A veces hay cosas que no podemos cambiar, ‘por ahora’, porque simplemente están fuera de nuestras posibilidades de control. Es entonces cuando hay que centrarse en “el círculo de influencia” y no destruirse inútilmente dándose dentelladas estériles o matando el tiempo que ya no volveremos a tener nunca. Es el momento de desarrollar una técnica que quizá produzca el fruto de todo lo que podemos crecer después, cuando las condiciones hayan cambiado, porque la vida se mueve y en ocasiones ocurre que se termina teniendo todo lo esencial y no acertando a vivir nada significativo. Como lo expresaba Adriano en aquel periodo que pasó entre los bárbaros en la nieve.
“(…) Pero el mayor rigor lo apliqué a la libertad de aquiescencia, la más ardua de todas. Asumí mi estado y mi condición; en mis años de dependencia, la sujeción perdía lo que pudiera tener de amargo o aun de indigno, si aceptaba ver en ella un ejercicio útil. Elegía lo que tenía, exigiéndome tan sólo tenerlo totalmente y saborearlo lo mejor posible. Los trabajos más tediosos se cumplían sin esfuerzo a poco que me apasionara por ellos. Tan pronto un objeto me repugnaba, lo convertía en tema de estudio, forzándome hábilmente a extraer de él un motivo de alegría. Frente a un suceso imprevisto o casi desesperado, una emboscada o una tempestad en el mar, una vez adoptadas todas las medidas concernientes a los demás, me consagraba a festejar el azar, a gozar de lo que me traía de inesperado; la emboscada o la tormenta se integraban sin esfuerzo en mis planes o en mis ensueños. Aun en la hora de mi peor desastre, he visto llegar el momento en que el agotamiento lo privaba de una parte de su horror, en que yo lo hacia mío al aceptarlo. Si alguna vez me toca sufrir la tortura —y sin duda la enfermedad se encargará de someterme a ella—, no estoy seguro de conservar mucho tiempo la impasibilidad de un Trasea, pero al menos me quedará el recurso de resignarme a mis gritos. Y en esta forma, con una mezcla de reserva y audacia, de sometimiento y rebelión cuidadosamente concertados, de exigencia extrema y prudentes concesiones, he llegado finalmente a aceptarme a mí mismo.”
Marguerite Yourcenar. Las memorias de Adriano
Me fascina como puede ligarse la nostalgia de una Venecia medieval y la (pos)modernidad de un Stewart…pasando por las emboscadas y tempestades del romano Adriano…gracias…