Noche de verano en Mainz, Renania. En la plaza de la estación de tren nos despedimos, riendo y gritando, dos amigas y yo; es curioso cómo el volumen de nuestra voz puede llenar un lugar donde rondan adolescentes, borrachos y otras gentes imprevisibles. “¡Españolas!”: con esas palabras nos aborda un hombre de mediana edad, moreno, vestido con traje negro. “Spanische Leute!”, sí, gente española. En lugar de echar mano del deporte, Real Madrid, Barça, Nadal, para atraer nuestra atención, el hombre ha utilizado un recurso mucho más urgente. “Spanien Katastrophe! Katastrophe!”, ha exclamado (creo que no es necesario traducir). Le hemos mirado incrédulas: no estamos acostumbradas a que no sean el fútbol o las sevillanas lo que se mencione detrás del nombre de nuestro país. “Krise, crisis! España terminado, kaputt!”, ha añadido, con las palmas de las manos hacia abajo, extendiendo un plano invisible en paralelo al suelo.
He sentido la puya en el pecho, esa insignificante ofensa que es que un ajeno hable mal de tu familia. Nos hemos dado la vuelta para irnos, pero el hombre ha seguido: “¡Terminado! ¡España terminado! Zurück zu pesetas! (vuelta a las pesetas)”, añade con acento turco y cierta gracia. Qué absurdo, he pensado, por qué nos grita como si viniéramos de sitios distintos. Esther le ha preguntado que de dónde era, y él ha respondido que de Francia, algo más que dudoso a juzgar por la agilidad con la que vibraba la r. Ni que el ser europeo le fuera a ganar legitimidad, o ni que al llamarse así mismo francés estuviera restándole a España su condición europea; ni que tuviéramos que pelearnos por el derecho a pisar esa plaza alemana.
Hay sitio para todos, sobre todo – según me apunta una vocecillas espabilada– mientras una sea estudiante Erasmus y el otro regente un locutorio junto a primos y cuñados. Qué patético, he pensado, un turco en Alemania que se finge francés para increpar a tres españolas. Pero, si patético es lo que era, ¿a qué viene esta inquietud? ¿O es que era un hombre que increpaba a tres jovencitas? ¿O era un cuarentón de tez oscura provocando a tres blancas recién duchadas, vengando en nosotras una discriminación que para él habrá sido constante en los últimos veinte años? ¿Dónde empieza la transgresión, dónde exactamente está la violencia?
*La fotografía es de Ramón González Correales