“La naturaleza es indiferente a nuestros valores y sólo puede ser entendida olvidando nuestros conceptos del bien y del mal.“
Ya hemos hablado antes del conflicto entre moral y ciencia y en este caso volvemos sobre ello porque la batalla la está ganando claramente la moral y nos jugamos mucho. Nada menos que el Scientific American se apunta, en el editorial de un número dedicado a la nueva ciencia del sexo y del género, a la teoría de que el sexo no es binario, que muchos somos híbridos y a la negación de las diferencias biológicas innatas entre los sexos. Esta postura tiene problemas científicos y filosóficos como muy bien señala Jerry Coyne en esta crítica y vamos a ver los dos.
Las pruebas de que hay que cambiar los libros de texto de bilogía, según Scientific American, son: “que investigadores han encontrado células XY en una mujer de 94 años, que cirujanos han encontrado un útero en un hombre de 70 años padre de cuatro hijos y que el cerebro consiste en un mosaico de células yin y yang”.
Decir cosas como las dos primeras en serio es realmente sorprendente. El propio Scientific American ha informado de descubrimientos recientes en los que se han encontrado células de los hijos vrones en los cerebros de las madres capaces de residir allí durante décadas. No nos informa si esta señora de 94 años había sido madre de algún varón pero en cualquier caso el quimerismo es un fenómeno conocido. En cuanto a que se encuentre un útero en un hombre tampoco hace que tengamos que tirar toda la biología a la basura, evidentemente. Los conductos de Müller están presentes en los embriones humanos de ambos sexos y son los que van a dar lugar al útero, trompa de Falopio y cervix en las mujeres mientras que degeneran en los hombres. El proceso de desarrollo embrionario puede verse alterado por múltiples razones.
Voy a dedicar algo más de tiempo a lo de que nuestros cerebros son mosaicos masculinos/femeninos. Esta idea procede de un estudio de Daphna Joel de 2015 al que se le ha dado mucho bombo y platillo: no existen cerebros masculinos y femeninos, no hay diferencias entre ellos y no se puede diferenciar un cerebro masculino de uno femenino. Lo que la prensa no ha dado a conocer es que este estudio ha sido muy criticado, por ejemplo por Del Giudice y cols. que critican la mala metodología y que incluso con los datos de Daphna son capaces de predecir el sexo en el 69-77% de los casos. Checkroud y cols. usando las resonancias magnéticas del Brain Genomics Superstruct Project predicen el sexo del individuo en el 88,9-94,5 de los casos. (ver aquí respuesta de Daphna a las críticas). Para una crítica bastante centrada y razonable del estudio de Daphna ver la de Kevin Mitchell en Wiring the Brain.
Pero es igual, supongamos que tiene razón Daphna y que hoy en día no pudiéramos diferenciar cerebros masculinos y femeninos, ¿quién nos dice que nuevas herramientas con más resolución o nuevos descubrimientos de las estructuras cerebrales no van a hallar diferencias en el cerebro de hombres y mujeres en el futuro? Imaginemos que se descubre un núcleo en el hipotálamo de las mujeres ausente en el de los hombres. Si eso ocurriera ¿qué haríamos entonces? ¿tendríamos que decir que los derechos de los hombres no son iguales que los de las mujeres? ¿Prohibimos el artículo y hacemos un Index Articulorum Prohibitorum como el que tenía la Iglesia Católica? Creo que este planteamiento es ridículo y lo es por mezclar los planos de la realidad y de la moral. La ciencia busca la verdad y la moral busca el bien. Si mezclamos estos dos planos montamos un lío bien gordo. Pero este problema de mezclar la moral, lo que “debe ser”, lo que “nos gustaría que fuera” con “lo que es” es un problema muy antiguo. Sin remontarnos más, es el problema de Galileo el que estamos reeditando ahora. Entonces el conflicto se dio entre la Iglesia católica y la ciencia, ahora el conflicto se da entre la Religión de lo Políticamente Correcto (ideología de género, postmodernismo…) y la ciencia.
Hay fundamentalmente dos maneras erróneas de mezclar los planos moral y científico y ambas tienen graves consecuencias: la falacia naturalista y la falacia moralista:
1- Falacia Naturalista
La falacia naturalista consiste en mantener que “lo que es” debe ser. Es decir, lo que es “natural” o encontramos en la naturaleza es lo que debemos considerar bueno moralmente. Voy a poner un ejemplo del error que esto supone. En este artículo sobre cómo la gente normal se convierte en genocida vimos que existe el universal Ellos/Nosotros según el que tenemos una tendencia a dividir el mundo en ellos y nosotros. Como dice aquí Michael Tomasello: “Es uno de los hallazgos más sólidos de la psicología, las diferencias de trato a los miembros del grupo y a los que no lo son. Favorecemos a los de nuestro grupo y desconfiamos de los de fuera”. Entender nuestra naturaleza, incluidos los aspectos más oscuros, puede ayudar, según Tomasello, a mejorar nuestras sociedades.
