Dejarnos llevar por esa energía misteriosa que no siempre tendremos. Que nos invita a fluir, a movernos, a salir a la calle, a desear el mundo. El sol de una mañana en que no hay que hacer nada; esa música que llega a la caída de la tarde mientras recordamos aquel olor del que emerge un rostro o todo un tiempo; mirar cómo aparece la luna roja en el horizonte todavía azul; sentir el cosquilleo de los proyectos más sencillos o quizá el fogonazo de una pasión amable, de un conocimiento que perseguir poco a poco; disfrutar de las dificultades cotidianas que nos recuerdan que estamos vivos y que se desvanecen con la acción o el azar. Detenernos sólo un momento, muy de vez en cuando, para mirarnos, para pensar lo frágil y fugitivo que es todo y también lo precioso.
Y seguir deslizándose contemplando lo que existe fuera, lo que nos llama, olvidando ese vértigo que también nos nutre y nos acompaña porque somos nosotros que sabemos que nos movemos, con la sensación de que lo hacemos cada vez más deprisa.
Si hubiéramos sabido que vivir era eso…
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‘Cuarto de hotel’
V
¿Sólo en el tiempo soy? ¿Sólo soy tiempo?
¿Una imagen que huye de sí misma
y está más lejos mientras más se acerca?
¿Soy un llegar a ser que nunca llega?
Lo que fuí ayer -las nubes, la muchacha,
y el recodo de cualquier momento
la no invitada sombra de la muerte-
no fue, no llegó a ser, no será nunca:
ayer está pasando todavía
y nunca acaba y nunca llega.
“Después del tiempo”: pienso, “está
la muerte
y allí seré por fin, aunque no sea”.
Mas no hay después ni hay antes y la muerte
no nos espera al fin: está en nosotros
y va muriendo a sorbos con nosotros.
OCTAVIO PAZ. “Puerta condenada”
¿Cómo puedes saber esto, si apenas tienes veinte años?
(Yo, en tu lugar, seguro que me cabreaba: “sí, qué pasa, veinte, y qué”
(lo siento, he publicado antes de tiempo)
Pero no es corriente reunir capacidad de observación, y de introspección, y saber hallar las palabras justas, que producen en el que las lee esta sensación de reconocimiento inmediato…
quiero más
🙂