Si es posible encontrar un libro que conecte de forma inmediata con lo que pudo ser la antigüedad clásica y con los hombres que allí vivían ese es “Las memorias de Adriano”, que Marguerite Yourcenar concibió a los 24 años y termino de escribir mas de veinte años después, transitando entre guerras, amores, pérdidas y continentes. Adriano nos habla, en primera persona, desde ese instante del arco vital en el que ya se vislumbra el fin y se quiere repensar toda una vida que se escapa inevitablemente, como la memoria o el agua entre los dedos. La traducción de Julio Cortázar al español es un regalo adicional, como lo son las notas finales, donde la escritora nos sugiere su trayecto vital hasta conseguir el perfil del emperador y también su viaje a ese momento histórico único, en frase de Flaubert, “cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aun, desde Cicerón a Marco Aurelio, en que solo estuvo el hombre”.
“Experiencia con el tiempo: dieciocho días, dieciocho meses, dieciocho años, dieciocho siglos. Inmóvil permanencia de las estatuas que, como la cabeza de Antínoo Mondragón en el Louvre, viven aún en el interior de ese tiempo muerto. El mismo problema considerado en términos de generaciones humanas: dos docenas de pares de manos descarnadas, unos veinticinco ancianos bastarían para establecer un contacto ininterrumpido entre Adriano y nosotros.”
“En todo caso, yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los cuarenta años. Se corre el riesgo, antes de haber alcanzado esa edad, de desconocer la existencia de grandes fronteras naturales que separan, de persona a persona, de siglo a siglo, la infinita variedad de los seres; o por el contrario, de dar demasiada importancia a las simples divisiones administrativas, a los puestos de aduana, o a las garitas de los guardias. Me hicieron falta esos años para aprender a calcular exactamente las distancias entre el emperador y yo.”
“Hundimiento en la desesperación de un escritor que no escribe.”
“Todo se nos escapa, y todos, y hasta nosotros mismos. La vida de mi padre me es tan desconocida como la de Adriano. Mi propia existencia, si tuviera que escribirla, tendría que ser reconstruida desde fuera, penosamente, como la de otra persona; debería remitirme a ciertas cartas, a los recuerdos de otro, para fijar esas imágenes flotantes. No son más que muros en ruinas, paredes en sombra. Ingeniármelas para que las lagunas de nuestros textos, en lo que concierne a la vida de Adriano, coincidan con lo que hubieran podido ser sus propios olvidos.”
“Lo cual no significa, como se dice con demasiada frecuencia, que la verdad histórica sea siempre y en todo inasible. Es propio de esta verdad lo de todas las otras: el margen de error es mayor o menor.”
CUADERNOS DE NOTAS A LAS «MEMORIAS DE ADRIANO». MARGUERITE YOURCENAR