About Ter…

La cultura moderna consiste en sustituir la virtud por la sinceridad.

 J.J. Rousseau

(…) Será preciso viajar por los ojos de los idiotas (…)

Verso de Poeta en Nueva York, F. García Lorca.

En una ocasión andaba yo de mudanza y al efecto había dejado algunos de los volúmenes de la enciclopedia Larousse, que son un muerto que te queich, en la acera de la calle Mayor, al borde de la calzada. Mientras que subía a por más cascotes de hormigón armado erudito de ese, no me molesté en ocultar los mazacotes que ya había sacado a la calle, como si estuviera yo levantando una barricada de Mayo del 68, puesto que, para qué nos vamos a engañar, ni Dios iba a tener el valor de llevárselos. Pero lo que sí ocurrió es que un chaval, alto como una torre de pedantería, revestido de melenas a dos aguas y escoltado por dos pibitas que vivían colgadas de sus palabras, se puso a sacar unas fotografías altamente emblemáticas del Zeitgeist del cambio de milenio teniendo como tema mis humildes terrones enciclopédicos. Cuando llegué yo, cual esclavo egipcio, con más piedra milenaria, el chico, apurado, dio en explicarme que creía que había algún analfabeto deshaciéndose de semejante tesoro, y por eso lo inmortalizaba, a fin de colocar las instantáneas en una galería como testimonio de la banalidad primermundista. Yo le dije que no, que ese engorro ultracultural estaba allí esperando un taxi, y entonces todo quedo aclarado, con algo de disgusto de las dos fans, a las que el objet trouvé de su dios de luengas guedejas les parecía mucho más excitante que mi vulgar justificación. Y qué demonios, tenían razón. Sin embargo, esta anécdota mía pertenece a un pasado irrecuperable, y aquel terrorista del arte contemporáneo será ahora el dueño de la galería o el que pasa la mopa de noche, pero en todo caso ya no sentirá tanto apego hacia la gran cultura de nuestros abuelos, y la tarea de los hermanos Larousse -creo que eran unos galos con mostacho, no sé muy bien…- se la pelará cosa mala, por decirlo en plata.

 ¿Y por qué? -os preguntaréis- ¿Qué ha habido de nuevo entre la foto de unas Larousse(s) tiradas en la puta calle como síntoma de un civilización enferma, alienada, consumista y bla, bla, bla, y el actual regodeo en lo kitsch, es decir, en esa forma de arte fake que sabe que es un cliché pretencioso pero que se jacta abiertamente de ello? Pues lo que ha habido de nuevo es Internet, chica, y, para ser más exactos, el triunfo planetario, arrollador y casi inmediato de las redes sociales. Las redes sociales han conseguido eso que apunta muy bien César Rendueles (Sociofobia, pág. 182), y que es el hecho de que “hoy podemos acceder a la alienación consumista incluso sin la mediación del dinero”. En efecto: una niña, hoy, puede sentirse horriblemente mal por no ser Kim Kardashian o Taylor Swift sin necesidad alguna de gastar un solo euro en un disco o en merchandising suyo, le basta únicamente con devorar videos de ambas estrellas o subir edits de sus gracias a TikTok. En particular, ese terreno del fandom deliberadamente superficial, que proclama alto y claro que se prefiere la Kardashian a Le Corbusier, una serie de dibujos animados a The Wire y Miley Cyrus a la saga épica de El padrino de Coppola, está fantásticamente representado en España por la cultuber Ter, la arquitecta del pelo azul eléctrico, Dios la bendiga. Ter, aunque bajita (estoy a favor, conste), es muy guapa y tiene unos ojazos verdosos, pero vamos a pasar eso por alto, que la molesta (porque sabe de sobra que es cierto y que en ello se cifra alguna porcion de su éxito). Lo que importa es que es muy expresiva, que es milennial -aquel chico del arte como indignación y protesta no lo era o no parecía serlo-, y sobre todo que le encanta ser una dictadora del gusto, como a ti, como a mí y como a todos los seres bien alimentados de la tierra, pero en su caso sin disimulos y ya digo que con gran expresividad y encanto milennial. “¡Y ya está!”, como termina ella sus vigorosos razonamientos.

https://youtu.be/-YARoSwQd-g

Ter se pasa mogollón, a decir verdad, Ter llega a soltar en un video, jugando a ser frívola y esteta, que cierta mierda que le priva a ella en ese momento de su vida es incluso mejor que la democracia, porque total, tampoco la democracia es gran cosa… Y se lo perdonamos, no sólo porque es Ter, de modo que sabes que se la suda que la perdones o no (ella está hasta el coño de ti, pero igualmente te despide con un “besiiiiiiiiiii”), lo cual, confiésalo, te mola mogollón, sino porque ese es ya fehacientemente el mundo en que habitamos. En el dicho mundo en que habitamos la democracia ya no importa un carajo, porque para vivir en un universo de tuits, snapchats, storys de Instagram y bustos parlantes de Youtube como vive Ter, igual nos daría producir “valor” bajo la batuta del gobierno chino o que la temperatura global se elevase hasta los dos grados and a half.

