“Emmanuelle” en su tiempo

Me entero esta mañana, casi por casualidad, de la muerte de Sylvia Kristel y paso la tarde husmeando por internet, mirando fotos, buscando la película que la hizo famosa, “Emmanuelle”, que solo encuentro en francés con subtítulos en chino o en otro idioma oriental, quizá en tailandés, lo que conectaría con el pretendido exotismo de la historia. Trato de coger el hilo de la música para recordar donde la vi por primera vez, en qué año, cómo era yo entonces o cómo era el mundo que me rodeaba.

Leo que la película se estrenó aproximadamente un año después de morir Franco, lo que nos situaría en el año 1976 con lo que la debí ver en Madrid en esa época en que comenzaron a poder verse las primeras películas eróticas, las que antes la gente iba a ver a Perpignan, como “El último tango en París” (que era algo muy alejado del erotismo de “Emmanuelle” aunque hubiera desnudos y mantequilla) o “Historia de O”. Hasta entonces el erotismo de los adolescentes se había nutrido de las películas de destape de Landa u Ozores o de esas películas en las que intervenía Ornella Mutti o en las que estrellas como Claudia Cardinale o Virna Lisi enseñaban algo de su anatomía, aunque fuera en una película de vaqueros. Entonces todavía existía la censura y los periódicos locales publicaban la calificación moral de cada estreno lo que significaba que a las que tenían la nota de 3R (mayores con reparos) era difícil entrar si no se habían cumplido los dieciocho y se demostraba con el carnet de identidad que te pedía el portero en la puerta, con más o menos manga ancha. Imagino que en cada provincia había un cine antiguo con cortinas muy pesadas y unos urinarios que tenían un olor muy denso y dulzón, lo que creaba una asociación que terminaba resultando paradójicamente estimulante.

 

 

Quizá por eso “Emmanuelle” fue una sensación en España pero también en Francia y en otros países. Era un símbolo de cambio, de ruptura de tabúes y censuras, de liberación sexual tras muchos años de represión, de otra estética erótica aunque fuera muy fantasiosa y ahora se haya quedado un poco anticuada y llena de estereotipos. Pero la película contiene las claves de la sexualidad permisiva que se iba abriendo paso desde el comienzo de los sesenta. Pretendía una pedagogía de la sexualidad libre, transgresora de los límites admitidos convencionalmente, como camino de búsqueda de un tipo de felicidad hedonista en este mundo.

Los modernizadores del sexo desde Magnus Hirschfeld o Havelock Ellis a Willhelm Reich, Kinsey o Master y Jhonson llevaban más de un siglo defendiendo que la sexualidad humana era una dimensión natural digna que no había que reprimir sino que era preciso gestionar adecuadamente para lograr el bienestar individual y social. También trataron de ampliar los márgenes de la conducta sexual permitida hasta entonces y reivindicaron la sexualidad femenina y la igualdad de sexos. Asimismo cuestionaron los contextos institucionales a los que se reducía la practica de la sexualidad (el matrimonio y la familia) y pusieron de manifiesto el debate más exasperante (y no resuelto en nuestra cultura) de la sexualidad humana: la necesidad de compañerismo afectivo y de variedad en la vida erótica.

 

 

Releyendo el libro de Emmanuelle Arsan (un pseudónimo que al final no consigo aclarar muy bien a quien corresponde)  encuentro la pedagogía de todo eso verbalizado en el personaje de Mario que, para hacer una pedagogía del erotismo, casi lo convierte en una religión transgresora de otras religiones. Encuentro en algunos párrafos la huella del Reich de “La Función del Orgasmo”  de nuevo reivindicado en aquellos años.  El placer como fuente ineludible de la vida y también de la salud y la felicidad. Y asimismo su contrario: la represión como fuente de enfermedad, de muerte y conflicto social. De pronto en medio de una novela erótica, a veces bastante elemental, aparecen párrafos tan elaborados como estos y que quizá tiene interés leer en estos tiempos con una perspectiva histórica:

“El erotismo no es un manual de recetas para divertirse en sociedad. Es una concepción del destino del hombre, un yugo, un canon, un código, una ceremonia, un arte, una escuela…Y también una ciencia. Sus leyes se fundan en la razón y no en la credulidad; en la confianza, no en el miedo; y en el gusto por la vida en vez de en una mística de la muerte.”

“El erotismo no es un producto decadente , sino por el contrario síntoma de progreso. Y en la medida en que priva a los asuntos del sexo de su sentido sacro, un instrumento de salubridad mental y social. Incluso es un factor de promoción espiritual, porque supone y exige una educación de carácter, una renuncia a las pasiones ilusorias en beneficio de las pasiones lúcidas.” (…) “Entre las pasiones que yo llamo ilusorias figuran el furor de posesión exclusiva y pertenencia exclusiva, la voluntad de mando y la de servidumbre, el hechizo, el deseo y el gusto por la muerte y por el sufrimiento, y el ansia de eternidad.”

“A mi me gustaría que la pasión suprema fuera la pasión por la belleza. en ella cabe todo. Lo bello se justifica por sí mismo, lo bello reta a la muerte. (…) “La belleza de la ciencia consiste en protegernos de los avatares de la magia. Y la belleza de la razón en horrorizarnos de las caretas del mito. Gracias al amor a la belleza, el mundo tal vez pueda desertar del teatro en que revelaciones y políticas disputan el papel de principales sombras. El universo en movimiento reirá a mandíbula batiente de sus congeladas pretensiones. Y el hombre se curará del alma gracias a su carácter, encontrará en el progreso continuo de su inteligencia el remedio contra pesadillas y quimeras.” (…) “Porque nuestra vida es muy sencilla, extrañamente sencilla: no hay más deber que la inteligencia, ni más destino que el amor, ni más bien que la belleza.”

“La moral es lo que convierte al hombre en hombre, no lo que le reduce a un simple objeto alienado cautivo, esclavo eunuco, penitente o bufón. El amor no se inventó para envilecer, doblegar o dar ocasión a muecas. No es el cine de los pobres, ni el tranquilizante de los excitados; no es una distracción, ni un juego, ni una droga, ni un sonajero,. el amor, el arte del amor carnal, es la realidad del hombre, el único espejismo verdadero, la tierra firme, la única patria. (…)”Todo lo que no es amor me sucede en otro mundo, en un mundo de fantasmas. Todo lo que no es amor me ocurre en sueños, en sueños abominables… No vuelvo a ser hombre más que cuando me aprietan unos brazos.

 

 

“No hace falta ningún todo para construir un mundo. Hace falta dicha y nada más” decía Paul Eluard en una cita que también utiliza Mario en su discurso. Contemplo la belleza de Silvia Kristel, su rostro un poco ingenuo y quizá ya amenazado por la desdicha que al parecer la persiguió siempre, por el desamor que siempre se cuela con facilidad en las vidas, a pesar de todos los discursos y todas las esperanzas.  Miro su cuerpo que permanecerá siempre joven en nuestra memoria, fresco y disponible para forjar otros sueños de libertad que tampoco se irán nunca del todo, otros fragmentos de alegría y placer  que iluminarán el mundo, un momento, y justificarán toda una vida.

 

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