10 años sin The Sunday Drivers

El 17 de julio de 2010, el por entonces todavía pujante e imprescindible Festival de Benicàssim acogía el canto del cisne de la que puede considerarse, sin exagerar, la mejor banda indie que ha existido en España. Cumpliendo lo que habían prometido cuando anunciaron su separación dos meses antes, The Sunday Drivers pasaban a la Historia sumiéndose en un silencio que hoy, diez años después, nunca se ha roto.

Los domingueros se iban en uno de esos momentos complicados para cualquier banda, en el que venían de facturar tres discos maravillosos (su debut homónimo, el soleado Tiny Telephone y el postrero The End of maiden trip) y uno directamente antológico, el segundo, Little Heart Attacks. En su pico de popularidad, pero sintiendo que habían perdido la energía y la compenetración necesarias para seguir adelante, el grupo se disolvió con la honestidad que los caracterizaba, sin dramas ni fuegos de artificio. Y por más que su nutrida comunidad de fans y nostálgicos hayamos deseado todo este tiempo que se fraguara un reencuentro, aunque fuese solo puntual, tanto ellos como nosotros comprendemos en el fondo que el suyo es uno de esos raros casos de perfección que es mejor no alterar. Solo nos queda reivindicar y revisitar una y otra vez esa breve discografía de 4 títulos repletos de canciones milagrosas.

Cuando digo que los Sunday Drivers fueron los mejores en lo suyo no lo hago por el orgullo que me produce el hecho de que fueran de mi tierra (Toledo), por otro lado tan poco pródiga en alumbrar grupos (y menos de este calibre), sino porque la música habla por sí sola. El indie despuntó allá por los 90 como el reducto de la industria basado en lo artesanal y el sello pequeño, pero en los 2000, precisamente la década en que The Sunday Drivers estuvieron activos, se consolidó como género en sí mismo y alcanzó su mayor grado de artistas cultivándolo y de interés por parte por parte de la prensa especializada y los oyentes, para irse diluyendo poco a poco durante la década siguiente en su hibridación cada vez más fuerte con otros géneros que le han tomado la delantera. Las claves del indie más puro no son otras que las de sus canciones pop/rock de armonías limpias y espíritu clásico, rematadas en producciones tan modestas como cuidadas hasta el último detalle, buscando siempre la cercanía y la intimidad con quien las escucha.

Así pues, es en el momento de gracia del indie en el que Jero Romero, Julián Maeso, Fausto Pérez, Miguel de Lucas, Carlos Pinto y Lyndon Parish desarrollaron un proyecto que arrancó con aquel primer disco de 2002 en el que ya estaban muy presentes tanto su vitalidad, delicadeza y luminosidad como la absoluta cohesión con que hermanaban sus tres pilares fundamentales: la inconfundible voz de Jero, el encanto retro de los teclados y el fabuloso manejo de las guitarras. Cortes como Time, time, time o All is good around me demostraban ya que ahí había un grupo excepcional, con un don para lograr arropar melodías irresistibles en unos arreglos deliciosos que llevaban sus canciones con toda naturalidad al terreno de lo perdurable, lo atemporal, lo clásico.
Una vez puestos en el mapa no dejaron de crecer. Incluso un disco a priori simple e inocente como es Tiny Telephone (2007), que contiene el hit veraniego Do it (quizá lo más conocido de The Sunday Drivers), ha revelado con los años su fortaleza, la de un grupo que no descuidó ni una sola canción, de forma que ninguna traicionase sus señas de identidad ni bajase el nivel respecto a las demás. Siempre puede volverse a sus temas menores, puesto que las escuchas sucesivas los acaban revelando tan mayores como cualquiera de los que hicieron. Tiny Telephone está plagado de ejemplos.

En 2009 vio la luz The End of Maiden Trip, que es el disco más expansivo de la banda, donde se evidenciaba el perfeccionamiento total de una fórmula dispuesta a transformarse en un futuro que nunca llegó, puesto que el disco acabó convertido en el último. Si hay una canción que demuestra como ninguna otra de lo que eran capaces The Sunday Drivers, ésa es la enérgica Everything reminds me of you. Dura 1 minuto y 41 segundos. Le da tiempo a cuadrar una introducción y un intermedio, repetir 3 veces su estrofa/estribillo y desmarcarse con un magnífico solo de guitarra. Todo esencial, pletórico, en su sitio. Le sigue Specially (Today), otra de las cosas más bárbaras que hicieron, transitando desde su dulzura inicial hasta una conclusión mucho más dura y eléctrica, pero sin perder ni un ápice de encanto pop por el camino. The End of Maiden Trip, abanderado por el también glorioso single My Plan, se erige como el agridulce testamento de un proyecto que se desmanteló cuando parecía que aún lo tenía todo por ofrecer.

Me he saltado muy conscientemente el segundo disco de los Sunday Drivers para dejarlo para el final, puesto que Little Heart Attacks (2004) no es solo su mayor hito sino también uno de los mejores discos de siempre. En su gozosa secuencia de canciones está el repertorio más querido y recordado de los toledanos, desde el seductor arranque de On my mind a la muy celebrada Often, pasando por los inapelables himnos I ain´t down y Can´t you see hasta desembocar en el tema que titula el álbum, siete minutos monumentales que constituyen su Hey Jude particular y anunciaban el final de sus conciertos provocando una mezcla de melancolía y gratitud. Mi tema favorito, sin embargo, es uno de los menos obvios. Hate yourself es una de esas canciones que desarman de puro sencillo y perfecto, de las que se meten en tu vida manteniendo intacta su capacidad emotiva a lo largo de los años.

Precisamente eso es lo que tenemos que agradecer a los Sunday Drivers. Aunque no vuelvan nunca (el propio Jero Romero reconoce en su último lanzamiento en solitario que “se me ha caído 2010, otra vez”), nos dejaron un imborrable legado musical que seguiremos cuidando y compartiendo como se merece.

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