A veces el sol de otoño es tan dulce como algunas despedidas que no son definitivas y permiten disfrutar en una mañana, en un anden, de la intensidad de todo lo que se va a perder y que sentimos tan valioso, de la certeza de un privilegio que podría no haber sucedido y que sin embargo sentimos que ya nadie puede arrebatarnos.
El sol de otoño ilumina la mañana como esa mano que se agita y nos recuerda los sueños del verano que se aleja y las posibilidades del próximo horizonte de la playa.