Progreso y vanguardia

Hay un momento en la vida en que es fácil pensar que lo que se creía más precioso, más digno de admiración, más deseable, en verdad no lo era tanto o incluso que en realidad fue peor o no mucho mejor que lo que quiso sustituir, lo que marca un estado de ánimo que tiene que ver con el principio de la edad tardía, cuando la esperanza en la plenitud del mundo se va destejiendo al igual que el propio cuerpo, que cada vez se siente más vulnerable y lejano.

La idea de progreso, como la de vanguardia, crea una fuerza cautivadora, sobre todo en la juventud, para cuestionar lo conocido y crear nuevas realidades que siempre se viven como radicalmente preferibles. En la política del siglo XX sabemos de sus resultados paradójicos y a veces terribles, pero también en el arte y la literatura podemos vislumbrar sus paradojas, la oscuridad y la banalidad de sus callejones sin salida.

Un artista moderno siempre se plantea si lo es de verdad y entonces se pregunta qué tiene que hacer y, sobre todo, qué no tiene que hacer para crear una obra auténticamente valiosa y, por tanto, para sentir que tiene talento. A su alrededor, tendrá jueces muy severos que le recordarán sin cesar si va o no por buen camino, si hace lo que tiene que hacer, si aporta algo realmente nuevo.

‘Sahara line’, tomada en 1988

El problema es que ésta es una dinámica que inevitablemente se agota y crea un desagradable desasosiego. Es fácil llegar al “cuadro blanco sobre fondo blanco” repetido hasta el infinito o a esas novelas sin historia y sin gramática que son un galimatías ininteligible que es imposible leer o a esas filosofías muy oscuras que terminan apalancando nuevas tiranías.

Félix de Azúa es muy consciente de todo esto y él mismo está incluido en ese río que lo arrastró en su juventud. Lleva años tratando de desmitificar lugares comunes de la cultura e intentando descubrir y justificar lo valioso a lo largo del tiempo, lo que vuelve a sumergirlo en otros laberintos quizá de nuevo demasiado cerrados, donde cuesta un poco trabajo respirar porque parecen mostrados de forma muy trascendente.

En esta largas entrevistas de El Cultural y Lecturas Sumergidas están contenidos algunos de los caminos que ha recorrido y sin duda es muy interesante hacer guantes con él si interesa la cultura o eso nos parece ….

‘Walking a line in Peru’, tomada por Richard Long en 1972

“Esa idea de la modernidad de Baudelaire, que puedes sustituirlo por Cézanne, o por Schönberg, se terminó en 1965. Y empezó la posmodernidad, algo insuficiente, simplemente post, pero que es muy interesante en algunos aspectos. Empieza con las primeras performaces, con los primeros ejemplos del Land art. Richard Long decide hacer un camino en los Andes, y le hace una foto. Y esa foto que llamó ‘Walking line’ es la obra de arte. Eso es posmodernidad. Posmodernidad quiere decir desaparición del objeto. Y la aparición del concepto. Un arte puramente intelectual, con una apariencia que a veces hace reír a la gente, pero que es el arte más superintelectual que ha existido. Creo que sus razones son profundas, que es un movimiento muy poderoso, que hay que revisar. A veces, enormemente poético, pero, claro, no produce obra, y eso desanima mucho a la gente. Para alguien como yo, que tiene mucho interés teórico por el arte, es fascinante. Es un movimiento tan extraordinario, tan raro, iba a decir tan antidemocrático… “

“La vida se transforma, la vida siempre es la misma, cosa difícil de hacer entender sobre todo a los de mi generación, pobres, que fuimos educados a martillazos en el progresismo, y por lo tanto estábamos decididos a pensar que la idea de futuro era mejor que el presente. ¡Es mentira! No hay pasado, ni presente ni futuro. La vida es siempre igual, la temporalidad es siempre la misma, y nosotros estamos siendo sustituidos por los niños que van naciendo. Y verán lo mismo, la Ilíada, los fascinantes templos de la antigüedad, alguna catedral gótica… Pero a medida que nos aproximamos a lo nuestro, me invade una gran tristeza: ¿qué podrá presentar el siglo XX? Todavía el XIX tiene algo, simbólicamente diría la Torre Eiffel, esa exhibición de arte e ingeniería. Pero el XX… ha sido un siglo de tanta destrucción, que no veo yo por donde podemos salvar algo. Lo habrá, seguramente, pero yo no lo veo. Mis colegas de arquitectura me decían, hombre, algún Mies de vidrio, de esos apaisados, en un bosque de los Estados Unidos… Bueno, sí, pero qué cosa tan privada, tan egoísta, tan pequeña…”.

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‘A line made by walking’, fotografiada por Richard Long en Reino Unido en 1967.

“- ¿Es esta “Autobiografía” (de papel) el retrato de un hombre decepcionado?