Yo no tengo ni la menor idea de economía, pero como lo que nos anuncian es que las tareas bajas, mezquinas y pesadas -la “labor”, como las denominaba Hannah Arendt, afirmando bellamente que a los pobres nacidos nos proporciona una gran felicidad en bucle y por ser dentro de tal bucle- las van a hacer robots a mucho menor precio que tú, la única manera de salvarse de la inminente debacle laboral y del apocalipsis zombi ulterior va a ser generar valor por medio de la seducción hacia determinadas imágenes de marca. Una imagen no es nada, en realidad, es el kinder sorpresa ontológico cuya sorpresa consiste justamente en que está vacío (tomo esta metáfora regulera de El Mundo Today), pero justamente por ello puede llegar a serlo todo sino queda ya nada más en la vida de la gente. Muchos somos ya bastante eso tan raro que somos hoy -yo casi totalmente, si no fuera por mis hijos, pero ellos van también camino de…-: una especie de críticos hypster de la imagen contemporánea a tiempo completo que a lo máximo a que aspiramos es a hacer de nuestra selección particular e intransferible, dado que la oferta es inmensa y variadísima como el catálogo de una tienda de zapatos, el criterio de los demás. ¿Cuál será la mercancía más cotizada del ignoto futuro digital que nos aguarda a la vuelta de Metaverso? No los datos, tus datos y los míos, como se oye tanto decir, los datos los van a conseguir igualmente, si no los tienen todos ya, de los datos se encargarán Alexa e imitaciones, los datos de los súbditos del neofeudalismo capitalista de por sí no son más que una huella pasiva, una muesca descerebrada y sosa de nuestros actos más inconscientes de agenciamiento.

Tampoco tu atención, como se dice también, primero porque ya la tienen, enterita y verdadera, y pronto la tendrán como en Minority Report, secuestrada y personalizada en tu retina, y luego porque atención hacia qué, a ver… Lo que realmente se cotizará ya, pasado mañana, y a un muy alto precio, será el criterio, tu criterio, si es que consigues hacerte con uno propio. Puesto que las cosas, las experiencias y las máscaras que nos venden son todas indiferentes, abúlicas, planas, precisamente por ser todas distintas (ejemplo: me entero ayer mismo de que podemos elegir entre un abanico realmente vertiginoso de tipos de bombilla, led, no led, brillante, mate, amarilla, blanca, etc., hasta el punto de que la única reacción propiamente humana que te saca de esa pesadilla sin fondo es decir a toda prisa, y sintiendo que con ello te la juegas la vida, “¡esa, deme esa misma, la que sea!”), lo que contará de verdad dentro de los próximos cinco minutos de la historia de la humanidad será tener un buen discurso -o no bueno, pero sí impactante, que destaque por sobre los restantes- acerca de por qué te disfrazas o te autotuneas como lo haces e invitar a los demás a poner su preciada atención sobre eso mismo, al tiempo que, para despistar y convencerles aún más a fondo, les dices que hagan lo que quieran, que ellos son muy suyos, muy listos y muy libres… –o, como lo expuso de nuevo acertadamente Rendueles, ibídem, pág. 177, “la posibilidad de elección no nos ha servido para desarrollar y apreciar nuevas formas estéticas sino para consumir masivamente aquello que ya nos ofrecía el mercado, pero ahora identificándolo como un proyecto propio”.

