Hace unos días en Radio 3 y a propósito de un programa sobre la Música Progresiva catalana, salían a relucir flecos sueltos de aquel pasado y de aquellos años agitados. Años aquellos en los que la revista barcelonesa CAU dedicó un número a ese tegumento de la Música Progresiva, repartidos entre Sevilla –con los Smash y Gualberto– y Barcelona con su nuevos músicos que desoían la canción de autor; Madrid embozado en otras trovas. Flecos despuntados y olvidados hoy. Tal que, grupos del momento vivo –que no todo era Nova Cançó, como se podría deducir– como Secta Sónica, Máquina o Música Dispersa, veían y tenían dificultades por cantar en español o en inglés. Había que hacerlo en catalán a toda costa y a toda prisa. La prisa del momento. Y la confusión de la música con mensaje. Por más que hubiera movimientos inexplicables e inexplicados como la Rumba catalana, que además coexistiera con otras tendencias y formatos dispersos, y así dieran a luz fenómenos transversales como Gato Pérez, Toti Soler, Santi Arisa o Jordi Sabatés.
La imagen usual de la música catalana por excelencia de los primeros setenta estaba presidida –gracias al sello Edigsa, sobre todo– por el proselitismo cantable del Els Sezte Jutges, obsesionados como estaban por la canción de autor fruto de las influencias francesas y sus chansons. Canción de autor y compromiso político. De todo ello hablaba sólo hace un mes en El País, Pau Riba, al anunciar su enfermedad y afrontar el futuro de un cáncer inevitable. En esa historia de la música a través de la tecnología–decía Luís Hidalgo–, no faltan referencias a sus años mozos, cuando en Cataluña existían Els Setze Jutges, antesala de la Nova Cançó y el Grup de Folk, en el que militaba él y su gran amigo Jaume Sisa entre otros. Ya saben que Sisa en una presentación de su pieza estratosférica Cualsevol nit pot sortir el sol, fijaba ya “el futuro galáctico de la Nova Cançó”.
De aquello polvos, estos lodos. “A nosotros”, escribe Pau Riba, “la estética pequeñoburguesa y afrancesada de los Setze Jutges, corrección extrema, jersey de cuello alto, temas costumbristas de corte nostálgico y como todo instrumental una guitarra y una silla, nos dejaba fríos. Lo nuestro era más apertura personal que lucha antifranquista”. Lo nuestro era la galaxia. Y ese es el precio del relato de un pasado que no se reconoce en el presente ¿Y si hoy hubiera de escoger entre Raimon y Sisa?, proseguía Hidalgo en su indagatoria: “Hombre, me quedo con Sisa, que es un colega y le admiro muchísimo, pero la elección no resulta tan fácil como la estoy diciendo, porque realmente creo que Raimon tiene mucha fuerza, creo que está fuera de Els Setze Jutges, de la Nova Cançó y de todo”.
Y ahora todo ello se activa con la muerte de Jordí Sabatés, con quien Pau Riba coincidió en hartazgos melódicos y partituras célibes. Además del cansancio por la copla tarareada de gris, organizó su disco manifiesto Dioptria. Nacido en Barcelona en 1948, compaginó los estudios universitarios de Física con los de música en el Conservatorio del Liceo, convirtiéndose inmediatamente en uno de los pilares del panorama musical barcelonés que buscaba una identidad propia más allá del folk, del rock, del jazz o de la música contemporánea y destacando, además, en todos esos campos con luz propia. Iniciando su carrera profesional en los años sesenta, época en la que formó parte de Om, la banda con la que Pau Riba grabó su legendario álbum Dioptria. En esta primera época, Sabatés participó como intérprete y arreglista en discos de María del Mar Bonet, Ovidi Montllor y Quico Pi de la Serra –pura Nova Cançó, pese a todo–, antes de formar su propio grupo, Jarka, con el que editó Ortodòxi y Morgue o Berenice. En una demostración de como el talento musical excede de los compartimentos prestablecidos. Y de cómo hay fuentes y regatos que acaban secándose con el tiempo.Entre sus trabajos de los años setenta cabe destacar Vampyria, disco magnífico a dúo con otro catalán lateral, como Tete Montoliu tocando el piano eléctrico. También son destacables sus trabajos con los viejos amigos Sant Arisa, Toti Soler, Carmen Bustamante, François Rabbath y el grupo de cámara Factor Quàntic. Sabatés fue una figura destacada de la llamada Música Laietana, pero también de la evolución posterior del jazz y la canción de autor en Catalunya. A lo largo de su vida hizo varias incursiones musicales en el mundo del cine y la literatura, como las obras inspiradas en El Señor de los Anillos, Méliès, Segundo de Chomón, Buster Keaton y Murnau. Algo parecido harían los compañeros de Pegasus –Más, Sunyer, Escoté y Santi Arisa– poniendo música a la pieza extraordinaria de Walter Ruttmann de cine mudo, Berlín sinfonía de una gran ciudad. Solo por alguno de sus trabajos en las décadas de 1960 y 1970 Sabatés ya habría ingresado en el Olimpo de la música hispana, pero su actividad se mantuvo firme, continuada y siempre abierta a los campos creativos más dispares durante más de medio siglo. Su disco A propósito de Bola de Nieve, la banda sonora de un documental sobre la figura del pianista y cantante cubano Ignacio Villa ‘Bola de Nieve’, quedó finalista en los Premios de la Música 2008 y entre los galardones que recibió destaca el Premio Nacional del Disco 1983, Premio SGAE de Composición de Jazz 1992, Premio FAD de Honor Sebastià Gasch 2013 y Premio Altaveu 2017. En este año, el 23 de marzo, en la sede de la SGAE, presentaba su nuevo y último álbum, Maverick, que recogía lo más significativo de su carrera artística, un repertorio de canciones que han sido compuestas por él mismo y que transitan por algunos de los capítulos del jazz clásico en interpretación de Sabatés y en un continente de referencias a los temas más significativos de esos 50 años de recorrido musical.
No olvidemos el contenido del texto que acompaña al álbum Maverick, que da cuenta de la procedencia de su nombre esquinado. Samuel Agustus Maverick (1803-1870) uno de los firmantes de la declaración de independencia de Texas, que por causa de no marcar sus reses y dejarlas en régimen de semilibertad sostuvo ese derecho marginal. Desde entonces se ha llamado Maverick a “toda res o animal sin marcar y se ha utilizado este término para definir a sujetos que son diferentes o se apartan de lo convencional”. Como Jordi Sabatés. Como el futuro galáctico.