Ciberdiógenes

Síndrome de Diógenes, 1990

Cuando en 1990 dimos a conocer en el Diario de Burgos el Síndrome de Diógenes, no teníamos ni idea de que se iba a convertir en un fenómeno mediático, hasta el punto de que ahora todo el mundo sabe qué es esa terrible patología socio-sanitaria.

La protagonista se llamaba Herminia, una mujer afectada por una conducta de soledad y reclusión, negligencia del autocuidado, acumulación de basura y pobreza imaginaria. El aislamiento y el amontonamiento de basura (silogomania) eran tan escandalosos que muchos medios de comunicación empezaron a publicar casos similares.

Poco después (1991) presentamos la primera comunicación científica, y muchos colegas nos enviaron sus propios casos, a cuál más dramático y peculiar. Ese mismo año hicimos un registro en la provincia de Burgos de ancianos que vivían en condiciones similares y encontramos 23 personas de las cuales más de la mitad murieron durante ese mismo invierno, de soledad, desnutrición y frío.

A continuación, recogimos todos los casos bien documentados que pudimos (120), y publicamos un libro titulado Envejecer en soledad” (1995). La mayoría eran mujeres, de unos 75 años, que vivían solas, aunque a veces tenían parejas (lo que denominamos Síndrome de Crates e Hiparquía), que habitaban rodeados de suciedad y abandono, con amontonamiento de objetos y basuras, y sin las mínimas condiciones de habitabilidad (Tabla 1).

S. DE DIOGENES
Muestra: N=2
SEXO 77.5% Mujeres
EDAD        Mujeres 74 años, hombres 75 años
ESTADO CIVIL      Solteras 21.6 %, viudas 75.2%, etc.
CONVIVENCIA Solas, 85.5%; compañía 14.4%, etc.
VIVIENDA   Viejas, sin servicios 80.8%;
Modernas, buenas condiciones 19.1%;
Descuidadas, sucias, basura  100%
RECURSOS SOCIALES  FAMILIARES DISPONIBLES Pensiones de jubilación 89.6%
Familiares, vecinos o amigos 41.2% Ayuda social 41.2% Ninguno 10.3 %

La mayoría eran conocidas por vecinos o familiares que no hicieron nada, hasta que la policía o los sanitarios intervinieron y fueron hospitalizadas. Todas con graves deterioros somático y mental, aunque la mayoría sin un diagnóstico concreto.

En algunas pudimos estudiar sus rasgos de personalidad, sin aplicar un test específico, sencillamente porque no colaboraban (Tabla 2). Encontramos cinco tipologías de personalidad peculiares, pero dos predominantes, los TIPO I, eran independientes, reservadas, dominantes, obstinadas, inestables, acaparadoras y autosuficientes; y los TIPO II, personas pendencieras, mortificantes, celosas, agresivas, suspicaces, sigilosas, paranoides. Es decir, mayormente eran personas muy complicadas, con conductas muy desajustadas, con dificultad para establecer vínculos sociales, con trastornos de personalidad, con conductas muy patológicas de aislamiento, rechazo de la sociedad, negligencia de autocuidados y enfermedades somáticas graves.

Pero lo importante, no es tanto la ACUMULACIÓN de basura y objetos inservibles, por una especie de “por si acaso o pensé qué”, que les da cierta sensación de seguridad. Realmente las personas con Diógenes padecen una enfermedad cuya causa y consecuencia es la soledad, algo así como una SOLEDAD MALIGNA que es como un cáncer social que acaba con sus vidas.

Hikikomori, 2008

Pasaron los años, la sociedad cambió, y la soledad maligna de los viejos se expandió hasta los jóvenes. En Japón empezaron a aparecer unos casos muy extraños, jóvenes que se aislaban de sus propias familias, encerrados en sus habitaciones, y que denominaron Hikikomori”. En 2008 publicamos el primer estudio español y sucedió lo mismo, la noticia se expandió y empezaron a comunicarnos casos similares, jóvenes afectados por una especie de “síndrome de la puerta cerrada”, pero a cal y canto, que cortan toda relación con la familia y el exterior, excepto por medio de sus ordenadores, a modo de eremitas tecnológicos.

Actualmente los hikikomori constituyen una plaga en Japón, son millones, y se han extendido por todos los países civilizados.

Los hikikomori presentan conductas de aislamiento social, rechazan asistir al colegio, a veces alegan acoso escolar, o poder con las exigencias académicas, o un desengaño amoroso. Suelen pasar años antes de que los padres recurran a una terapia. Normalmente esperan que se resuelvan solos, creen que será una rareza transitoria rareza de sus hijos adolescentes. Pero muchos de se convierten en tiranos violentos contra sus padres, amenazan con suicidarse si se los saca de su encierro, y los padres tienen miedo, vergüenza social, se consideran fracasados e impotentes.

Y poco a poco, los hikikomori se convierten en eremitas huraños crónicos, adictos a internet, misántropos en un mundo absurdo donde la tecnología suplanta a las relaciones humanas. Enfermos de soledad maligna, a la que se añade una dependencia de las TIC como único recurso para relacionarse, o, quizá, aislarse del mundo.