Ter jamás hubiera tomado fotos de mis enciclopedias Larousse abandonadas en la calle como ballenas muertas y varadas, para empezar porque Ter hace fotos de todo, ya que tiene móvil, y para continuar porque lo que Ter hace son selfis, sobre los cuales posee toda una filosofía. Nietzsche tuvo razón -no es por sacar a relucir siempre a Nietzsche, Ter, es que me ha venido a la cabeza, te juro- cuando dijo aquello de que toda voluntad de sistema es siempre deshonesta, o si no tuvo razón, nos lo hemos tragado como si tal. Ter tiene toda una filosofía de los selfis porque Ter piensa, aunque piensa sin sistema. Así, la puedes pillar en incongruencias de un video para otro, pero quién diablos no es un poco o un mucho incongruente. El punto de vista primario de Ter es que, como he señalado, hay que tener un criterio, aunque sea pringosamente emocional, y luego defenderlo a capa y espada. El criterio de Ter, y por eso todos somos Ter pero con mucha menos gracia, es que un criterio simplón es cool, siempre que te inspire, que te saque de tu sillón y te impulse a hacer algo, lo que sea. Kanye West, por ejemplo, que es un bocazas y un venao (acabo de perder a Ter para siempre, pero bueno, tampoco la tenía…) para ella es un Mesías, gracias a esa cualidad que le singulariza de decir obviedades como si acabara de descubrirlas él. No importa, si bajo su auspicio logras ventajas en la lucha por la vida, porque a eso vamos a volver, al struggle for life.

Ter a menudo pasa un tiempo “en la mierda”, o sea, deprimida y sin ganas de nada, de “bajona” -“la bajona no perdona”-, pero así es como somos todos, dice, y el que no esté de bajón nunca es que es sencillamente imbécil. Pero cuando sales de la mierda, hay que teorizar, a fogonazos y sin sistema, hay que hacer pasar la lucha por la vida por el principio del placer. Así, a Ter le gustan los gatos, es una loca de los gatos… ¿a quién le pueden no gustar los gatos en la época en que todos vamos a tener que quedarnos en casa como putos gatos, sea por pandemia sea por paro estructural? Así que vengan los gatos… Ter habla de puta madre inglés, porque está viajada y porque sólo sabiendo inglés puedes seguir todos los incidentes del entorno de las Kardashian, diosas glam del brilli-brilli. Y Ter afirma que tiene a Youtube, a las redes sociales y a las Kardashian y petardas similares en su ADN mucho más que las doble hélice esa y demás, lo que nos revela otro importante factor tendencial de nuestros curiosos tiempos: tanto la democracia como la biología sucumben a la superior realidad de la imagen digital y del espectáculo global. La caverna de Platón no es Internet, no, sino tu mísera habitación de siempre…

La gran mayoría de los temas sobre los que diserta Ter son cruciales y lo que ella opina sobre ellos es pertinente. Lo único que se me atraviesa más es cierta actitud gótica suya que la hace admirar sin ir más lejos aquella porquería que fue Poppy, un lanzamiento para adolescentes cortavenas que me recuerda al “gorila llorica” del Promethea de Alan Moore (¿lo ves, Ter?: En Alan Moore sí que está todo, y no en el pirao ese de Kanye West… ¡Viva la Generación X!) Yo, Ter, ni quiero ser Poppy, la muñeca rota que habla mirando siempre hacia otro lado, ni quiero ser un experto en tipos y modelos de bombillas. Me gustaría ser pos-irónico, mejor que meta-irónico, pero no recuerdo bien lo que es cada una de esas cosas. Como ya soy mayor, lo que tú llamas “cultura general”, Ter, a mi me parece una bomba nuclear detonada sobre todas las bibliotecas del mundo, así, como en racimo, megatón por megatón bien separaditos y de precisión, y desde luego algo bastante contradictorio con lo que aprendemos de ti acerca de, yo qué sé, Mies van der Rohe. Van der Rohe es amazing y mindblowing pese a que no sea cultura general del ciberespacio al estilo de ese tío anormal que salía en Got talent haciéndose llamar El Cejas y que cantaba que si “placa, placa”… –tú, Ter, te lo digo de verdad, eres mucho más y mucho mejor cejas que el Cejas…  Eso es basura profundamente basic y lo sabes y no hace falta explicarlo más y ya está. Desde que existe la puta televisión llevamos décadas viajando por los ojos de los idiotas y es cansino, que lo haga otro ya, que lo haga Trump o lo haga Cambridge Analytica o lo haga quien sea a quien se le dé bien y saque beneficio de ello, pero gratis y por matar el rato no. Que al menos tengan el detalle de pagarnos por mirar, que mirar porquerías insulsas y luego repetirlas como mantras a los pocos amigos físicos que nos queden haciendo botellón con mascarilla sea una profesión pagada, precaria pero pagada.

