Alberto Cortez, en un rincón del alma

Parece que me estoy viendo, con 17 años, en aquel patio empedrado de la calle del Jacinto, donde había un porche con columnas de madera pintadas de verde, y aspidistras que todavía conservo, y  el taller de carpintero, ya abandonado pero todavía con olor a virutas que miraba una gata gris, donde mí abuelo guardaba viejas herramientas y carteles de toros. Me recuerdo sentado en una mecedora de madera leyendo quizá una novela de Delibes y oyendo canciones de Alberto Cortez, como buscando y encontrando cierta fuerza para el despegue hacia otro mundo que me fascinaba y me daba miedo a la vez, anclajes, referencias, que luego tuve la sensación de que me sirvieron y atenuaron, a veces, la soledad o la zozobra de los primeros tiempos en Madrid.

A través de él descubrí a Facundo Cabral del que era esa canción (“No soy de aquí”) que él cantaba y que animaba tanto al viaje, a la aventura, a un cosmopolitismo que entonces  me apetecía mucho, porque se trataba de huir de un sitio pequeño donde se tenía la sensación de no poder vivir de la manera que se deseaba, de sentir un mundo posible, pero a la vez alentaba a la nostalgia del regreso a ciertas cosas valiosas que también se tenía la sensación de haber abandonado. Sus canciones resultaban cálidas, sentimentales y, con el tiempo, las fui abandonado cómo se abandonan muchas cosas que nos han gustado en la adolescencia, porque nos recuerdan emociones que ya no queremos volver a mirar, porque nos cansan un poco o porque no se ajustan ya a las nuevas ideologías de tránsito que vamos teniendo en la vida y, de pronto, nos apetecen otras músicas o incluso otros cantautores que entonces nos parecían “más comprometidos”  y eso es lo que estaba de moda en el ambiente en que nos movíamos, donde queríamos ser reconocidos. 

https://www.youtube.com/watch?v=Tdn_D6Y4I04

Hoy me entero que se ha muerto cuando todavía seguía cantando y me pongo a oír algunas de sus canciones. Y me doy cuenta (otra vez) de como pasa el tiempo y de que algunas son estupendas y probablemente pertenecen a la memoria sentimental de mucha gente que hoy se habrá dado cuenta de que lo seguía recordando en algún rincón del alma …

Etiquetado en
Para seguir disfrutando de Ramón González Correales
Olga Knipper y Anton Chejov, un amor en la distancia
Olga entonces, aquella tarde del 9 de Septiembre de 1898, justo antes...
Leer más
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *