Una mujer ( Danielle Darrieux) rica y bella parece que lo tiene todo y, sin embargo, siente que ya no tiene nada. Quizá por eso precisa gastar tanto dinero y necesita vender sus joyas en secreto. Abre los cajones de su joyero, trata de elegir una que sea valiosa y sienta que no le importa mucho. Por fin se decide por unos pendientes que le regaló su marido (Charles Boyer), un general sumamente civilizado, probablemente entre tantos. Comienza entonces el viaje de esos pendientes que se convierten en un símbolo del amor y de sus vicisitudes, que cambian de manos, que a veces adquieren valor y a veces lo pierden, que aparecen y desaparecen no exactamente por casualidad, sino siguiendo unas reglas que tienen que ver con el deseo, con lo que no se tiene todavía, con cierta excitación que se teme tanto perder. El fingimiento, ya inevitable, en un mundo de conveniencias.
Esos bailes en los grandes salones, llenos de gente importante, donde se crean expectativas y aparece un embajador elegante (Vittorio de Sica) que sabe conversar y bailar e iluminar un mundo que ya parecía falto de brillo. Las fiestas cada noche con vestidos distintos a medida que aumenta esa sensación que se identifica con la verdadera vida. Los pendientes que vuelven a aparecer en sus manos como un símbolo de amor verdadero. Todo lo que ella no sabe y ellos sí saben. Lo que es auténtico y a la vez se disuelve en lo convencional para poder vivirse sin que se rompa nada, con leves sonrisas u omisiones conscientes para que pase el tiempo y parezca que no ha pasado nada. Los obstáculos que nutren esos amores como una parte del juego que quieren seguir jugando o que se hace inevitable. La tragedia que sigue latiendo en algún sitio a pesar del lujo y las buenas maneras.
La decadente belleza de un mundo a punto de desaparecer, la perfección de cada secuencia para ir desarrollando una historia compleja e intensa, llena de imágenes sugestivas en un precioso blanco y negro. El talento de Max Ophüls para recrear una sentimentalidad y la estética de una clase social y un tiempo. El placer de disfrutar de unos actores excepcionales que encajan a la perfección en sus papeles. En resumen: una bella historia de amor y muerte para un sábado de invierno y lluvia…