En fin, Ter, que tú sabrás, reina (mi nombre es Ter, Es-ter…) A mí esto me parece un poco lo que decía otro tipo que menciona Rendueles, uno de esos que fraguaron la arquitectura de las redes y ahora no quieren que sus propios hijos las toquen, un tal Jaron Lanier, citado en la pág. 70 de Sociofobia: “Al final del camino de la búsqueda de la sofisticación tecnológica parece haber una casa de juegos donde la humanidad retrocede hasta el jardín de infancia”. Pero no va por ti, Ter, ¿eh?, a ti te amamos y nos gusta que Youtube exista para oírte hablar de lo que sea y hacer muecas geniales. Las enciclopedias aquellas, por cierto, las termine regalando, porque no parece que vaya a haber ningún Mayo del 68 más y por tanto tampoco barricadas ni adoquines de sabiduría. Las barricadas del futuro serán digitales o no serán. Gracias por tus estupendas, instructivas y alocadas performances –terformances– y un besiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!

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12 Comentarios

  1. says: José Rivero

    La derrota del pensamiento y algo más.

    Que os hayáis empeñado –uno, Óscar escribiendo y otro, Ramón editando con nada menos que diez videos diez, más que los toros de una corrida afamada– en subir a los altares de la cultura normalizada el material desnormalizado que llamáis About Ter, me da que pensar en el efecto del calor sobre el razonamiento humano. Y no basta con empezar con citas cultas de Rousseau y de Lorca, para hacer mejor la digestión.

    Y me da para pensar otras cosas, sobre el efecto desintegrador de los aparentes nuevos discursos de los millenials y los militantes en el mundo hiperconectado de la redes plurales y unitarias. Incluso me habéis insinuado –en varias ocasiones, antes y ahora con el suelto volandero de marras– sobre la singularidad ¿intelectual? de la señora o señorita que charla de forma compulsiva, de lo divino y de lo humano con muy pocas observaciones de interés. Sólo porque dice haber estudiado arquitectura, y de ello extrae pintorescas conclusiones. Como demuestra con ese folleto que vende con frases de autor desconocido, que han marcado su paso por la escuela y que desde esas raras Extrapolaciones– así se llama su cuaderno de casi todo, como el Carmen Martín Gaite– quiere construir un continente conceptual sobre la forma construida. Como soy arquitecto y estudie arquitectura en el siglo XX, creéis hallar en mí una pizca de afinidad con ese discurso de baratillo y mercado persa y por eso me recomendáis su visita.

    Creo que, básicamente, es una charlista desaforada, que trata de explotar recursos de imagen propia con sus colores alternativos de pelos, sus mohines gestuales, su desparpajo verbal y con esos fondos decorados tópicos de altarcitos posmodernos, que no se corresponden con el discurso desplegado. Tampoco persigue la coherencia intelectual, como era previsible y como es constatable en un rastreo de su producción verbal. En unos videos mantiene una cosa y en otros su contraria, sin cambiar nada, más que el color del teñido capilar. Demostrando –no con Walt Whitman, como hace Ter– aquello que sostenía Wilde, de que la prueba de suprema inteligencia es mantener dos ideas opuestas al mismo tiempo. Esa impostura iconográfica moderna y retro al mismo tiempo, me recuerda la iconografía chandunguera y castiza que suele –un poco menos, ahora– desplegar Almodóvar. En un intento de síntesis de lo vanguardista con lo retro. Probablemente Ter acabe desfilando en un papel en el reparto de la pieza siguiente a Las madres paralelas, que serán ya Madres oblicuas. Como ella misma.

    Juega la charlista a cierto efecto contracultural y desmitificador –ma non troppo, como se observa con sus devociones fijadas– desde las líneas de YouTube, para pontificar sobre naderías y baratijas que quiere vender como altos productos culturales. El video sobre la arquitectura de Madrid es de un tópico narcisista a tope–no dice nada, no aporta nada, no sugiera nada, solo frivolités de ‘mola mazo’ y así– para acabar recalando en los lagartos finales de una fachada de la calle Mejía Lequerica. Soltando joyas de tonelaje memo a diestro y siniestro. Como esa pretensión posmoderna de igualar a Leonardo da Vinci con Walt Disney, o la afirmación de que el libro de Kim Kardashian –a la que sueña en imitar en éxito y rendimiento, aunque con menos tonelaje carnal– Selfish, es la pieza más importante de la literatura del siglo XXI. O que el video de Kanye West supera en valor y ritmo la trilogía de Coppola de El padrino. Sin comentarios. No se si ha leído La derrota del pensamiento de Alain Finkelkraut, se lo podéis recomendar, para que aprenda a identificar lo banal y lo sofisticado. O sea–ella reitera como baza discursiva el ‘O sa’–, banalizar lo importante y mitificar lo banal. Un programa que a Umberto Eco se le escapó de sus Apocalípticos e integrados, en fechas tan lejanas como 1965.

