Invisible House, Chris Hanley y Tomas Osinski, Joshua Tree Park, 2018

El mecanismo de la casa dispuesta en el paisaje –con indiferencia de sus atributos principales y sus ecos– cuenta con dos vías netas de actuación: la mimética y la confiada. Vías contrapuestas, que se conjugarían con las estrategias del pensamiento descritas por Isaiah Berlín, sobre zorros y erizos.

La primera de las estrategias visuales de esa arquitectura elemental procede del camuflaje. Como algunos reptiles, anfibios e insectos, que se mimetizan en el medio para pasar desapercibidos, como técnica de supervivencia. La segunda vía, confiada de sus poderes exhibe su programa formal con indiferencia del medio circundante y muestra su musculatura optimista, como ocurre con el cortejo del pavo real y del urogallo. Los primeros casos serían más proclives a presentarse en la obra de Frank Lloyd Wrigth, mientras que los segundos darían cuenta del primer tramo del trabajo de Le Corbusier y de buena parte de Mies van der Rohe. Cajas camufladas y cajas expuestas. Lo que sorprende en este caso de la casa de California de Hanley y Osinski es la pretensión de estar-no-estando, como desprende su mismo nombre de Casa Invisible. En el límite la Casa Invisible sería la Casa Inexistente, como el Cuadro en blanco de Malevich, como la novela no escrita o como la obra de arte casual y afortunada, que describía Umberto Eco en Obra abierta.

El productor de cine de la película American Psycho –y no sé si como prolongación de ese universo patológico y deslumbrante de la novela de Bret Easton Ellis (1992) y de la película consecuente de Mary Harron (2000)–, Chris Hanley ha promovido en Los Ángeles una extraña propuesta de casa-programa recubierta con una epidermis acristalada semejando un gran espejo –gran espejo sin salón en una naturaleza agreste, pero tampoco el Grand Verre de Marcel Duchamp–, en una estructura en voladizo, cerca del Parque Nacional Joshua Tree. El artificio destacado en cercanía a la naturaleza como elemento del contraste y no de su mimetización.

Pieza diseñada para parecerse a un rascacielos de Nueva York, aunque sea un rascacielos aparente volcado sobre el terreno pedregoso del entorno, a la manera de los dibujos de Rem Koolhaas en Delirio en New York, aunque aquí fueran rascacielos tumbados en la cama. Que esa es la presencia eludida de este artefacto: no es creíble una casa sin lecho, que es otra suerte de techo inferior y metafórico: los sueños de la cama suben a los techos y tejados. Presencia eludida en donde se juega a la invisibilidad exterior y a la máxima visibilidad interior. No ser visto por otros y poder ver a los demás: puro voyeurismo.

El productor Chris Hanley completó la Invisible House en un sitio remoto –a donde se va en exclusiva y en exclusividad al no ser un lugar de paso– a 10 minutos del centro de Joshua Tree, en California. Pero tampoco es un centro de interpretación del referido parque, por más que se enfatice su proximidad y cierto guiño de naturalismo imposible. Hanley eligió el seco emplazamiento con el asesoramiento del arquitecto británico David Adjaye que trata de aportar solvencia arquitectónica a un paraje desafortunado y sólo válido para botánicos y geólogos. La actuación que más que Casa asemeja un Show room –donde exhibir glorias y galas–que una casa con propiedad, está disponible –como no podía ser de otra forma– para alquilar: ya sea en una presentación social, ya sea una sesión de filmación o de fotografía, ya eventos sofisticados. Otra sutileza. Pura licencia recreativa, cobijada bajo la invisibilidad de vistas. Una casa con vistas, pero sin ser vista en su hermetismo cerrado, que sólo devuelve el doble del paisaje exterior como un eco vacío.

Luego, Hanley trabajó con el arquitecto Tomas Osinski para desarrollar una casa (¿…?) larga y delgada con estructura de acero revestida de vidrio templado y espejo, como el que se usa típicamente para la construcción de rascacielos. Y esa es la imagen tópica de un rascacielos caído en el desierto, casi como un ángel caído en el pedregal semidesierto. No olvidemos que las tentaciones de Cristo se verificaron en un lugar parecido al desierto de Joshua Tree. La caja hermética de las tentaciones se eleva sobre el suelo, sobre unas soportes cilíndricos de hormigón formando un voladizo en un extremo, en un intento reiterado de eludir el soporte pedregoso y terrizo del desierto. En el interior, las paredes de vidrio espejado acotan las diferencias y ofrecen amplias vistas de los alrededores privados de 90 acres, mientras que la estructura metálica queda vista, enigmáticamente, en el techo. Un silogismo de la jaula sin aperturas y sin salidas.

Unas vistas que reifican el contenido cosificado a través de visiones imposibles. Más imposibles cuando son visiones nocturnas o cuando el agua interior de la piscina (¿pero qué piscina es esa que no añora los exteriores azules y grises?). La casa-enigma de 465 metros cuadrados, está diseñada como un espacio de entretenimiento largo, caro y continuo alrededor de una piscina cubierta de 30 metros de largo. Casa que le habría gustado habitar a Hugh Hefner el fundador de la revista Play boy y sus chicas esplendorosas, y filmar a David Lynch por el misterioso aroma a erotismo dormido.

La sala de estar y el comedor están dispuestos en el piso de hormigón alrededor de la piscina, que invierte la centralidad del hogar/chimenea de la casa prototípica. Se Incluyen, como un catálogo añadido a las celebraciones y pases de modelos, diferentes configuraciones de sofás y sillas. Las puertas corredizas de vidrio también forman una gran parte de la pared en el lado oeste para abrir los interiores hacia el exterior. La piscina termina en una pared blanca diseñada como una pantalla de proyección para películas, mientras que en el otro extremo hay una cocina diseñada para eventos adecuados y muy minoritarios.

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