Uno de los momentos más entrañables y a la vez más significativos para el melómano adolescente es aquél en que empieza a escuchar los discos de sus padres. Sin ningún tipo de rubor combina sus clásicos de infancia (no nos engañemos, lo que echan por la radio) y los clásicos de verdad, que por primera vez le demuestran toda su potencia. En ese mundo maravilloso caben el pop facilón y la guitarra rebelde, la canción pachanguera de turno y el himno de los 70. Todos son equiparables y te hacen el más guay y especial. La música que tú escuchas es la mejor y tú tienes más idea que todos tus amigos juntos. El problema es que luego se crece, se adquiere bagaje y se distingue mejor, se acaban los clásicos y hay que empezar a explorar la segunda división, tener un gusto único e intransferible es más complicado y más inútil, y en medio de todo ello hay discos con los que no sabemos muy bien lo que hacer.
A Green Day, paradigma del rock adolescente por excelencia, les ha sucedido esto con el paso de los años. Con su revival punk de trallazos breves de tres acordes y actitud cándidamente malota consiguieron convencer a propios y extraños en 1994 con Dookie, álbum que gustó a los púberes nacidos entre los últimos 70 y primeros 80, arrancó el aplauso de los críticos y seguramente fue denostado por los padres, buena señal. El éxito les acompañó en unos trabajos siguientes repletos de hits, aunque no dejó de pesarles la acusación de repetir lo mismo una y otra vez, sólo que cada vez peor, que es de hecho lo que estaban (y siguen) haciendo.
Y entonces cambiamos de generación y llegamos al 2004, año de publicación de American Idiot. Con los ex-púberes del Dookie más preocupados por seguir comentando por qué les decepcionó tanto Hail to the thief y corriendo la voz de que el debut de unos tales Arcade Fire era la Biblia en pasta, los nacidos a finales de los 80 y primeros 90 cambiaban a Oasis por Muse mientras todavía se colaba en sus mp3 algún intruso de Operación Triunfo (cuya versión americana, American Idol, da pie al sardónico título del álbum de Green Day). Y se toparon con un puñado de canciones molonas y adictivas, que apenas bajaban el volumen de guitarras durante casi 60 minutos y además salían por la MTV. Aquello del punk-rock era una auténtica pasada. Y era entonces cuando uno investigaba que la cosa venía del 77, con los Sex Pistols y los Ramones. Y daba una vuelta por la estantería del salón a ver si papá compró en su día alguno de sus discos, cuando no se los bajaba directamente del Emule. La crítica, por su parte, alabó American Idiot como el trabajo más meritorio de Billie Joe Amstrong y compañía en 10 años pero no se mojó mucho más a la hora de darle relevancia.
Durante los años siguientes, American Idiot seguía ahí como seguro al que recurrir cuando te apetecía dar en el clavo en una fiesta o recibir una buena descarga eléctrica. Hasta que los discos del 77 te empezaban a convencer más porque llegaron primero, ya habías caído rendido ante Funeral, te sonaba el nombre de Animal Collective y tenías que decir que Radiohead era claramente mejor que Muse, no fuera a ser que te lincharan públicamente. En 2009, para cuando se publicó 21st Century Breakdown, el fallido intento de Green Day por crear una ópera rock aún más ambiciosa que American Idiot, su popularidad estaba bastante mermada. ¿Qué era aquél disco sino una sucesión de temas esquemáticos y repetitivos con estribillos resultones para conquistar fácilmente a las masas? Que había vendido 25 millones de copias, qué calamidad. El caso es que cada vez que lo escuchabas seguía siendo rock como la copa de un pino. Era comprensible que te gustara cuando tenías 15 años, pero ¿por qué te seguía gustando con 20?
Transcurrido un lustro más , cuando se cumple una década de su publicación (y 20 años de la de Dookie), con la banda de Berkeley perdida en su continuo copiarse a sí misma, es hora de colocar American Idiot en el lugar que se merece. Manteniendo la fórmula inconfundible de los tres acordes, su gancho comercial es indudable, imposible no recordar y tararear al instante los estribillos de la canción titular, Holiday, Boulevard of Broken Dreams o Wake me up when september ends. Imposible no reconocer lo bien que casan seguidas Give me novacaine, She’s a rebel y Extraordinary girl. Imposible no sentir la tentación de ponerse a dar saltos. Y, vaya, la cosa viene de regalo con dos suites de 9 minutos (Jesus of suburbia y Homecoming) que además de mantener su garra se complementan y están perfectamente colocadas en segundo y penúltimo lugar respectivamente, que al fin y al cabo esto es un disco conceptual y funciona. Que no haya ningún pudor en reconocerlo, American Idiot es el mejor trabajo de Green Day, un disco estupendo e ineludible. No sintamos ninguna vergüenza en darle el homenaje que su décimo aniversario se merece, pongámonoslo a todo volumen. Seamos otra vez adolescentes.
Pues yo tenía oído que el American Idiot en cuestión era George W. Bush…