    Yo en estas tareas de redención del proletariado cultural propongo otras aproximaciones al pensamiento literario de Corín Tellado, que bien necesita una reivindicación teórica. Toda vez que era la que más vendía. A quien por cierto San Umbral ya elevó a los altares del valor en su exégesis literaria del canon español. Estamos a tiempo.

  2. says: José Rivero

    El video de la Escuela de Arquitectura de Málaga –a donde asiste como invitada estelar, con admoniciones de pésimo gusto– es de una indignidad superior para la Escuela y para los asistentes. Es un buen colofón del pleonasmo y del anacoluto discursivo de Ter. ¡Viva Málaga! donde fusilaron a Torrijos.

  3. says: Óscar S.

    Buenas, José. Lo de las ideas contradictorias a la vez era de Scott Fitzgerald, creo, no de Wilde. Wilde, por cierto, tuvo temita una mañana con Whitman, así, según atracó su barco, según cuentan las malas lenguas, y siendo el uno mucho más mayor que el otro. Tienes razón en todo, pero a la vez no la tienes. Si a mi me hicieran eso del “mola-mazo” aplicado a leer un párrafo de Aristóteles, sin más explicación ni glosa, me mosquearía como tú, pero a la vez podría pensar que así los fans de Ter, entre los que me cuento, lo mismo hasta se miran el pasaje aristotélico a ver qué diablos contiene. Mis hijos, como te he contado, han visto casi todos los videos de Ter, y uno de ellos, con doce años, ya ha trazado más de un plano de posible edificio imaginario y seguramente de desplome fácil, además de experimentar construcciones en el minecraft. Yo te juro que a su edad, en nuestro querido s. XX, a lo más que aspiraba era a ver el 1, 2, 3 en la tele los viernes y a jugar a la araña en torno a mi portal y aledaños. Por aquel entonces, en 1981, la primera película de Indiana Jones, que es mi peli favorita de todos los tiempos, despertó multitud de vocaciones para la arqueología, más, muchas más de las que había obtenido antes el magnífico -tonto el que no lo lea- “Dioses, tumbas y sabios” de Ceram. Así es la vida en la Era Audiovisual, a mi tampoco me gusta demasiado, como he dejado opinado por aquí en más de una ocasión. Pero comprendo, por ejemplo, a Escohotado, cuando va diciendo por ahí que la invención de Internet es parangonable para la humanidad con el dominio primitivo del fuego, y que ser liberal, a su juicio, consiste en estar abierto a la posibilidad de cambio -en este sentido yo soy más conservador que Don Antonio, debo reconocerlo.

    Naturalmente, Ter no es Escohotado, no tanto porque no tenga la erudición del filósofo, sino porque no tiene, digamos, su control conceptual. Escohotado arma mejor sus conceptos, los acoraza, mientras que Ter es intuitiva, sencillamente porque su formación es otra y, como señalas, su tiempo también. Pero son muy buenas intuiciones, a mi modo de ver. No únicamente las discursivas, también las de la puesta en escena. Es genial, por ejemplo, cuando corta en mitad del speech para mirarse en un espejo, o sorber de una pajita. Desde luego que es contracultural, claro que es posmoderno, pero no encuentro en eso objeción alguna. Antes de la posmodernidad, Richard Wagner se levantaba por la mañana, se metía su dosis de opio para sentirse grande, componía toda la mañana música sublime para el engrandecimiento de la Alemania de Bismarck y luego bajaba a comer soltando un “habría que exterminar a todos los judíos”. Su música era realmente grandiosa, pero la posmodernidad consiste, entre otras muchas cosas, en la reflexión tras un siglo bastante negro de que quizá tanta grandeza no merezca finalmente la pena. Ter propone el culo de la Kardashian en vez de el modulor de Le Corbusier, y eso, sin duda, es pecado académico mortal, pero tú y yo sabemos que también el archiarquitecto funcionalista tuvo su periodo filo-nazi, mientras que las nalgas de Kim difícilmente podrían hacer daño a nadie. Quizá en eso consista la cultura hoy, en banalización aposta, en eso que decía Ortega y Gasset de la cultura como servicio a la vida, y no al revés. Por descontado que la noción de performance que maneja Ter es conceptualmente incontrolable y vago, ya que -esa ha sido mi objeción arriba- vale lo mismo para el “placa, placa” que para Abramovic que para, pongamos, un presentador de la 1 se saca un moco en directo. Pero Ter saca el tema, porque le ha germinado en la cabeza, y seguirá dándole vueltas a la vez que gente del s. XX como yo le vayamos poniendo pegas. O sá, está ahí, pensándolo delante de ti, tratando de verbalizarlo como quien dice en directo. No sé si has visto otros cultubers, pero ninguno hace eso. Excepto Ernesto Castro (pero la filosofía también se puede transmitir horrorosamente, como demuestran otros a soldada del BBVA), lo que cunde es divulgación en el sentido francés de “vulgarización”. Di-vulgarizar la ciencia, di-vulgarizar la musicología, sin decir nada original y dirigido a un público que sencillamente jamás se acercará a un libro, y por eso se come ese potaje pobre (pero, bueno, se lo come…)

