José Luís Sánchez (Almansa, 1928-Madrid 2018), pese a su conocimiento relativo por el gran púbico, resume en su trayectoria creativa buena parte de la problemática del Arte y de la Escultura española de la segunda mitad del siglo XX. Donde a los retos normales y equivalentes de la renovación artística europea de posguerra, había que unir las peculiaridades propias del panorama español. Un panorama cerrado y adormecido, al que los fundamentalismos políticos y religiosos del Bajo franquismo artístico habían llenado de patriotismo marcial y devocionario mariano. Rigurosamente custodiado, el escenario artístico, por el sanedrín cultural del momento, desde José de Aguiar a Juan de Avalos. Y que sólo se despejará (y de qué forma) a la altura de 1951, con motivo de la vilipendiada Primera Bienal Hispano Americana de Arte, que tutelaban los, así llamados, liberales azules: Laín, Ridruejo o Luís Felipe Vivanco, que sería el comisario de la citada BHA. Ente cuyas celebraciones más sonadas, tuvo lugar a conferencia-enigma de Salvador Dalí.
Justo en esos momentos de despegue normalizador, José Luís Sánchez, había terminado sus estudios de Derecho (en lo que coincide curiosamente con otra figura central del Arte español, como Luís Gordillo) y optaba por iniciar el viaje artístico en la Escuela de Artes y Oficios. Donde va a tener como maestro al escultor Ángel Ferrant, con capacidad para abrir los ojos a otros panoramas. Y es que esos primeros años cincuenta van a ver encadenarse acontecimientos relevantes: la Trienal de Milán (1951, con premio para Coderch y Valls), la XXVI Bienal de Venecia (1952), el nombramiento de Fernández del Amo como director del Museo de Arte Contemporáneo (1952) o el Primer Congreso de Arte Abstracto en Santander (1953). En 1952, Sánchez viaja a Italia becado por la Delegación Nacional de Educación, junto a su amigo Miguel Berrocal, para entrar en contacto con Marino Marini, Manzú o con los hermanos Pomodoro. Y descubrir que en la Escultura hay otros mundos posibles pero que están en este. Y así aparece un horizonte diferente de una modernidad que le permite contactar con su pasado desconocido: desde Julio Antonio a Pablo Gargallo, desde Alberto Sánchez a Cristino Mallo, desde Victorio Macho a Julio González y, claro, Ángel Ferrant.
Pero no sólo la recuperación de la practica escultórica de los años republicanos, sino la proximidad de otros fenómenos como la experiencia misma de la Bauhaus y la idea de Integración de las artes, ya en su estancia de Milan de 1954, donde colabora con Gio Ponti en la X Trienal y descubre tanto la importancia del Diseño Industrial como la propuesta de renovación de las Artes. Años italianos fértiles, donde se relaciona con arquitectos como Feduchi y Javier Carvajal, y con artistas como Labra, Arcadio Blasco o Rafael Canogar, con los que va a establecer estrechas relaciones. Años formativos que se amplían con su estancia en Francia en el taller del ceramista Pierre Canivet, donde conocerá a su hija Jacqueline con la que se acabará casando.
De tal suerte que cuando en 1955 se establece en Madrid, las bases de su trabajo están sentadas y asentadas en el entorno de la amistad sostenida con José Luís Fernández del Amo, que le llevará a las propuestas de renovación de las artes, promovidas desde el Arte Sacro, y luego de manera continuada al universo de los trabajos del Instituto Nacional de Colonización. Visible ello tempranamente, en la pieza de 1956 La Anunciación, que ya anticipaba muchas cuestiones que serían abordadas posteriormente.
De tal forma que en la exposición de 1958 Continuidad del Arte Sacro, organizada por el Ateneo de Madrid, aparece ya un joven Sánchez junto a Carlos Pascual de Lara (recién fallecido), Vento, Corrales y Molezún, Vaquero Turcios, Suarez Molezún, Antonio Suárez, Alejandro de la Sota, Fernando Mignoni, Cesar Manrique, Hernández Carpe, Labra, Amadeo Gabino, Arcadio Blasco, Javier Carvajal, José María García de Paredes o Farreras. Es decir, al amparo de esa meditada Continuidad del Arte Sacro, se nos mostraba una vertiente decisiva del universo artístico de los cincuenta españoles, y se nos mostraba como decisiva esa interrelación de las nuevas prácticas artísticas con la Arquitectura renovada. En el breve currículo de Sánchez, del catalogo de la citada exposición, aparecen ya importantes realizaciones dentro de esa orbita de Arte Sacro, formulado desde principios diferentes de la estatuaria y de la imaginería y que tuvieron acomodo en los recientes Pueblos de Colonización, como Vegaviana, Llanos del Caudillo o San Isidro de Albatera. Donde mostraba su aplicación de esa proclamada Integración de las Artes y además, abría el universo del Arte Sacro al territorio contemporáneo. Visibles esas preocupaciones en trabajos diversos, en relación con García de Pablos en la Parroquia de la Paz (1959), en la Parroquia sevillana de Los Remedios con Roberto de Juan y José María Morales Lupiañez (1962); de nuevo con García de Pablos en los Sagrados Corazones (1965) y en 1967, junto a Miguel Fisac en Santa Ana de Moratalaz.
Junto a ello, junto a las piezas de Arte Sacro hay que señalar otras dimensiones en el trabajo de Sánchez, que le merecieron el nombramiento como académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1986. Parte de ese trabajo diverso, lo compone la obra pública y la importante serie de trabajos en pequeño formato que forman las series de Torsos y Relieves. Facetas diversas, pero no encontradas, que merecieron el texto de Corredor Matheos en el catálogo de la exposición antológica de 2010, organizada por la Junta de Comunidades de CLM, José Luís Sánchez. Trayectoria de un escultor, y que denominaba Los diversos caminos y único camino de José Luís Sánchez. Como he tenido ocasión de afirmar, al señalar que la Cabeza de yeso de 1952, José Luís Sánchez anticipaba ya todos los movimientos venideros.