Comencé a escuchar jazz fusión en los noventa, gracias a un amigo semi-guitarrista que me presentó a Pat Metheny. Me lo presentó musicalmente, quiero decir. Este amigo tenía otro que era guitarrista de verdad, un tipo grande, fuerte y con sus buenas greñas que también tocaba ese estilo de eléctrica instrumental tejedora interminable de notas. Como yo me había pasado los ochenta más perdido que un pulpo en un garaje, aquel descubrimiento me pareció el pasaje a otra galaxia. Tipos capaces de ejecutar piezas de doce minutos o hasta toda una cara de un vinilo con pura música embriagadora, donde hasta la voz (Pedro Aznar se llamaba el vocalista de Pat Metheny Group, maldita sea, y luego hubo otro que no recuerdo) no articulaba exactamente significados, sino susurros, canticos y melodías. Puesto que fue Metheny quien ofició para mi de maestro de ceremonias en aquel paisaje sonoro fue a él quién seguí prefiriendo por encima de los demás durante todo aquel tiempo en que visitaba tiendas de discos para llevarme álbumes raros de músicos increíbles que encima salían baratísimos, porque sólo los conocían en círculos restringidos. Escuché, así, al dúo de piano y bajo eléctrico Karla Bley y Stephen Swallow, que son (o eran, no sé; Duets, no se lo pierdan) buenísimos y originalísimos, a John Scofield, Larry Carlton y muchos más, incluido Chick Corea, que murió anteayer -sin embargo, nunca me dio por Miles Davis, ni siquiera ahora, con quien parece que Corea aprendió y colaboró, y menos todavía después de la horrible película que le hicieron…
Debo confesar que Chick me echaba un poco para atrás, porque le encontraba demasiado técnico, una especie de deconstructivista del piano al modo de Keith Jarrett que carecía, para mi ignorante gusto, de la calidez indudable de la mente (o el corazón, si se maneja ese lenguaje) bondadosa y amplia de Metheny. Yo provenía de los grandes melodistas de los setenta y de Dire Straits, de modo que me entraban por entonces mal en la cabeza composiciones basadas en otros méritos distintos a la sentimentalidad. Con Metheny, en cambio, se me saltaban las lágrimas, y casi siempre de alegría. Todo el directo de Travels era una maravilla, como Offramp As Falls Wichita, so Falls Wichita Falls, u Ozark -Metheny es muy Aaron Copland, muy geografía patria- y hasta su primer trabajo (me fui comprando todos, como un coleccionista de piedras preciosas, y no sé cómo sólo conservo dos), Bright Size Life, con el malogrado Jaco Pastorius -el pobre hombre buscaba pelea y la encontró-, era la jodida repera, pese a la dificultad del free jazz a la manera de Ornette Coleman. (Todo ello, por cierto, me llevó al Friday Night in San Francisco, uno de los directos más preciosos y brutales de la historia, en el cual Paco de Lucía atrajo a Al Di Meola y John Mclaughlin a un terreno que podríamos llamar de flamenco-fusión, mucho antes que las cosas de la Rosalía). Estuve con mi amigo semi-guitarrista en un concierto de Pat Metheny Group que tuvo lugar al lado del anteriormente conocido como Palacio de los deportes de Madrid, al aire libre, y Pat no paró de sonreír mientras tocaba aquellas dos horas y media de excelsa fusión brasileña. Chick Corea, creo yo, parecía ser el mismo tipo de persona afortunada y disfrutona que Metheny, tipos elegidos por los dioses para diseminar o esparcir por el mundo su felicidad musical.
Y, de hecho, han colaborado dos veces juntos, Corea y Metheny, en Like Minds, de 1998, y más anecdóticamente, en Migration de Antonio Sánchez, miembro de la banda de Metheny, en 2007. Ambos son (Chick hasta anteayer) ese tipo de artistas itinerantes que tienen proyectos propios pero también son invitados a los ajenos, y que además se mueven bien (y se lo pasan de miedo) en una gran variedad de estilos. Esas dos colaboraciones son algo durillas, necesitan de varias escuchas para poder uno habituarse, así que si usted no les conoce mucho todavía quizá sea mejor que empiece por oír sus discos por separado. My Spanish Heart es el más famoso de Corea o el que más nos toca en Iberia, y First Circle el más accesible de Metheny junto con Secret Story. Recuerdo una vez que un idiota integral me dijo que ese tipo de música instrumental le sonaba a hilo ambiental de ascensor. No recuerdo quién fue, así que puedo afirmar tranquilamente de él que sin duda alguna no había escuchado en su vida más música que esa, subiendo y bajando por los diferentes plantas de su edificio de oficinas consagrado al negocio de la exportación e importación de tontos del culo. Si usted no piensa igual, tiene todo ese tesoro asombroso en Youtube, que es, más que Père Lachaise, el cementerio más glamuroso a la par que hermoso del mundo. Chick Corea ha muerto; escuchemos, pues, a Chick Corea:
La portada del My Spanish heart tiene, por cierto, telita…
Vaya, leo que Lyle Mays murió hace un año…