La memoria y el tiempo. La biografía. La emoción de lo que creemos haber vivido que coincide con el relato de lo que creemos haber vivido. El delicado equilibrio de lo que recordamos y de lo que hemos olvidado. Las fases de la vida, esos espacios herméticos donde parece haber un limite hacia atrás y hacia delante. La memoria y lo que somos capaces de querer o de odiar. O de odiar y querer. Lo que eso se transforma con el tiempo y lo que vamos perdiendo.
Aquello que decía su madre sobre su madre en “Habíamos ganado la guerra“: “He escrito mucho sobre mi madre, a veces me parece que sólo he escrito sobre mi madre, o contra mi madre, sin lograr nunca cancelar el conflicto, pasar página, quedar en paz. La adoré de pequeña. La detesté a ratos. La admiré y la temí casi hasta el final. Todo lo que amo aprendí a amarlo de ella. El mar, los animales, el arte, los libros. Pero también le debo a ella mis frustraciones y mi inseguridad.”
Lo que escribe la hija sobre sobre su madre en“Tambien esto pasara”: “Es culpa tuya, mamá, claro. Fuiste depositando, poco a poco y sin darte cuenta, toda la responsabilidad de tu menguante felicidad sobre mis hombros. Y me pesaba, me pesaba incluso cuando estaba lejos, incluso cuando empecé a entender y aceptar lo que pasaba, incluso cuando me aparté un poco de ti al ver que, si no lo hacía, no sólo morirías tú bajo tus escombros. Pero creo que me querías, ni mucho, ni poco, me querías y punto. Siempre he pensado que los que dicen «te quiero mucho», en realidad te quieren poco, o tal vez añaden el «mucho», que en este caso significa «poco», por timidez o por miedo a la contundencia de «te quiero», que es la única manera verdadera de decir «te quiero». El «mucho» hace que el «te quiero» se convierta en algo apto para todos los públicos, cuando, en realidad, casi nunca lo es. «Te quiero», las palabras mágicas que te pueden convertir en un perro, en un dios, en un chiflado, en una sombra”
El amor de las madres, de las mujeres que fueron tan fuertes: todo lo que te quise y todo lo que tuve que hacer para ser otra que no eras tú, lo que luché por tenerte y protegerte de todas las cosas malas que sin embargo tú tenías que probar directamente. Las hijas libres de las mujeres que conquistaron la libertad y lo lograron casi todo. Los amores, los libros y las casas al borde del mar donde la juventud pasó tan deprisa, donde quedaban tantas cosas por hacer y las noches eran tan prometedoras que todo parecía posible. Las hijas de las mujeres de la “gauche divine” que eran tan brillantes y lo daban todo por supuesto. También las notas del colegio y el progreso del mundo que parecía tan evidente y tan predecible. El poder y la gloria del sexo libre y del amor cómplice que parecía tan fácil y se escapaba de las manos.
Esa mediana edad de los cuarenta cuando parece no haber cambiado nada pero ya no eres la misma. Aunque vivas en Barcelona y conozcas mucha gente y tengas contactos y antiguos amores que todavía te besan en los labios. Cuando se muere la madre con la que quedan tantas cosas por hablar y con la que no te ha dado tiempo de hablar del todo. Esa mujer de temperamento tan fuerte que no acepta la edad y de pronto se sumerge en la muerte de la desmemoria y el delirio. Lo que estaba tan lejos y pasa ahora cuando todavía puedes sentirte una niña que recuerda el olor de los veranos del mar pero ya la casa es otra y huele de otra manera.
Una vida es el recuerdo de una vida, el relato de lo que hemos vivido, los qualias que podemos salvar del olvido, las palabras con las que podemos construir lo que fuimos y sustentar lo que todavía podemos ser. El flujo del recuerdo, de los niños que lo tuvieron casi todo y siempre les faltaba algo aunque tuvieran un barco y una playa y el mismo mar de todos los veranos. La belleza de las mujeres que saben contar su historia triste que crea tanta sensación de felicidad. Las otras vidas posibles que también sucedieron, que siguen abiertas que abren fronteras a los hombres que también son de otra manera aunque ellas no lo sepan del todo o sí lo sepan.
“También esto pasará” un libro que correrá de boca en boca porque sustenta la esperanza y la significación de la vida posible, herida y pujante, de los hombres y mujeres del país que también fuimos, que somos, de las conexiones que pueden surgir entre las edades y los tiempos, de la arquitectura de una sentimentalidad compartida que es una conquista de los libros y de los sueños, de lo que se pudo vivir y de lo que queda por vivir. En una vida amable y trágica, también civilizada. Y quizá bella.