2.500 años de la gesta de los 300 (espartiatas)

1814 --- by Jacques Louis David --- Image by © The Gallery Collection/Corbis

Actualmente, Grecia anda realizando maniobras militares en el Mediterráneo oriental que tienen muy enfadada a la vecina Turquía. La hostilidad entre ambas naciones es proverbial, como la de India y Pakistán o Israel y Palestina. Con la salvedad de que la malquerencia entre Grecia y Turquía es mucho más antigua, tanto que se podría decir que configura el inicio de la Antigüedad misma como categoría epocal -las Guerras Médicas entre helenos y persas como fundación de la civilización. Estos días se cumple el 2.500 aniversario de la batalla de las Termópilas, aquella pequeña/gran escaramuza en la que la historiografía laudatoria ha querido ver el origen de la hegemonía política del hemisferio occidental sobre el hemisferio oriental. La película de Hollywood de 2006, 300[1], al socaire de la imaginería inequívocamente supremacista del genio del cómic Frank Miller, quiso también interpretar los hechos de aquellas jornadas legendarias de esta manera, haciéndolos encajar por grado o por fuerza dentro del esquema de las dicotomías extremas que separan nítidamente entre hombres libres y masas esclavas, razón y barbarie, pocos y valientes contra muchos y cobardes, a la manera del duelo bíblico de David contra Goliat. Sin embargo, lo curioso es que si te pones a escarbar, arrojando a un lado esos típicos mitos de dominación que no vienen más que a legitimar la lucha contra el terrorismo yihadista, que es lo que pretendía Miller, o las incursiones de Grecia contra Turquía (habida cuenta de que Anatolia es tan sólo el apéndice de lo que fue un vastísimo imperio), resulta que es cierto, y que en el paso o desfiladero de las Termópilas hubo sacrificio y heroísmo de los buenos, de esos que bien justifican su recuerdo. 

480 a. C. Diez años antes, los atenienses habían zurrado a Darío I en Maratón (también Frank Miller lo cuenta, a su mixtificada y grandilocuente manera, en 300: The rise of a empire, también con película correspondiente). Eso sencillamente no podía ocurrir, el imperio aqueménida alcanzaba hasta el Indo. Jerjes, su hijo, que no era ese drag-queen[2] gigante y acribillado de piercings que dibujó Miller inspirándose en un sujeta-alfileres, pero que sin duda tendría el ego y la ferocidad subiditas, llega al trono con un mosqueo considerable y lo primero que hace es aplastar las satrapías de Egipto y Babilonia que se habían sublevado recientemente. El paso siguiente es la revancha contra Grecia. Jerjes recluta voluntarios forzosos en todo su imperio, hasta un cuarto de millón de efectivos, eso que Miller denomina “una horda inimaginablemente grande empeñada en devorar a la pequeña Grecia, en eliminar la única esperanza de razón y de justicia que le queda al mundo”. No es posible saber bien a qué se refiere Miller, puesto que el estado espartano puede ser considerado como el totalitarismo más férreo de la historia o como el único comunismo realmente cumplido. De hecho, Irán protestó a la sazón por el evidente contenido político y propagandístico de la cinta ante la ONU[3]. El caso es que el ejército de Persia devoraba campos de cultivo enteros y se bebía ríos hasta dejarlos secos a su paso, en una hipérbole que ya se propagó en la época. La coalición de los griegos, en cambio, tan sólo eran apenas 7000 infantes, de los cuales los 300 espartanos no eran 300, sino algo así como 900, ya que cada uno de ellos llevaba consigo al menos dos ilotas, es decir, dos esclavos que hacían la comida y recogían a muertos y heridos. Los esclavos, como las mujeres y los niños (y los niños lo pasaban mal en Esparta, sobre todo después de la gloria de las Termópilas, pero las mujeres de Esparta fueron las viudas más acomodadas y libres de todos los tiempos[4]), también eran espartanos, naturalmente, mas los varones libres y guerreros recibían el distintivo de “espartiatas”. Sólo los espartiatas sufrían la agogé, la brutal educación espartana, y sólo ellos tenían derecho a una parte igual de las tierras de Esparta, los kleroi, trabajadas por los ilotas[5], y a la gloria, claro, de defender a la patria, dado que, de todas formas, no había otra cosa que hacer, excepto enrollarse entre ellos en tiempo de paz –la cultura, el refinamiento, la sensualidad incluso, era para los atenienses, “esos filósofos, esos asaltacunas”, como escupe Gerald Butler[6]; los atenienses serían asaltacunas[7], sí, pero aquí sodomitas éramos todos[8], la antigüedad es ese periodo histórico en que reinó indiscutiblemente el homoerotismo y sin embargo, el patriarcado estuvo más vivo que nunca y la humanidad no se extinguió.