-Es curioso porque no eres la primera que me dice esto. Y para nada. En este libro he intentado ser lo más objetivo posible, no dejarme engañar por nada y si tenía que ser un poco cruel, pues lo era, pero sin ninguna decepción. Si ahora mismo bajara ese hada madrina que todos tenemos, aunque nunca nos ayuda, y me propusiera volver a los 20 años, sacaría la pistola y me la cargaría ahí mismo. Ni soñarlo. Yo no echo en falta nada, no siento nostalgia ni melancolía por el pasado. El mundo, la vida, no sólo no me ha decepcionado, sino todo lo contrario. Me ha llenado de gozo y de alegría. Para mí la vida esuna fiesta; dicho lo cual no me puedo engañar en absoluto sobre las condiciones en las que se desarrolla esa vida, que no tiene nada de fácil. Una cosa es que yo no esté decepcionado y otra que no sepa exactamente cuáles son las condiciones que se imponen de una manera férrea desde el exterior. Dicho incluso de una manera más simple: no hay decepción porque todo el mensaje del libro es: “Hazme el favor de creer en ti, deja de creer en colectivos, cosas gregarias, ideologías, partidos, religiones. Haz el favor de creer en ti…”

– Entonces, por lo que dices, sí puede hablarse de una decepción, no individual, sino respecto a la sociedad, hacia la colectividad, hacia el tiempo que vivimos… La decepción, el desencanto, es el tono que impregna el ensayo. Se deja muy poco hueco a la esperanza.

– Exactamente. Pero es que, aún a riesgo de resultar pretencioso, debo decir que ese es mi estilo. Desde el primer libro hasta el último; desde “La historia del idiota” hasta éste, parece que mi función ha sido decir: “Yo esto lo veo de esta manera… A mí esto me parece que es una trampa, que es un engaño, que es mera publicidad. Y no veo otra forma de escapar de todo ello que el individualismo más brutal, pero siempre un individualismo que procure no hacer daño a nadie, un individualismo de: “Métete en ti, trabájate, entérate de quién eres y de lo que quieres realmente, porque la mayor parte de las veces es por pereza de pensar que uno se mete a creer en religiones, partidos, ideologías…”. Todo eso está en mi discurso. No sólo cuento decepciones y fracasos, sino que más bien trato de hacer un mapa de cómo están las cosas. Como yo tengo un referente de hace 50 años, puedo hacer la comparación. Puedo decir: “Mira, vosotros veis esto ahora y os parece lo normal, pues os voy a decir cómo era antes para que podáis comparar y ver que han pasado muchísimas cosas; que el mundo de ahora y el mundo de antes están separados no por 50 años. Están separados por tres siglos. Si algo me gustaría conseguir es que quien se acerque a este ensayo se de cuenta de que alguien que lo ha vivido es capaz de explicarle qué es lo que ha pasado y cómo ha pasado. Si al final sufre una decepción puede ser porque quizás tenía esperanzas en otro lugar y a lo mejor ése no era el lugar adecuado; porque yo sí tengo esperanzas, por supuesto, esperanzas y un enorme interés por saber qué es lo que va a pasar”.

‘A line in Bolivia’, tomada en 1981.

*Las fotografías son de Richard Long, el artista en el que cifra el origen de la posmodermidad Azúa.

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4 Comentarios

  1. says: Óscar S.

    La postmodernidad artísitica es muy anterior. En el libro “Los orígenes de la postmodernidad”, de Perry Anderson, en Anagrama, lo cuenta, y no sólo se limita al arte.

  2. says: JOSE RIVERO

    La definición téorica primera de Posmodernismo, procede del campo de la Arquitectura. Así Charles Jencks, publica en 1977 ‘El lenguaje de la Arquitectura postmoderna’, para dar cuenta del hundimiento del proyecto foraml y social del llamado Movimiento Moderno. El libro se inicia con el hundimiento de los apartamentos Pruit Igoe, de Yamasaki, como muestra de un lenguaje vencido. Tres años más tarde, en 1980, vuelve a las andadas y publica ‘Late modern architecture’. En paralelo, en 1979 François Lyotard publica ‘La condición postmoderna’.
    Azúa, por otra parte, había publicado en Triunfo, en febrero de 1979 el artículo ‘El aprendizaje de la decepción. Dictadura y filosofía’. Y en 1989, publicaba en Pamiela, un texto con el mismo nombre que el artículo citado. De donde se deduce, que la decepción hay que aprenderla durante un largo noviciado. De igual forma, en 1993 publica en Babelia un texto que anticipa sus tesis artísticas posteriores del ‘Diccionario de las Artes’ o de las ?Autobiografías en curso (sin vida, sin papel y sin imágenes), bajo el nombre singular de ‘Aullidos de agonía’, y que subtitulaba con sorna como ‘El afán de la Estética por dar sentido a los silbidos humanos’. Y esos silbidos sólo cabe modularlos entre las más dura de las abstracciones y las más sangrante de las expresiones salvajes.

  3. says: Óscar S.

    De arquitectura va la cosa posmoderna, sí, como metáfora y como realidad, no sé si nuestro autor anda un poco despistado en esto. No sólo porque exista una arquitectura llamada posmoderna, sino porque la posmodernidad se quiere arquitectónica, espacial, puesto que se trata más de habitar que de explicar. Ya lo señaló Jameson, el viejo marxista, de un modo algo reticente, a modo de crítica…

    https://es.scribd.com/doc/77073960/Teoria-de-la-postmodernidad-F-Jameson

    Pero ya antes estaba en Heidegger, a propósito de la reconstrucción alemana, en 1951:

    http://www.heideggeriana.com.ar/textos/construir_habitar_pensar.htm

    No obstante, el término como tal, creo recordar, proviene de la poesía. Eso no importa. Lo que importa es que a España llegan estas disquisiciones muy mal y muy periodísticamente, en mi opinión porque, como se viene demostrando últimamente de manera clamorosa, bastante dificultad tenemos ya con instalarnos en la propia modernidad como para mirar su otra cara…

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