Los otros, lo que los otros podrían sacar de nosotros si fueran como imaginamos o cómo no imaginamos y mejores o distintos, apareciendo justo en el momento oportuno, teniendo ese aspecto del que nos gusta todo, diciendo justo las palabras o manteniendo el silencio que necesitamos, sabiendo hacer algo significativo en lo que les va la vida. Lo que tanto necesitan los artistas en algún momento, lo que Cohen encontró en Hydra cuando estaba muy desanimado dicen que por el fracaso de una novela o porque era así, porque pasaba a ratos al lado oscuro quizá para luego narrarlo de alguna manera o para encontrar otra perspectiva de la luz.
Marianne estaba en Hydra la isla griega que por unos años reunió a un grupo de bohemios con mayor o menor talento que buscaban escapar de algo y también libertad o experiencias nuevas. O encontrar una fuerza para nutrir su arte, para hacerlo emerger. Lo que Cohen encontró en aquella mujer que también buscaba un nuevo camino después de un matrimonio y una hija. Un cruce que podría no haberse producido porque los forasteros raramente llegan a los sitios pequeños y no suelen ser poetas, ni tocar la guitarra, ni estar dispuestos a conversar bordeando la playa o subidos a la perspectiva de un ácido que les funcionaba como una llave a las habitaciones ignoradas en las que podía haber algo que ya no se olvidaría.
Veo por casualidad en Movistar “Marianne y Leonard: palabras de amor” y disfruto de ese ambiente que me recuerda al que cuenta Escohotado sobre la Ibiza de esos mismos años. El intento de construir un mundo nuevo de cuerpos dionisiacos, emocionales, donde el sexo y el amor fueran puros y sin cadenas, donde las noches fueran muy largas y luminosas, donde nadie tuviera miedo a morir ni añorará el futuro porque ya habitaban en él sin las ataduras de la vida cotidiana. El sueño del viejo Reich o de Marcuse, la liberación por fin. Un mundo de iguales sin embargo muy distintos que no siempre encontraban lo que deseaban o se perdieron muy pronto en la resaca del paraíso o en las contradicciones que no paraban de surgirles.
“Siempre te he querido por tu belleza y tu sabiduría” parece que le escribió Cohen en una carta poco antes de morir aunque como suele ocurrirles a los artistas necesitaba alejarse a menudo, buscar otras conversaciones y otros cuerpos, sentirse libre para seguir viviendo en otros lugares y otros ámbitos. Lo que no está resuelto en nuestra cultura y que Marianne verbaliza en el documental con bastante lucidez consciente, por otro lado, de que aquello mereció la pena o de que no podía ser de otra manera porque entonces Cohen no hubiera sido igual o no hubiera transitado en tantos sitios o no habría escrito canciones que trasmiten precisamente una cierta forma de vivir.
Un estupendo documental para estos dias calurosos de Agosto