“Solo ante el peligro”: el mediodía que siempre termina apareciendo

Cine clásico

Un hombre, Will Kane (Gary Cooper), cansado y quizá prematuramente viejo que pretende comenzar de nuevo casándose con una mujer joven muy distinta a él, Amy Fowler (Grace Kelly), una devota cuáquera pacifista, y creando un negocio muy lejos de la ciudad ahora tranquila pero anteriormente sin ley, subyugada por un pistolero turbulento, Frank Miller (Ian Mac Donald) que no fue del todo vencido, como nunca se vence definitivamente el mal, ni terminan de desaparecer las peores pesadillas. Ese hombre casándose con gesto algo cansado, todavía sin saber que ya han llegado a la estación los esbirros de Miller y que, a las doce del mediodía, dentro de poco más de una hora (el tiempo real que dura la película) llegará él en el tren, dispuesto a vengarse, por lo que antes tendrá que tomar una decisión.

Cuando todos lo saben todos le dicen que se vaya. El juez, el viejo sheriff que lo antecedió, los amigos, los conocidos y sobre todo Amy. Al día siguiente llegará el nuevo sheriff, él ya había colgado la placa en un sitio distinto de su pecho ¿para que quedarse? ¿para qué correr riesgos? Lo convencen y se sube a un coche de caballos que, al fin, los aleja de la ciudad mientras en su cabeza hay una lucha que todavía que no ha terminado de resolverse y que por fin solventa parando los caballos y girando para mirar los ojos al destino.

La decisión que no entiende nadie, que de pronto desvela la fragilidad de todas sus relaciones, de la memoria de ese pueblo y de lo que está dispuesto a arriesgar por mantener sus calles libres de pistoleros. Sobre todo Amy que le da un ultimátum, que le avisa que se irá en el tren de las doce donde Frank llega; también su ayudante que ahora es amante de una antigua amante que todavía lo ama de verdad y no lo hubiera abandonado nunca; todos los demás que se van alejando. Solo lo apoya un chiquillo de catorce años como la esperanza en una juventud menos mezquina y más valerosa. Está “Solo ante el peligro”.

La película se rodó en 1951, en plena guerra de Corea y cuando el Comité de Actividades Antiamericanas estaba en pleno apogeo de sus listas negras que afectaron a uno de los productores y guionista de la película, Carl Foreman, que finalmente fue etiquetado de “testigo no cooperativo” lo que hizo que el otro socio, Stanley Kramer, se terminara desviculando de él en uno de esos episodios tristes de aquella época oscura que luego trajo cola con todo tipo publicaciones sobre lo que realmente pasó o no pasó. Curiosamente el papel protagonista se lo afrecieron primero a John Wayne, entonces presidente de la MPA, la asociación de actores anticomunistas que había arremetido contra Foreman. También a Gregory Peck, Marlon BrandoMontgomery Clift y Charlton Heston que, por diversos motivos también rechazaron el papel.

Gary Cooper, con 50 años, había salido hacia poco tiempo de una operación de úlcera de estómago y quizá por eso aparece tan envejecido, lo que da mayor fuerza dramática al personaje. Grace Kelly, con 21 años había sido descubierta por Kramer mientras actuaba en una obra de teatro. La gran diferencia de edad entre los protagonistas no impidió todo tipo de rumores sobre una posible aventura amorosa entre ellos en cuya veracidad no han terminado de ponerse de acuerdo los distintos biógrafos. Katy Jurado en el papel de Helen Ramirez es la otra mujer de la película. La dueña del Saloon con un pasado dificil en el que ha sabido sobrevivir y que fue amante de Will hasta hace un año sin que en la película se cuenten los motivos de la ruptura. Su encuentro con Amy resulta fundamental en la trama porque le deja claro, con una magnífica dignidad, que ella nunca abandonaría a su hombre lo que deja en suspenso durante un tiempo dónde reside el verdadero vínculo amoroso entre ellas y él.

La duda de cualquier persona honesta es saber si será capaz de defender su libertad en serio, calladamente, en su vida cotidiana. No en la algarabía de una masa vociferante y crecida sino en solitario, en su lugar de trabajo, en su familia, en el colegio de sus hijos, en las barbacoas con sus amigos. Si será capaz de no disimular, de no callarse cuando no hay que callarse aunque se complique la vida un poco. Vivimos tiempos postheróicos en que parece que la valentía ya no es importante, que es justificable ser siempre un antihéroe que contempla los toros desde la barrera o escurre el bulto, siempre con algún argumento, mas o menos elaborado, para justificarse. Sin embargo en cualquier vida, aún en las que aparéntemente han tenido la suerte de no vivir grandes tragedias (siempre por ahora) hay que saber ser capaces de superar el miedo para conquistar cierta independencia personal; para hacer elecciones asertivas sobre amores o desamores; para sobreponerse a las pérdidas o al paso, a veces devastador, del tiempo o a la proximidad de la muerte; a la soledad o a la desaprobación de los otros, sobre todo de los que supuestamente estan más próximos de nuestras ideas en un momento determinado. Algo cada vez más probable en occidente en estos tiempos woke, de guerra cultural, donde muchos se están quedando “solos ante el peligro” y, como en la película, mucha gente a su alrededor está mirado hacia otro parte para evitarse problemas. Lo que le ha ocurrido por ejemplo a Dorian Abbot, un geofísico de la Universidad de Chicago, por defender el mérito individual para la selección y la libertad de expresión, dentro de un contexto académico, frente a las nuevas normas que quieren imponerse.

Quizá por eso hay que volver de vez en cuando a ver a Gary Cooper en aquella calle, para recuperar el aliento, para tener la esperanza de que a veces terminan ganando los buenos y que las sociedades abiertas puedan seguir persistiendo a pesar de las tentaciones totalitarias que a veces las sobrevuelan. También para gozar de esa música maravillosa de Dimitri Tiomkin y de esas secuencias perfectas que incluyen tantos relojes y convierten cada imagen en algo sutilmente significativo y emocionante.

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