“Conspiración de silencio”: la nostalgia de los héroes verdaderos

Cine clásico

Los trenes que siempre pasaban de largo por Black Rock un pueblo perdido en medio del desierto de Texas. Hasta aquel día en que bajó un hombre solo, John J. Macreedy (Spencer Tracy), trajeado, sin un brazo y con una maleta en el otro, dispuesto a instalarse en el único hotel de la única calle para hacer algo que solo él sabía pero que, desde el principio pareció inquietar mucho a los que no dejaban de mirarle como a un forastero al que había que echar cuanto antes, haciendole la vida imposible. Sin embargo aquel hombre, de apariencia fragil, parecía tener una extraña fuerza que lo hacía no perder la calma ante las provocaciones, una sabiduría sobre la condición humana que parecía manar de experiencias muy extremas donde había aprendido algo esencial sobre como enfrentar el mal y como agradecer el esfuerzo de los heroes verdaderos. Por eso estaba allí: para entregar la medalla al valor al padre del hombre que había muerto por salvarle la vida.

Las guerras trastocan muchas cosas, lo simplifican todo de manera brutal por miedo a un enemigo que siempre puede estar al acecho o esconderse en los sitios más inesperados. También son una gran oportunidad para los canallas y los psicópatas. En aquel pueblo lo había sido para Reno Smith (Robert Ryan) que con su grupo de matones había quebrado la dignidad de todos obligándoles a callar un crimen infame y de alguna manera haciéndolos complices de él. Pero todo se tambalea cuando aparece aquel hombre del sombrero que sabe apelar a la ley, que es duro e incluso sabe pelear con su único brazo. A su alrededor pueden levantarse algunos de los que parecían vencidos y redimirse otros que no supieron soportar el miedo.

“Conspiración de silencio” fue dirigida en 1955 por John Sturges sobre un guión basado en un relato corto (“Bad day at Hondo”) de Howard Breslin que también participó en él junto a Millard Kaufman y Don MacGuire. Es un wester que, como los mejores, trasmite la esperanza moral de que, al final, la verdad triunfa y los buenos ganan a los malos aunque sea después de grandes sacrificios y de la aparición final de un héroe poderoso que encarna los verdaderos principios de la ley y la justicia. Quizá una fantasía del humanismo liberal que tantas veces no se cumple pero en la que quizá nos conviene creer en estos momentos de tanto dolor y tantas mentiras.

Para seguir disfrutando de Ramón González Correales
Café Society: la vida que siempre se abre paso
Lo asombroso de las películas de Woody es que parecen flotar, ser...
Leer más
Participa en la conversación

1 Comment

  1. says: Óscar S.

    La impactante imagen de la película que has escogido de cabecera me hace pensar que alguien, un creador o un pez gordo, primero concibió ese hombre recio, solitario, manco y vestido de negro sobre un raíl en desuso con fondo de desierto, y luego se pensó la historia. No le salió mal, si creemos en la Justicia como una maza implacable que termina por caer sobre todos como los rayos abrasadores del sol sobre un pueblo inexorablemente maldito…

Leave a comment
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *