper o crear, lo que se puede descubrir, la gente que se puede conocer, lo que se puede aprender, las perspectivas que pueden cambiar, el accidente o el éxito que podría producirse, la posibilidad de no volver. Como Jack que no volvió y, trece años después, es un tiburón de las finanzas de Wall Street, soltero, con un Ferrari y un apartamento de lujo, pendiente de una fusión millonaria que no respeta los días de Navidad que, al contrario que a sus empleados, no le importan nada. Un Jack seguro de sí mismo, que cree que lo tiene todo y ha elegido la mejor vida posible. Pero de camino a casa, en una tienda, conoce a Cast (Don Cheadle) un tipo que parece un atracador, al que intenta calmar ofreciéndole un trato e iniciando una conversación en la que termina mostrándose condescendiente. Cuando Cast le pregunta si le falta algo en su vida Jack le responde, sin dudar, que lo tiene todo. Pero no sabe que Cast tiene ciertos poderes que podrá descubrir al despertarse al día siguiente, cuando se dé cuenta de que habita en la otra vida que podría haber vivido si no se hubiera subido a ese avión.

A veces no nos damos cuenta que lo que llamamos “nuestra vida” solo fue una de las posibles y que tampoco la elegimos del todo, aunque nos creamos muy racionales y pensemos que siempre nos han movido unos valores que creemos tener muy claros y que también hemos escogido nosotros. La realidad es que muchas veces una decisión que parece poco importante (acudir o no a una fiesta, por ejemplo) puede iniciar una rama del árbol decisiones que puede trasformar nuestras vidas. Además, aunque tratemos de analizar muy minuciosamente las decisiones que consideramos importantes nuestro horizonte de visión futura siempre es corto, nunca sabemos lo que realmente va a ocurrir, donde nos van a llevar las decisiones que tomamos. Quizá sea necesario tener la sensación de que nos guiamos por valores u objetivos morales que consideramos preferibles a otros, como si fueran faros en la niebla. Pero en la incertidumbre de esa niebla pueden ocurrir muchas cosas azarosas que nos lleven incluso a contextos que nos transformen, que cambien nuestros valores y también la perspectiva desde la que miramos la realidad o nos contemplamos a nosotros mismos..

Sin embargo, a menudo, al mirar hacia atrás todo parece encajar, parece que no podríamos haber sido de otra manera, que los hechos vitales no podrían haberse desarrollado de otro modo. Jack pensaba que el ejecutivo triunfador era el auténtico Jack, con una vida que consideraba perfecta. Pero poder explorar lo que hubiera podido ocurrir si no hubiera subido a ese avión le da la posibilidad de darse cuenta de que en esa otra vida también hubiera podido sentirse bien sin tampoco dejar de echar de menos la otra vida que tenía. La tensión eterna entre el “amor fati” (“trasformar todo fue en un así lo quise” en palabras de Nietzche) y asumir que nuestra vida ha sido la mejor de las posibles, incluso con todas las cosas malas que nos han hecho llegar hasta aquí, persuadiéndonos, al mirar hacia atrás, que conocemos la totalidad de nuestro árbol de decisión y el “apetito faústico“, la aspiración de no sacrificar ninguna de nuestras biografías posibles, la pasión de no renunciar a nada y de ser todos los que podríamos ser. El equilibrio lúcido que hay que mantener para caminar por el “paisaje rugoso” de nuestras vidas, donde tenemos que guiarnos por nuestras preferencias pero teniendo en cuenta de que en cualquier lugar de ese camino montañoso, lleno de picos y valles, siempre nos falta visión lejana y, además, pueden aparecer descubrimientos fortuitos, que “ignorábamos que los ignorábamos ” y por tanto no podíamos esperarlos ni buscarlos racionalmente, lo que puede causarnos sorpresa y crearnos nuevas perspectivas inevitablemente producidas por el azar.

Descubrí “Family man” (2000), a través del magnifico libro de Jose Antonio Rivera. “Lo que Sócrates diría a Woody Allen” del que recomiendo leer los capítulos dedicados a esta película y, en general todo el libro, porque es una invitación muy inteligente al buen cine. Es una de esas películas que se ven en Navidad, que tuvo una críticas regulares, de 5,5/10 y que fue considerada demasiado previsible y blanda. Sin embargo tengo la sensación de que ha crecido con el tiempo y que aunque parezca una película familiar de palomitas casi como “Solo en casa“, cosa que parece no estar de moda actualmente, contiene un guión con muchas capas de profundidad que da para pensar en cosas esenciales de la vida, como algunas películas de Capra. Fue dirigida por Brett Ratner y los actores están estupendos. En fin una película perfecta para ver a comienzos de año cuando se hacen proyectos para el futuro, cuando queremos comenzar a ser otros o nos comenzamos a mirar al borde de algún abismo que presentimos en algún lugar de ese paisaje rugoso lleno de minas por el que siempre hemos caminado probablemente con un libre albedrío limitado pero que no podemos dejar de tener la sensación de poseer.

Para seguir disfrutando de Ramón González Correales
Adolfo Suárez: el hombre que supo cambiar
Quizá a un político haya que juzgarlo, sobre todo, por lo que...
Leer más
Participa en la conversación

1 Comentarios

Leave a comment
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *