La novia de Robin Hood

Con ese apellido tan aristocrático y medieval, Olivia de Havilland sólo podía ser la novia de Robín de Locksley. Y de varios avatares de Errol Flynn más. Flynn era un golfo de mucho cuidado, no sólo por reputado menorero, sino por su mucha afición al kifi, como cuenta David Niven en su autobiografía (la cual leí a temprana edad por culpa, sí, por culpa, de mi amigo Manuel). Pero es difícil culparle por ello: si yo fuera tan guapo como Errol en su momento, no respondo de mí ni de mis pervertidas aficiones. Tengo una amiga -no me inventó ni el de antes ni la de ahora- que sigue enamorada de Errol Flynn, en pleno siglo XXI, pudiendo preferir, no sé, a Clive Owen, que alguna vez se deja bigote. Pues Olivia fue su novia durante siete películas, según leo. Los hombres se enamoran de Escarlata O´Hara, pero se casan con Melania Hamilton. Al revés no ocurre, Melania Hamilton, la buenecita, la buenrollista, todo corazón y desprendimiento, no le encuentra el encanto a Clark Gable por ningún lado. Y no se entiende, porque es el malote y a la vez el hombre pragmático, ese que le da mil vueltas a Ashley, y encima quiere a su hija. Como no se entiende, y la pareja Ashley/Melania parecen los Flanders, la pobre Olivia quedo encasillada hasta los restos en chica-Dickens, una santa. Incluso hizo el papel del personaje más patético de Henry James, por el cual ganó uno de sus dos óscars, la pobre niña rica de Washington Square –yo estuve ahí, por cierto, en Nueva York, y está muy bien. Pero James aprieta pero no ahoga: finalmente, la heredera le echa temperamento, templa su carácter, y, si no recuerdo mal, envía al amigo del braguetazo a la exquisita mierda… 

Olivia de Havilland (¿dónde está Havilland? ¿y Balzac? ¿Y Biedma? ¿Y Villena?) ha muerto a una edad de esas en la que ya rezas todos los días por abandonar este mundo cruel, que lo he visto con mis propios ojos que se han de comer los gusanos. Olivia ha superado en longevidad incluso a Kirk Douglas, más terco que una mula él. Es lo propio, las mujeres siempre viven un poco más, yo pienso que es por la protección biológica que las proporciona ser o haber sido madres, pero lo mismo es una teoría tonta. Lo que está claro es que si eres la novia de Robín Hood vas a durar más que Robín Hood, seguro, aunque sólo sea porque Robín Hood es mayor que tú y va a hacer lo que sea por rescatarte del sheriff de Nottingham. No es plan, lo reconozco, porque si Robín Hood muere antes que Marian, a Marian sólo le queda llevar su recuerdo en el corazón alojada sórdidamente en un convento a gastos pagados. Así ha sido el pasado de la humanidad, y ese pasado ha alcanzado hasta el Hollywood dorado. De hecho, parece que Olivia cuidó celosamente de su segundo marido hasta la muerte pese a haberse divorciado ya hace tiempo de él. No suele suceder al revés. Oh tempo, oh mores. Dicen que con ella ha acabado el Hollywood clásico, ese en que los héroes lo eran de verdad –es decir, nobles y ficticios-, y los diálogos elevados y dignos –es decir, épicos pero no realistas. Después de aquello, el cine se cansó de la literatura decimonónica europea, y comenzó a soñar con sus propios protagonistas locos y endógenos. Robert de Niro, en Taxi Driver, no era en absoluto modélico, por ejemplo, pero justo por ello resultaba mucho más moderno y se identificaba con el espectador, espectador loco sin duda. El de de “de” Havilland ahí ya no pegaba nada, francamente, aunque Bobby también sea “de” (¿dónde está “Niro”?), pero ella siguió haciendo algunas películas en el papel de buenecita algo triste. Las Olivia de Havilland van al Cielo, pero las Bette Davies a todas partes. Bette era más fea, desde un punto de vista canónico, pero su mala leche funcionaba como un plus de magnetismo, o por lo menos conmigo. En la película de la Reina Virgen, Elisabeth the First, unos de los personajes más perturbadores de la historia (por favor, leed el María Estuardo de Zweig…), los ojos de Bette volvían a hacer de anómicos guay, y Olivia de guapa pero sosilla, al menos en comparación con la prima Bette, que diría de Balzac. La vida es dura pero es la vida… 

Olivia de Havilland, si de verdad se llamaba así, ha cerrado un estilo, y yo lo siento, porque me gustaba mucho la integridad y la bondad del primer Hollywood. Pero ahora las Fleabag me gustan casi más, y también se enamoran del bueno, como Melania. La vida, que es rara pero es la vida. Que descanse, o no descanse, Olivia, en los brazos de los alegres muchachos de los bosques de Sherwood…  

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