Loor y Prez a Jane Austen en el 200 aniversario de su muerte

John Constable
200 años de la muerte de Jean Austen

Aunque yo muera el universo continúa. Esto no me consuela si yo soy distinta del universo. Pero si este está en mi alma como un cuerpo más, mi mente deja de tener para mí más importancia que la que un desconocido cualquiera. Y lo mismo mis sufrimientos.

 Simone Weil

Vengo aquí a hablar de mi libro, como dijera antaño el maestro. Aquella vez a Paco Umbral le asistía toda la razón, se piense lo que se piense, y a mi ahora no tanto, porque su libro era su libro, excogitado y parido por él y probablemente acerca de él mismo (además de escrito con dos deditos en una noble máquina de escribir mecánica), mientras que el mío, del que vengo a hablar, trata de otro, o sea, de otra, que además no me pertenece en absoluto, sino que pertenece al mundo (pero fue escrito con los diez dedos y transcribiendo una a una las citas). Sin embargo, a diferencia de Umbral y a mi favor se podría alegar que yo no gano ni una perra por ello, puesto que en su momento renuncié a todos los derechos habidos y por haber excepto a la mención la autoría, que en mi opinión es sagrada. De hecho, en mi vida de aficionado a la escritura me he embolsado hasta hoy 1818 euros exactos, que ya me parece mucho, y encima es una cifra muy a propósito, pues en tal año se publicaron póstumamente La abadía de Northanger  y Persuasión. Lo mío es, pues, una especie de ensayo sobre Jane Austen para el que me dieron seis meses de plazo y que terminé in extremis, pues aún le hubiera añadido yo un capítulo  pormenorizando un tramo más el comentario sobre el mencionado Persuasión. Pero la escritura mercenaria es lo que tiene: deciden por ti la extensión, establecen por ti el plazo, rebañan la escasa plusvalía, luego se arrogan el derecho a corregirte el estilo -únicamente me pusieron bajo sospecha una palabra, y no lo permití; la palabra era “Ya…”, en el sentido español intraducible de “No te lo crees ni tú…”-, y por último sentencian el libro irrevocablemente al olvido, mediante el trámite, me temo, de sacar una tirada ridícula y llevarse quién sabe cuál subvención a cambio. La verdad, no me importó. Pude escoger el tema, lo plantee como me dio la real gana, el resultado me sigue gustando 16 años después y lo pase muy bien escribiéndolo. Yo venía de dimitir de un trabajo en un instituto privado realmente infecto, en el que pasaron a exigirme trabajar de 8 de la mañana a 8 de la noche y sábados alternos para vigilar a castigados, amén de pretender obligarme a vestir con el uniforme preceptivo del centro, que más rebajaba y degradaba que le honraba o prestigiaba a uno, y Jane fue lo que llenó el tiempo que fue de septiembre de ese año a ponerme a trabajar en unos cursos absurdos de formación para empresas. De modo que salí con Jane Austen durante medio año, por supuesto de la manera respetuosa y casta pero pasional y jovial que le hubiera gustado a ella. No era mi primera relación, desde luego, pero sí la primera suya con un caballero español –yo soy un pelanas, no un caballero, pero con Jane me comporté como tal.

Samuel Prout, “Netley Abbey”

Justamente hoy se cumplen dos centurias de la prematura muerte de Jane Austen, y al menos en Inglaterra pretenden celebrarlo a lo grande. En Hypérbole ya le hicimos un homenaje, con ocasión de otro 200, el 200 de Orgullo y prejuicio. Como vengo aquí a hablar de mi libro, me he puesto a buscar qué recepción crítica pueda haber tenido el romance de un desconocido pelanas con una novelista muerta que seguramente sea la escritora más aclamada y querida de todos los tiempos, con perdón de Virginia Woolf, que por cierto adoraba a Jane. Y, oye, no está nada mal, sólo cuatro o cinco observaciones breves en castellano en toda la red, que se cuentan con los dedos de la mano de un bebé -lo que es decir que mi ensayo ha tenido menos distribución y acogida que las obras cánoras de Jesulín de Ubrique, pero que mucho menos…-, pero las cinco sumamente positivas. La mejor, la de un osado traductor de nuestra estimada y ex mía, que afirma que):

No me voy a detener en los pormenores de la biografía de miss Austen, que pueden ser encontrados en la red o, mejor aún, en el excelente libro de Óscar Sánchez Vadillo publicado por Edimat en 2005, en el cual se da un vívido panorama no solo de la peripecia vital (bastante exigua) de la autora, sino, sobre todo, del entorno cultural, social y político en el que vivió y en el cual (y para el cual) creó sus aparentemente inocuas obras, que en realidad contienen cargas de profundidad capaces, bien pensado, de helar la sonrisa en los labios en mitad de una frase divertida.

Estupendo, mira tú. Luego, en una página llamada All the Year Round, nombre que suena muy dickensiano, escriben esto, más frío, sí, pero sin duda por ello mismo completamente honesto:

Este libro es parte de la colección de Mujeres en la historia, de la editorial Edimat.  El número 32 está dedicado a Jane Austen y presenta a la autora a través de sus libros y de la época que vivió. Por lo tanto no hay que esperar una biografía muy detallada, pero sí un amplio bosquejo, casi un ensayo, de sus obras, de su personalidad y estado de ánimo.

Me ha gustado la relación entre escritores, lo que contemporáneos y posteriores pensaban acerca de Austen y sus obras. Y los estudios de las propias novelas, cada capítulo está dedicado a una de las obras o personajes. 

Un libro interesante de leer para los acérrimos de Jane Austen.

Encuentro, también, en una web de dichos “acérrimos” de Jane llamada El salón de te de Jane Austen lo siguiente, que mola no poco, viniendo como viene de un club de fans tan exhaustivo y exigente:

Creyendo que el libro es sólo una biografía, el trabajo de Sánchez es una agradable sorpresa, porque cada capítulo analiza a cada heroína y su historia y a la vez, nos cuenta las vicisitudes de la propia Jane. Una obra realmente interesante. Mujeres en la historia es una colección de libros de la editorial española Edimat de 2005 , en la que se tienen en cuenta mujeres que han tenido influencia artística, política, científica y religiosa, como Virginia Woolf, Marie Curie, Ana Frank, Louisa May Alcott, Charlotte Brontë, etc…

Son tres, como los mosqueteros, pero luego se menciona mi cosa en la lista de los libros aparecidos en 2005 de temática austeniana a escala internacional, y una académica me cita en nota al pie como si fuese yo una fuente inexcusable en los estudios austenianos de este y el otro confín (y, bueno, es cierto que la única otra biografía en español de Jane Austen es de 2019, mejicana, y los propios críticos de allí la encuentran sosa y llena de errores; naturalmente, no voy a referenciarla aquí): en vez de el pelanas entrometido e advenedizo que fui, así que me doy por más que contento. Más vale que algo esté bien hecho a que esté muy difundido: cantidad no es calidad, como bien pudiera haber espetado con la nariz arrugada Mr. Fiztwilliam Darcy en su noche de bodas. Lo cierto, ya en serio, es que a la verdadera Jane Austen le hubiera horrorizado sin paliativos nuestro mundo actual, tanto el rico como no digamos ya el pobre, pero casi más el rico. En este sentido, es difícil seguir sosteniendo que es una escritora moderna. Jane era dura, pero la colocas en mitad de Times Square y sufre un ataque de pánico. No quiero ni pensar ya lo que sería enfrentarla a la realidad omnipresente hoy de una película porno o de una revista o programa del corazón. Tal vez se hubiera adaptado a la existencia de cuevas de Alí Babá horteras y mareantes como un supermercado actual, pero hubiera sucumbido en el acto al enterarse de que la gente acude a ellos en chándal, leggins o lo que es peor: con una camiseta que exhibiese un chiste con la palabra “fuck”. Morimos para que el mundo siga vivo, y Jane entendía perfectamente que la subjetividad no es nada en comparación con el conjunto, pero la paradoja de la existencia individual consiste en que nuestra salida de escena da paso a un futuro que hubiéramos detestado profundamente. Aristóteles, por ejemplo, fliparía frente a un ordenador cuántico o el Blockchain, pero viajar en Metro o asumir que media humanidad pasa su vida frente a una pantalla sería demasiado para él, le mataría del disgusto. Hace unos días regalé a una amiga una novela de David Lodge, Intercambios, en la que el protagonista es experto en Jane Austen y sin embargo sería un golfo, un crápula y un impresentable absoluto desde el punto de vista moral de la propia Jane Austen…

El libro del autor del artículo

Morimos, en efecto, para dar el revelo a la continuidad del mundo (un John Lennon, por ejemplo, que viviera mil años produciendo incansablemente canción tras canción no habría un Dios que lo aguantara, por mucho que le echemos de menos), pero los vivos deben aprender a cambiar de tercio. En estos momentos ando enamoradísimo de Djuna Barnes, que es una escritora totalmente excepcional, aunque sea en todos los aspectos la antítesis casi perfecta de Jane. Si alguien me otorga una beca, por parca que sea, le escribo el ensayo o la biografía. Mientras, aquello mío con Jane seguro que lo pueden encontrar ustedes en internet, con poco que se esmeren, completamente gratis. Y un último secreto: Jane es mucho más interesante, ella en persona, que todas sus famosas protagonistas, o eso me pareció a mí. 

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