Jorge Martínezo la apoteosis del pijo/punk

Jorge Martínez, como se suele decir, se ha mordido a sí mismo en un descuido y se ha envenenado de bilis. No obstante, Jorgito, Führer de la banda de punk-rock Ilegales y alma satánica del pop español desde los ochenta, fue un genio de lo suyo, afirmo aquí jugándome el prestigio crítico que no tengo. Nadie ha tenido tanto talento en este país para hacer cierta esa boutade que dice “que hablen de mí, aunque sea bien”, pero lo curioso es que todavía tuvo más talento musical y punkarra que de encarnación de la violencia antisistema por qué sí. Jorge fue un compositor realmente asombroso, con unos riffs y unos desarrollos limpios y cortantes que no parecen de este mundo y unas letras políticamente estúpidas, sí, pero de un ingenio vitriólico feroz. 

Jorge fue un tipo inmensamente feliz, porque como era un egocéntrico de dimensiones trumpianas, parece que por fin terminó de recibir el reconocimiento que esa sorprendente (lo es de verdad, porque le ves el careto doblando una esquina y lo que percibes es al fugitivo más peligroso del psiquiátrico) pericia suya sin duda merecía.

La última vez que quisimos verle, a mi amigo Sergio y a mí nos cogió un atasco y para colmo al llegar a Leganés habían suspendido el concierto por lluvia. Hace unos años, a los norteamericanos previos a la actual dictadura les dio por ver en la película del Joker mil alegorías de la insatisfacción convertida en mal, pero es porque no conocieron de nada a nuestro hoy fallecido Jorgito Martínez “Ilegal”. Jorge le pega dos hostias con la mano abierta al Joker de Joaquín Phoenix mientras sostiene un whisky en la otra mano, luego le suelta una frase cruel marcando las sílabas para remachar su superioridad y encima resulta que es mucho mejor creador de canciones radicales e inquietantes que los Ramones o La polla Records, en mi modesta opinión. Sobre esta paradoja se construyó un documental, que en realidad es una estatua erigida al gijonés a sus sesentaytantos, y que podéis ver aquí:

Hace un tiempo, mi hijo mayor, que no pasaba de los seis años, vino a casa canturreando el “soy un macarra, soy un hortera, y voy a toda hostia por la carretera” y casi me resbalo en mi propia profusión de babas. “¿De dónde has sacado eso, chiiiico?”, le pregunté, en vez de amonestarle por la gamberrada. Y allí estuve, enseñándole la letra entera, como prueba de que Ilegales tiene el avieso poder de corromper a la infancia con la complicidad de sus propios padres…

De hecho, todos los que han trabajado con Jorgito le tienen por poco menos que el Superhombre de Nietzsche. Se diría que han aprendido a tenerle más respeto que a Dios mismo y a hacer lo que él dice sin chistar -al fin y al cabo fue capaz de escribir DestruyeIlegales tocaban esa otra canción, ¡Heil Hitler!, que yo he oído en directo a los dieciocho años cagado de miedo en Getafe y con dos litros de cerveza en el cuerpo. Luego el Jorge ya mayor, en un alarde de cobardía impropio de él, andaba relativizándola mucho, diciendo que fue un juego, una bromita contra los jipis que le rodeaban, pero no se lo cree ni él. Esa canción es él, y es Ilegales, le retrata en toda su tontería moral (me parece muy propio de él distinguir entre nazis y jipis ante todo por su higiene), y su fe soterrada en el derecho supremo e irrestricto de la fuerza. Pero fue un musicazo, Jorgito, insisto, o yo soy muy ignorante o nunca he vuelto a escuchar algo de su inconfundible estilo en mi vida. Jorge disfrutado durante décadas de ser el más malote del lugar, pese a lo que dice un tema suyo, y el dato de provenir de una familia acomodada y vestir siempre de pijo de Lacoste con la camisa metida por dentro no es irrelevante en absoluto. Eso es lo que pasa con el Superhombre de Nietzsche, que es un hijo de puta (eldesafío de Jorge al universo entero se sintetiza en esta anécdota: antes de Ilegales, quiso nombrar a su escuadrón suicida Los hijos de la Gran Puta...) que suele venir con una gran autoestima servida ya desde casa. Jorge Martínez fue un punk de raza, pero con korbata y la azotea bien bruñida. Tuvo la inmensa suerte de ser adicto únicamente a su obra, los Ilegales mismos, y no a las muchas sustancias o mujeres que se ha atizado inclementemente en su vida. Jorgito fue un hombre sin esperanza, pero un hombre sin esperanza es un hombre sin miedo, como decían en Daredevil: Born Again. Si tú sí albergabas alguna esperanza de alguna clase, mejor no decírselo a Jorgito, porque se reiría de ti y te amenazaría con su legendario stick de hockey sobre hielo.

Pero, me reafirmo: era un músico de un gran gusto, acierto y finura en lo suyo, quién lo iba a decir. Se dijo que fue un profeta con su Europa ha muerto, y puede que sea cierto. A mí me asustaba más su clarividencia en Chicos pálidos para la máquina, y hasta el mucho conocimiento de sí mismo que mostró al cantar aquello de “Hago mucho ruido / porque soy un cretino”… Lo último que escuché de Ilegales, precisamente el Si la muerte me mira de frente me pongo de lao, de 2003, obsequiado también por Sergio, era tan bueno, original y provocador como los anteriores. Se siente, Jorge, mamoncete, pero te ha pillao incluso de lao… 

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