Nunca aceptes consejos

Hay escritores de importancia que han estudiado literatura o incluso la enseñan en alguna universidad. Algunos también son críticos en algún periódico importante y parece que eso no les afecta demasiado en su trabajo creativo. Pero es inevitable no percibir una tensión entre esas dos : entre ver la literatura o juzgarla desde fuera y ejercerla desde dentro. Son dos mundos paralelos y quizá complementarios pero de los que pueden saltar chispas si se juntan.

Generalmente al escritor le sobrevuelan como tábanos todas las expectativas y voces críticas que ha ido introyectando dentro de sí, a veces de forma bastante inconsciente, y que le recuerdan lo que debería escribir y como debería hacerlo para aportar realmente algo a la literatura o simplemente para sentirse un auténtico escritor y ser adulado un poco por sus amigos o enemigos escritores o críticos o lectores en general. No hay que decir que eso no suele dar buenos resultados en ninguna dimensión posible, sobre todo en la más importante: en el gozo razonable del proceso de escritura o en incluso en la posibilidad de que ese proceso tenga tiempo de evolucionar.

No se puede escribir con gusto, haciendo emerger una visión propia de algo, estando cogido por las solapas de manera constante por los fantasmas de los “deberías“. Esa situación sólo produce un continuo desasosiego y en el mejor de los casos solo da lugar a obras “correctas” pero que no tienen verdadera originalidad, ni desde luego vida, que siempre están descoyuntadas por una falta de autenticidad esencial que las convierte en algo rígido y vacío que se percibe emocionalmente y las hace olvidar con suma rapidez.

No hay pautas verdaderamente objetivas para decidir lo que es realmente bueno, aunque siempre tenemos la sensación de reconocerlo cuando lo encontramos. Es evidente que quien escribe, leyendo, ha ido formándose un gusto con el tiempo, lo que siempre supone un nivel de exigencia y también la posibilidad de una voz diferenciada que gustará mucho a unos, a otros nada y a los demás los dejara indiferentes. Esto hay que darlo por supuesto.

Pero en el proceso de escritura, y no sólo en el desarrollo de la técnica, hay que decidir no condescender demasiado con nadie. No tener miedo a defraudar expectativas, ni a experimentar, ni a tener la última palabra en lo que en ese momento nos parece lo mejor. Por eso Chandler prefería prevenir…

“Como escritor con veinte años de experiencia profesional he conocido a toda clase de gente. Los que más saben sobre literatura son los que no saben escribir. Cuanta menos atención les prestes mejor. Todo lo miran desde fuera, y lo que ven no le sirve de nada al que esta dentro; están a otro nivel mental. Así que me he impuesto tres reglas para escribir que son absolutas. Nunca aceptes consejos. Nunca enseñes ni discutas el trabajo que estas haciendo. Nunca respondas a una crítica.” 

RAYMOND CHANDLER “Al director de The Third Degree” Abril de 1954

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