De hecho, los 300 suman esa cifra porque ese es precisamente el número de los que comparten comida y cama en el cuartel, es decir, que a las Termópilas acudió la Guardia Real de Leónidas, siempre que cada uno de ellos cumpliera con la condición de dejar descendencia para asegurarse el reemplazo. La Guardia Real de Leónidas equivale a los camaradas del rey, aquellos con los que se amancebaba tan ricamente, habida cuenta de que en ese momento Leónidas contaba entre 50 y 60 años. Leónidas I había llegado tarde y por causalidad al trono, a causa de la muerte de sus dos hermanos mayores, y compartía el puesto con otro rey, sin perjuicio de la libre concurrencia de todos los espartiatas a la Asamblea. Ya superado su florecimiento[9], se hubiera dicho que Leónidas ya no estaba para muchos trotes, y en cuanto vio el terrorífico panorama en la abarrotada playa frente al famoso paso su primera reacción fue salir por pies. Lo cuenta el gran Heródoto, probablemente el “intelectual” más feliz que del que tengamos noticia:   

En ese sentido, la mayor parte de los peloponesios abogaba por trasladarse al Peloponeso y montar guardia en el Istmo. Pero, en vista de que, ante esa proposición, los focenses y los locrios protestaron airadamente, Leónidas decidió permanecer donde estaba y enviar emisarios a las ciudades para pedirles que acudiesen en su ayuda, alegando que contaban con pocos efectivos para rechazar al ejército de los medos. Mientras los griegos discutían esa propuesta, Jerjes envió a un jinete en misión de espionaje, para que averiguara cuántos eran y qué era lo que estaban haciendo. Pues bien, el jinete vio que una parte de los soldados estaba realizando ejercicios atléticos fuera del muro, que habían restaurado, mientras que los demás se peinaban la cabellera. 

Al oírlo, Jerjes, como su proceder se le antojaba risible, mandó llamar a Demarato, hijo de Aristón, que se encontraba en el campamento –este Demarato fue un rey espartano refugiado en la corte persa. Entonces, Demarato le dijo: “Esos individuos están ahí para enfrentarse a nosotros por el control del paso, y se están preparando con ese propósito; pues, entre ellos, rige la siguiente norma: siempre que van a poner en peligro su vida se arreglan la cabeza. Y entérate bien: si consigues someter a esos hombres y a los que se han quedado en Esparta, no habrá en todo el mundo ningún otro pueblo que se atreva a ofrecerte resistencia, pues vas a luchar contra el reino más glorioso y los más valerosos guerreros de toda Grecia”. (No logró con sus palabras convencer a Jerjes).[10]

Finalmente, las cosas se complicaron y Leónidas decidió quedarse con sus 300 y unos cuantos centenares más[11]. Había empeñado su palabra en un consejo que reunió a otras ciudades, y además tenía que demostrar que merecía ser rey, aunque fuera de rebote. Ya se sabe que los griegos creían en lo que llamaban “la vida de la fama”. Puesto que estaban convencidos de que el más allá era oscuridad y lamento sin remedio, al menos que tu nombre perdurase con el paso del tiempo. Será un pobre consuelo, pero es incomparablemente mejor que la fama en vida que hemos inventado ahora, eternamente perseguidos por los paparazzis y preocupados por las patas de gallo. Dijera lo que dijera Nietzsche, los griegos antiguos encontraba sumamente dulce la vida, y Leónidas y su guardia tuvieron que echarle un buen par –o sea, 600. Todavía hay quien sostiene que su muerte fue un fracaso[12], seguramente movido por dos errores. El primero es pensar que lo que no se puede atribuir a las hazañas de tu propio país ha sido sobrevalorado históricamente, sin percatarse de que la Grecia clásica es más tu casa que la España que venció en Perejil.  Y el segundo es no ser consecuente con lo que se está haciendo: si te afanas en rememorar aquellos hechos, es justamente porque supusieron una victoria, porque ese recuerdo es su victoria. Alétheia, que es el término griego que traducimos por “verdad”, proviene precisamente de Esparta. Significa sacar del olvido, y nombraba el acto por el cual se erigía una estatua en Esparta. ¿Qué es la verdad, alétheia? Pues decidir qué sucesos son dignos de recordarse públicamente, son memorables, y cuáles no, cuáles merecen el olvido que el mero paso del tiempo sepulta sobre ellos. Heidegger se ha hecho, y nos ha hecho, mucho lío con todo esto, pero en fondo estaría de acuerdo. La gesta de los 300 y sus escasos aliados hizo posible la expulsión de los persas en Salamina y Platea, algo que, como dije antes, no podía, no debía ocurrir, porque parecía tan imposible como que hoy España quedase en lo más alto de la Encuesta Pisa. Dejaron, además, unas cuantas anécdotas y frases memorables, y memorables equivale a verdaderas, en términos de la propia Esparta. Es cierto que más tarde los espartanos se aliaron con los persas en contra de Atenas, pero de todos es sabido que no hay honor en la política, que mandar o no mandar es algo que remueve los más bajos instintos de todo hombre, también de los tuyos y los míos. El núcleo del sacrificio de las Termópilas es, no obstante, completamente real, por absurdo que nos parezca ahora, y tan heroico a su manera como pueda serlo el trabajo de los sanitarios con la covid o de las ONG en lugares de conflicto. Heródoto escribió (7,104,4), poniéndolo en boca una vez más de Demarato en diálogo con Jerjes:  

Los lacedemonios (Lacedemonia es la región donde se encuentra Esparta, en el Peloponeso), cuando luchan individualmente, no son peores que ningún otro hombre, pero cuando luchan juntos, son los mejores de todos los hombres. Y es que, siendo libres como son, no son totalmente libres: su amo es la ley, ante la cual sienten un temor mucho mayor que el que sus súbditos sienten ante ti. 