Estoy totalmente de acuerdo con él. Es verdad que existe esa tendencia y no debemos negarla. Pero no tenemos por qué considerarla buena moralmente. Al contrario, nuestros valores morales nos dicen que queremos construir un mundo en el que no nos matemos unos a otros. Por lo tanto, estudiaremos la realidad para cambiarla y escribía ebn el artículo mencionado que si las personas cooperan juntas en busca de objetivos comunes conseguimos ampliar el “Nosotros” y disminuir los conflictos entre los grupos. Resumiendo, que sea “natural” nuestra tendencia al enfrentamiento no quiere decir que debamos darla por buena. De la misma manera, también tenemos una capacidad para la agresión porque ancestralmente ha sido adaptativa cuando la relación coste-beneficio era favorable a actuar agresivamente. Pero tenemos que diseñar una sociedad en la que la agresión no obtenga recompensa, donde la relación coste-beneficio de la agresividad no compense.
Hablando muy grosso modo esta falacia la suele cometer más la derecha.
2- La falacia moralista.
Es justo lo contrario a la falacia naturalista. En el caso de la falacia moralista es el “debe ser” lo que se considera o se impone como “lo que es”. Es decir, lo que consideramos bueno moralmente se impone como realidad. Por ejemplo, como queremos que hombres y mujeres sean iguales y no haya diferencias morales ni de derechos ni de ningún tipo entre ellos, pues entonces decimos (como ha hecho el Scientific American) que no hay diferencias biológicas entre los hombres, que somos iguales biológicamente. Esta falacia, en líneas generales también, la suele cometer más la izquierda.
Por poner otro ejemplo, el que mencionábamos en este artículo sobre el caso Google, la prohibición de la genética en la URSS por ser una perversión burguesa: como la existencia de los genes no me viene bien para mi ideología pues prohibo los genes…
¿Por qué no debemos mezclar ciencia y moral?
Porque la ciencia no nos puede decir lo que está bien y lo que está mal. El mundo de ahí fuera es amoral, no hay valores morales en la naturaleza. La moral es, en palabras de Oliver Scott Curry: “un conjunto de estrategias biológicas y culturales para resolver los problemas de cooperación y conflicto de las sociedades humanas”, es decir, es una adaptación humana para la cooperación. Ningún telescopio ni microscopio va a encontrar nunca valores morales ni ningún escáner va a encontrar derechos humanos en el cerebro. Como dice Harari en De Animales a Dioses : “No hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, ni leyes, ni justicia fuera de la imaginación común de los seres humanos”.
Por eso es un error hacer que los derechos dependan de hallazgos científicos. Que hombres y mujeres tienen los mismos derechos no depende de que sus cerebros sean idénticos y ningún descubrimiento científico puede cambiar nuestro valor moral de que los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos. Debemos separar ciencia y moral como se separó en su día Estado y Religión. Tenemos que sacar a las instituciones morales (las que dicen lo que es bueno y malo) de la ciencia si no queremos volver a la Edad Media. Si dejamos que estas instituciones y la ideología dicten los resultados que puede obtener la investigación científica asistiremos en breve al suicidio de la ciencia. Pero lo que está ocurriendo, el sometimiento de la ciencia a los dictados de las instituciones morales (sean iglesias o credos de un tipo u otro) es también muy revelador. Lo que esto nos indica es que el deseo de ser considerados buenos, de que no nos etiqueten de malos e inmorales y nos expulsen del grupo es mucho más fuerte que el instinto humano a buscar la verdad. Incluso en científicos.
PS- Kevin Mitchell acaba de actualizar su refutación de la idea de Daphna Joel de que nuestros cerebros son mosaicos de partes femeninas y masculinas
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No entiendo nada, a decir verdad. ¿Cuales son esas “instituciones morales”? Si te refieres a las religiones, hace mucho que están desprestigiadas en esta parte del mundo. El lenguaje de lo políticamente correcto no es una institución, sino un modo de educación, de sittlichkeit en términos de Hegel. Aceptas que todo lo humano es objeto de adaptación e intersubjetividad (conforme a la frase de Harari), menos la ciencia, que es neutra y habita en un mundo veritativo aparte, ¿por qué? ¿tuvo razón Galileo en todo o resulta que la tuvo más bien Kepler, que descubrió las órbitas elípticas? Tú mismo lo dices bien: “¿quién nos dice que nuevas herramientas con más resolución o nuevos descubrimientos de las estructuras cerebrales no van a hallar diferencias en el cerebro de hombres y mujeres en el futuro?”. Pues si nadie nos lo dice, y la ciencia es cambiante, será entonces materia de adaptación e intersubjetividad, con lo cual, me parece, tenemos pleno derecho a hacer pesar sobre ellas nuestros valores. Uno de esos valores, por cierto, consiste en apreciar la propia ciencia un poco a ciegas, y no creo que ese valor haya que dejarlo de lado, o se acabará el presupuesto para I+D. Por último, si el intento de ser más decentes y tolerantes (a lo cual llamas, tampoco sé por qué, “religión de lo políticamente correcto”) va a acabar con la ciencia, será un asesinato, no un suicidio…
Lo siento, ya te digo, no te sigo.
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