    Esta chica es distinta, me parece a mi, y lo es también por sus recursos de imagen, como los llamas. Porque José, estarás conmigo en que quién no use de artificios que hagan atractivo su mensaje que tire la primera piedra, y no digamos ya en el s. xxi… (en aquella peli, ejemplo ramdom, Buenas noches y buena suerte, sobre los informativos de la era McCarthy, parecían muy austeros, pero había toda una panoplia de efectos muy estudiada entre las voces graves, viriles, los trajes bien planchados y el cigarrillo eternamente engarfiado, proyectando mentes concentradas, trabajadoras y serias…)

    Gracias por tu estupendo comentario. Y viva Le Corbusier.

  4. says: Óscar S.

    Por cierto, leí el Finkelkraut a principios de los noventa y no recuerdo que aportase criterio alguno para discriminar la basura del arte, o lo canónico de lo anecdótico. Había mucha indignación, sí, al estilo de Husserl (la crisis de la cultura europea y tal…), mucho examen de casos particulares en los que campaba el infame relativismo, pero ahí se quedaba la cosa, como en El asalto a la razón de Luckacs y en La traición de los intelectuales de aquel otro francés. Es todo un género, pues, o subgénero, el que practicó Finkelkraut, desde Spengler hasta Lipovetsky o el coreano este de ahora, un género que podríamos llamar “¡vamos a morir!”. Pues mira, aún no hemos muerto, y cuando lo hagamos no será por el wokismo ni por lo políticamente correcto, será de calor, talibanes y polos derretidos pero no marca Frigo.

    Y una pregunta estilo Finkelkraut, de esas que le hacen a uno devanarse los sesos como se los devana Ter… ¿por qué calificas las citas de Rousseau y Lorca como “cultas”? ¿Tienen esas dos célebres cabezas producción no-culta? ¿Es “culto” algo que se encuentra en un instante en la red (no ha sido mi caso) y por tanto está al alcance de cualquiera?

  5. says: José Rivero Serrano

    El contenido del artículo de ICON de Díez Martínez –que es muy oportuno y pertinente– sobre los edificios feos, las piezas monstruosas y las obras abortos, pone en evidencia muchas cosas. No solo la impopularidad de la Arquitectura Moderna–cosa que no es nueva ni reciente–, en paralelo a la impopularidad de la Música atonal y posdodecafónica. Impopularidad que va d el mano de la escasa defensa patrimonial de las piezas construidas del siglo XX, y por ello ha habido que inventarse el DOCOMOMO. Algunos derribos comentados en el video de la arquitectura de Madrid, dejan escapar los derribos de la Pagoda de Fisac, la casa Guzmán de Alejandro de la Sota, igual que podían haber añadido el mercado de Olavide entre otras piezas desaparecidas. Y ello es reflejo del escaso valor patrimonial otorgado a la Arquitectura Moderna, ahora que crece y prolifera la defensa de Bienes Inmateriales, como El Fresco, La Sardana o Las FAllas. Dentro de nada tendremos la propuesta de La Siesta, como Bien patrimonial inmaterial. Al gran público le van más las connotaciones formales y tonales de los Parques temáticos y el pasodoble, que el vacío de Mies van der Rohe y la linealidad rota de Stockhausen.