Cibernícolas

Pues bien, cuando en 2016 publicamos Cibernícolas”, ya sospechábamos que entre esos jóvenes que se pasan la vida encerrados en sus ciber-cuevas, que pasan la vida jugando con sus pantallas, relacionándose, ligando o incluso trabajando a través de sus TIC, íbamos a encontrar a algunos que acabarían padeciendo una mezcla de Diógenes y Hikikomori. Y así ha sido. Si mezclamos un Diógenes, con un Hikikomori, ¿qué sale?, un “Ciberdiógenes”.

Ciberdiógenes

¿Qué es un Ciberdiógenes? Un acumulador de basura informática, encerrado en su cueva tecnológica, adicto a sus potentísimas TIC, comunicado con el mundo entero, pero aislado de las personas de su entorno.

El fenómeno de acumulación compulsiva de basura informática es un hecho real y tangible. Podríamos decir que hay tres tipos, los que acumulan hardware (aparatos, TIC, cables, memorias, interfaces, etc.), los que acumulan software (programas, datos, APP, etc.), o ambas cosas.

Los verdaderos ciberdiógenes, pueden guardar de todo, pestañas de navegador, iconos de escritorio, fotografías digitales, documentos de texto, carpetas de archivos, bandejas de entrada de correo, marcadores de Internet, archivos de música y películas, software viejo, programas, aplicaciones, conexiones a redes sociales, amigos, seguidores, contactos activos o caducados, muertos virtuales… TODO y más.

Pero la acumulación por sí misma, no es el problema, el problema es cómo, por qué y para qué se llega ello.

De hecho, en internet y medios periodísticos ya se conoce como “Digital Hoarding” o “e-hoarding”, y se describen esencialmente los dos tipos señalados, los de adquisición y resistencia a eliminar material electrónico que ya no se utiliza, y los que acaparamiento compulsivo de software en sus TIC o ciberespacio.

En ambos casos, la acumulación acaba convirtiéndose en una conducta compulsiva y adictiva, con síntomas de saturación y abstinencia. Los peligros técnicos no son muchos, pero la ocupación de vida, la desviación de intereses, la interferencia con otras actividades, o los riesgos derivados de la “hiperconexión” son evidentes. Relaciones inadecuadas, posibilidad de acceso a áreas íntimas de la vida, riesgos de la pérdida de la confidencialidad y seguridad, infecciones virales, etc.

El desarrollo es progresivo y acelerado. En el inicio son las facilidades del sistema, que, al combinarse con ciertos rasgos de psico-sociales, acaba produciendo una patología de las nuevas tecnologías, una ciber-patología, cuyas causas y consecuencias son las mismas que las del Diógenes más el Hikikomori: La soledad, el aislamiento emocional, la falta de expectativas, la distancia emocional, el anonimato, la emoción de la vida en red, o de la vida virtual.

Pero, sobre todo, es la suma de rasgos de personalidad peculiares con las facilidades de las nuevas TIC y sus emergencias, lo que hace que una conducta casi anecdótica, que puede afectarnos a casi todos, acabe convirtiéndose en una patología en algunas personas predispuestas y vulnerables.

Este breve artículo solo es una llamada de atención. Ya se está haciendo lo mismo en algunos medios periodísticos, pero aún no hay conciencia sanitaria ni estudios científicos del fenómeno. Nosotros estamos en ello, registrando casos y viendo sus consecuencias. Es solo cuestión de tiempo. Como antes ocurrió con el Síndrome de Diógenes, o el Hikikomori, lo que empezó siendo una anécdota psico-social, acabará siendo un problema socio-sanitario.

Así pues, estemos atentos, cada uno consigo mismo y con su familia, aprendamos a practicar más el “delete” y el “erase”, a usar la “papelera de reciclaje” con soltura y sin miedo, y así se evitará problemas y mantendrá el autocontrol y la libertad. No en vano, como bien sabían los griegos, no hay mejor prevención que el comedimiento ni mejor higiene que la mesura.

Mi lema es el siguiente: “CONTRA EL VICIO DE LA ACUMULACIÓN, LA VIRTUD DEL DESPENDIMIENTO.

BIBLIOGRAFÍA:       

  1. J. J. de la Gándara, M. T. Álvarez: El Síndrome de Diógenes. Ponencia sobre “Antropología de la ancianidad”. III Reunión Nacional de la Sociedad Española de Gerontopsiquiatría y Psicogeriatría, Valencia, Junio de 1991.
  2. J. J. de la Gándara, M. T. Álvarez. Diogenes Syndrome. Poster. II European Congress of Gerontology. Madrid, Septiembre, 1991.
  3. M. T. Álvarez, J. J. de la Gándara. El Síndrome de Diógenes. Trabajo Social y Salud, 8, 157 176, 1991.
  4. J. J. de la Gándara: Envejecer en Soledad. Ed. Popular, 1995.
  5. J. J. de la Gándara, E Gallego. Hikikomori y tumbados: Un análisis literario y social sobre la conducta patológica de aislamiento social. Psiquiatría.com, 12,4, 2008.
  6. J. J. de la Gándara: Cibernícolas. Ed. Plataforma Editorial, Barcelona, 2013.
  7. J. J. de la Gándara: Ciberdiógenes (En “Trucos y Tretas”, Ed. Siglantana, 2017).
  8. E-hoarding: https://en.wikipedia.org/wiki/Digital_hoarding

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