La fina línea de abandonar o seguir, de no levantarse de la silla o irse al parque a pasear o a una fiesta, llena de gente y alcohol, donde intentar conseguir librarse de esa burbuja de angustia o de culpa por lo que no somos, por lo que no se ha conseguido realizar, aunque no se sepa en realidad el rastro que se quería seguir, ni siquiera si ese rastro existirá alguna vez y llevará a algún sitio.
Escribir es el oficio de saber tratar a los gatos. De intuir cuándo perseguirlos implacablemente, porque no irán muy lejos, o cuando dejarlos ir y esperarlos con calma, haciendo otras cosas en una habitación tranquila, sabiendo que algún día aparecerán y ronronearán a nuestros pies dispuestos a quedarse el tiempo que necesitamos para poder acariciarlos un poco y sacarles unas líneas que no nos disgusten demasiado.
“En cuanto surgen dificultades me retiro, ahí esta el secreto de la creatividad. A las ideas hay que tratarlas como a los gatos: hacer que ellas nos sigan. Si usted intenta acercarse a un gato y levantarlo el animal no lo dejará. Tienen que decirle: “Bueno, vete al diablo”. Entonces el gato dirá: ” Un momento, este no se parece a la mayoría de los humanos”. Y luego, por curiosidad,se pondrá a seguirlo: “Vaya a ti qué te pasa ¿no me quieres?”.
Pues bien, con las ideas ocurre lo mismo (…) Uno dice: al diablo, no hace falta que me preocupe. No hace falta que empuje. Las ideas me seguirán. Cuando bajan la guardia y están listas para nacer, me doy la vuelta y las atrapo.”