    La historia de la arquitectura –o de la música– está llena de ejemplos de esas deserciones de las formulas modernas en favor de las soluciones mayoritarias y mayoristas. Estoy leyendo el imperial trabajo de Yuri Slezkine, La casa eterna. Saga de la Revolución rusa, donde nos relata el abandono por parte de la Revolución rusa y sus dirigentes soberbios y bigotudos, de la arquitectura Constructivista que había jalonado los mejores momentos iniciales de la arquitectura revolucionaria, para dar paso a formulas estereotipadas y clasicistas del mismo tenor que aquello contra lo que habían luchado. Como ocurre con el levantamiento de La casa de Gobierno –frente al Kremlin y por obra de Boris Iofan, el arquitecto del propagandista pabellón soviético de la expo de París de 1937– para cobijar a toda la aristocracia bolchevique. Que no es un oxímoron, sino un hecho comprobado. Resultando con ello que cierta modernidad formal no se producía en el paraíso anunciado del proletariado liberado; sino más y mejor en las sociedades capitalistas y en la muy putrefacta New York. Véase como complemento la solución ganadora del concurso del Palacio de los Soviets, postergando a Le Corbusier en favor del oficialismo iconográfico–anticipo del peor realismo social– de nuevo Boris Iofan.
    Con relación a nuestros pesares Terminales y más actuales, lo más llamativo es la coincidencia de Ter y su socio madrileño –que van de exégetas de una modernidad incomprendida– con el emperador Francisco José I. ¡Puro Imperio austrohúngaro!, a la manera de Berlanga. Que detestaba la desnudez de Aldolf Loos, tanto como Ter abomina del mercado de Barceló de Nieto y Sobejano: pura desnudez sin ornamento. Seguiremos analizando las valencias de esos promotores del cogitus interruptus.

  6. says: Óscar S.

    En Berlín Oeste, la embajada rusa era un enorme palacete blanco con múltiples alas y apliques dorados, si no recuerdo mal, seguramente el edificio más ostentoso de la gran avenida Unter Der Linden. No obstante, ya sabes lo que el régimen soviético con el metro de Moscú, que es más bien la demencia opuesta. Pero eso es cambio de tema, y puesto que tu no sigues mi comentario a tu comentario, yo dejó flotar en la ingravidez allá arriba al tuyo, excepto para hacer notar que si nos sitúas a Ter al nivel de un rey que era hasta buena persona y de un director de cine prestigioso, es que vas más lejos aún que yo, aparte de que lo del “cogitus interruptus” ya lo tocaba yo en mi texto con términos más elegantes…

  7. says: José Rivero

    Gazapos y conejos de chistera.

    El presunto recorrido por la arquitectura de Madrid del dúo dinámico Ter+Emi(liano) que presentáis en el penúltimo video de vuestro alegato, es tan insustancial como lleno de errores y resulta una perfecta carta de presentación de los actores a los que favorecéis, a fuerza de otorgar espacio a la banalidad insignificante y campo a los modismo neourbanitas ¿de colegio de pago? A modo de cornucopia, con cuernos –molan mazo– y con copias –igual de molonas– propongo algunos comentarios.