Si ese no ha sido, pese a tantos pasos atrás, tantos crímenes globales y tantas claudicaciones, el espíritu predominante de Occidente en la Historia Universal, que venga el divino poder de Jerjes y lo vea.  

[1]Las ganancias brutas de la película ascendieron a 28.106.731 dólares en el primer día, y terminaron el primer fin de semana con 70.885.301, rompiendo el record de ganancias en Estados Unidos para una apertura de fin de semana en el mes de marzo antes de existir la saga de los Vengadores. Eso justificó rodar The rise of a empire, precuela y secuela a la vez.  

[2]Miller hasta hace muy poco fue un genio, ya digo, pero muy partidario de George W. Bush, capacista y algo homófobo. Esa escena en la que Jerjes se insinúa a Leónidas cogiéndole por los hombros a su espalda y ofreciéndole su “poder divino” le delata: https://www.youtube.com/watch?v=CL3EWPWh1co. Ya en Sin city: Big Fat Kill, Miller había rendido homenaje a la estrategia del pasadizo angosto de las Termópilas, cuando en realidad era la elección obvia y única. Sobre el papel renovador de Miller: https://hyperbole.es/2013/03/los-superheroes-en-los-80/ 

[3]La mayoría de las huestes persas van ataviadas como musulmanes, más de un milenio antes de Mahoma. En su momento, sectores ideológicos españoles se hicieron eco de la polémica: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=49223           

[4] https://www.guioteca.com/mitos-y-enigmas/bellas-astutas-atleticas-e-independientes-asi-eran-las-miticas-mujeres-espartanas/ 

[5]Un comunismo esclavista no es un comunismo tal como lo entendemos hoy, para que se note hasta qué punto nuestras ideologías actuales hunden su raíz en el cristianismo aunque se digan ateas. De hecho, el pueblo libre en armas que constituyen los espartiatas vive continuamente alerta no tanto hacia un enemigo exterior, como digo yo poco después, como ante la amenaza interna de una rebelión de los esclavos que nunca se produjo. Parte de la formación de un chaval espartiata consistía en matar a un ilota, cualquier ilota y en cualquier momento. Un régimen, pues, de terror para ellos… 

[6]Y era completamente cierto. De ello presume Pericles -somos la fuerza, pero también la inteligencia y el buen gusto- implícitamente contra Esparta en la Oración fúnebre que nos transmite magistralmente Tucídides, y que es pecado mortal no haber leído: https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20160303/asocfile/20160303184915/rev11_tucidides.pdf            

[7]No tanto, en realidad. El mayor -erastés- no tenía expédito el acceso carnal al efebo -erómenos- sin que todos lo consideraran prostituir al jovencito, que es uno de los cargos por los cuales se condenó a Sócrates. De modo que lo decoroso era lo que conocemos como coito intrecruzal, o sea, que el viejo metía su miembro entre las piernas del adolescente y procedía a desfogarse ante el espectáculo de la belleza del chico. El chico no debía mostrar placer o disgusto alguno, a diferencia de un peep show actual. Eso era lo más decoroso, pero por ello mismo también lo más infrecuente…  

[8]O, como decía jocosamente un amigo mío tras el estreno del arcaizante film bélico, “¡espartanos, por el ano!”  

[9]El acmé, la plenitud de la madurez física y mental, que los griegos, mucho más sabios que nosotros, situaban aproximadamente al final de la cuarentena. La llamada sociedad de consumo nos ha engañado en esto como en todo, y vivimos rodeados de pobres criaturas que gastan mucho dinero en aparentar que tienen veinte años, haciendo espantosamente el ridículo y contraviniendo flagrantemente la tradición, puesto que en Occidente ser joven ha sido considerado más un defecto que se cura con el tiempo que esa fuente de espontaneidad y tontería que nos gusta tanto hoy.  

[10] http://clasicashuelin.es/griegoi/Herodoto_VII_201_239_Adapt_anot_19_20 

[11] Un relato minucioso de esta historia que está tan bien armada que casi parece ficción deliberada aquí: https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-antigua/20170425/47313375854/leonidas-heroe-de-las-termopilas.html           

[12]Por ejemplo, https://www.elespanol.com/social/20180801/desmontando-mito-espartano-salvaron-democracia/326967604_0.html#:~:text=Jerges%20descubri%C3%B3%20el%20paso%20%2Dseg%C3%BAn,cuando%20los%20griegos%20decidieron%20retirarse.  

Etiquetado en
, , ,
Para seguir disfrutando de Óscar Sánchez Vadillo
Philía: shippeando a Étienne de Montaigne y Michel de La Boétie…
Para Julia Valiente Garrido En realidad, todos hablamos dialectos diferentes; uno será...
Leer más
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *