Sobre la elegancia

Puede que la elegancia sea una cuestión subjetiva. Es posible que, simplemente, responda a una actitud distante y relajada sobre nuestro propio aspecto, a algo no aprendido. Que, tal vez, mirando con atención a quienes consideramos elegantes podamos llegar a aprender algo de ese “je ne sais quoi”. O, simplemente, que este atributo se muestre como un encanto nítido, pero inexplicable, al que cada uno da un nombre. Para Balzac, “la elegancia es la ciencia de no hacer nada igual que los demás, pareciendo que se hace todo de la misma manera”. Y probablemente sea una mezcla de todo lo anterior. No es sólo aspecto físico, en cualquier caso. De hecho, creo que es un atributo independiente de él, una virtud que supera la barrera visual, una invitación para descubrir a la persona que emite esos destellos. La elegancia es una promesa de algo más, siempre.

De todas formas, tampoco hay que ponerse tan serio con los asuntos del vestir. Elegir lo que nos ponemos cada día es una manera de jugar, de mostrar u ocultar, y no hablo sólo de piel, sino de enseñar sólo alguna de nuestras caras, o todas… o ninguna. La ropa nos permite arriesgar o adaptarnos al entorno; conocernos mejor en función de nuestras elecciones instintivas y hasta enseñar y enseñarnos qué cambios se están produciendo en nuestro interior. La moda nos da opciones para ser transparentes u oscuros, nos ayuda en los días rojos y puede servir para dar señales a quienes nos miran. Vestir como una manera de optimizarnos y de mejorar nuestro entorno, que se empeña en ponerse gris. Claro que hay muchas cosas de las que preocuparse y en las que posar nuestra atención hoy, pero se puede pensar mejor si nos sentimos bien dentro de nuestra piel, primero, y después, dentro de lo que hemos elegido ese día para lanzarnos al mundo.

Como observadores que somos, además de actores, blogs como The Sartorialist, Garance Doré o My Daily Style permiten asomarnos a las calles de distintas ciudades del planeta y comprobar que no es necesario gastarse miles de euros o dólares en vestir con encanto; que quien se los gasta no compra el estilo junto a la prenda que paga y que es un auténtico placer encontrar a gente que sale a la calle con una actitud distinta, sin seguir las directrices de ninguna biblia ni gurú de la moda.

Me explico con razones visuales.

1. Mujer bellísima y elegante: Marion Cotillard, criada en los suburbios de París

2. Mujer alejada de la elegancia, aunque igualmente bella: Irina Shayk, modelo, ex-novia del futbolista Cristiano Ronaldo. No conozco el origen

3. Mujeres elegantes, informales y desconocidas

4. Chicos elegantes. Evidentemente no hace falta llevar un traje al uso para serlo…

*Las imágenes que acompañan este texto han sido tomadas de The Sartorialist,

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