    1. Sobre la Plaza de Castilla realizan una primera aproximación a sus furores. Así el obelisco de Calatrava, del cual llegan a decir que “es tan horrible que cuando me doy la vuelta a la Plaza, igual me empieza a gustar”. Eso se llama tener criterios arraigados. Calatrava volverá a sus argumentos, para admitir que “es un héroe, un winner”. Y cuando a alguien –por muy caros que sean sus edificios y se caigan a menudo–, le sigan encargando proyectos, alguna razón habrá. Incluso llega a decir Emi, que las obras de Calatrava pasan la prueba del marciano. Que no se sabe si es un elogio o un desprecio.
    2. Las torres KIO, originales de Philip Johnson y de John Burgee, se las atribuyen a Minoru Yamasaki. Que es autor equivocado, pero sí de la otra torre en Azca, la Picasso.
    3. Puestos a torrear –que se parece a torear sin toro y con torrecitas– podían haber reparado en la proximidad de la torre del Banco de Bilbao de Oíza –mucho más convincente–, o en las piezas destacadas –más al norte– de Foster, Pelli, Rubio Carvajal y Álvarez Salas.
    4. La itinerancia titubeante, que se vuelca con la Filarmónica de Hamburgo –Herzog y de Meuron– que no viene a cuento citar, toda vez que recorremos –o lo pretenden– cierto Madrid de autor, da juego a los juicios aficionados. “Por fuera me encanta, pero por dentro no sé qué decir con esa decoración”. Podían haber comentado mejor el CaixaForum.
    5. Aprovechando el paseo por el elogio de las molduras urbanas, se produce el envite al mercado de Barceló –de Nieto y Sobejano– para alinearse con el emperador Francisco José I–como ya he comentado antes en otro comentario– en su lucha contra el desnudo formal, no el otro.
    6. Lo importante de la excursión madrileña–con parada en comedor chino y en bazar chino para comprar un pulpo-peluche rosa– es visitar las casas palacio de Pitita Ridruejo y de Esperanza Aguirre.
    7. La casa Guzmán, ahora en Algete, de Alejandro de la Sota y recientemente demolida, da lugar a nuevos juicios aficionados. “Es una copia de Mies van de Rohe a lo pobre y cincuenta años después”. Cincuenta años después ¿de qué? Además, si la han demolido los propietarios, alguna razón tendrán. No exageremos, que por una obra menor sed haya montado tanto ruido.
    8. No así la Pagoda de Fisac, igualmente demolida, pero mucho más interesante que la pieza de Sota. Comparaciones discutibles, visto lo visto. Y visto el juego de remolinos de la pieza de Fisac.
    9. Lamela cuenta con predicamento. Sacan las Torres de Colón y otro grupo de viviendas –ya de noche, por lo que no son reconocibles– más que en sus balcones nítidos. De Lamela ya he hablado aquí, por lo que a ello me remito.
    10. La desconocida para Emi, Torre de Valencia –aunque sabe que fue una maniobra especulativa, similar a la alabada de Colón, aunque esta no la cite– de Javier Carvajal es un “no se qué decir”.
    P.D. Le Corbusier tonteó con Vichy y alabó a Petain, pero formalmente fue tan fascista como Mies van der Rohe miembro del partido nazi. Todos los futurismos tenían ese anhelo por la máquina y el anti humanismo. Y de ahí a otras afirmaciones hay un trecho menor ¿Qué decir de la tropa de arquitectos fascistas de primer nivel, encabezados por Terragni? O tan comunista (¿…?) como Frank Lloyd Wrigth que se presentó en Moscú en el Congreso Internacional de 1937. Si repartimos etiquetas de colores políticas, para enjuiciar obras, estamos en un lío.

  8. says: Óscar S.

    Ese lío no era mi argumento. Ya no viene al caso demonizar a nadie -a no ser, claro, que su influencia retorne, como sucede cada dos por tres en España-, lo que yo quise decir era distinto. Quise decir que comprendo perfectamente que una civilización que causó como 100 millones de muertes violentas totalmente innecesarias en el s. XX (la población total de Europa en el inicio del año 1700, creo), puesto que los que se mataron entre así pertenecían a la parte rica y avanzada del globo, necesite después de cierta amnesia colectiva. Hemos sido tan inteligentes desde la Revolución Industrial hasta hoy, tan asombrosamente magníficos -un jodido avión volando por el cielo es una barbaridad tal que volvería loco a cualquier tatarabuelo nuestro, y hay miles a la vez…- , que no se entiende que hayamos sido tan hijosdeputa a la vez. Como no se entiende, igual que todavía seguimos sin entender por qué tuvieron que morir 3000 personas privilegiadas en las Torres Gemelas en 2001, mejor olvidar, volverse un poco bobos y empezar a acercarse al pasado con ojos nuevos, tal vez frívolos, con toda seguridad algo pueriles. No otra cosa es, en mi opinión, lo que hace esta pareja de paseo por Madrid: jugar al dogmatismo -la perfomance-, sabiendo que no es más que una gota en el océano de youtube, y no una tesis doctoral (las tesis doctorales son todavía más diminutas en cuanto a significación para el saber general, por cierto):

    Pero tienes razón, ya lo dije. Sobre todo en lo de Ter como una futura chica Almodóvar, en el sentido de la canción que les dedicó Sabina: “un poco lista, un poquitín boba / ir con la Kardashian en una limousine”. Con una muy importante salvedad, que es la que el millennial procura ser completamente inofensivo en todo, no como aquellos señorones (y recuérdese que hasta David Bowie tuvo su ratito nazi…) del pasado, que se tomaban todo tan en serio que eran capaces de morir y sobre todo matar por lo que fuera. Eso es todo lo que quise decir. Gracias por tu sabio y exhaustivo repaso.

    https://youtu.be/NdxUajq8bwA

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