Mary Quant: vestir los sesenta

Nacida como Barbara Mary en Blackheath, en 1930. Quant vive una difícil aventura de juventud, con el Reino Unido en guerra contra Alemania, aventura que acabaría siendo determinante en su formación sensible en unos años terribles. Fue evacuada a un pueblo en Kent durante la Segunda Guerra Mundial en evitación de los bombardeos sobre Londres de la Luftwaffe. Pero la joven Quant, estaba desesperada por volver a la ciudad y cansada de la paz de Kent. Incluso cuando era una colegiala ya sabía que la capital era su centro de atención y el lugar donde tenía que estar. Sus padres, los maestros de escuela Jack y Mildred, inicialmente se mostraron reacios a permitir que su hija estudiara moda en la universidad, creyendo que no la conduciría a un trabajo adecuado ni a nada conveniente. Pero ¿qué sabían ellos de los tiempos de posguerra y su dura transformación? Mary no solo podía ver cómo estaba cambiando la vida social después de la guerra, sino que también era –y quería ser– parte de la gente cool de Londres, que estaba deseando olvidar los dias de plomo y metralla, y por ello, estaba más interesada en salir y divertirse. Años del ICA londinense y sus exposiciones como la celebrada en 1956, de This is tomorrow; años de la Angry generation y de su manifiesto de 1956, del Free cinema de los Richardson, Clayton y Reisz; años de Sight and Sound y el manifiesto de 1955 de Penélope Houston, Un país sin descubrir; años del teatro de John Osborne y de los textos de Ciryll Conolly, Kingsley Amis y Evelyn Waugh; años del despertar arquitectónico con Alison y Peter Smithson, y Reyner Banham.

Estudió en la Escuela de Arte Goldsmith de Londres, donde ​ comenzó su carrera a mediados de la década de 1950 en esa ciudad, donde conoció a Alexander Plunket Greene. Se casaron en 1957, dos años después de que ambos abrieran la primera tienda Bazaar introduciendo la era “mod y el renombrado “Chelsea Look” como ruptura de convenciones. Por ello, Quant decía taxativa: “Adoro la vulgaridad. El buen gusto es muerte, la vulgaridad es vida…la gente llama vulgares a las cosas que parecen nuevas para ellas. Cuando las cosas son ya conocidas, cuando se han hecho viejas, les parecen de buen gusto…Por eso adoro la vulgaridad y odio el buen gusto”. Para algunos una frivolidad, para otros, el signo del cambio de los tiempos Al principio revendió ropa de otros diseñadores, pero cuando se cansó de buscar lo que quería sin encontrarlo, empezó a ofrecer sus propios diseños. De hecho, su boutique se convirtió en un éxito. Promovió un nuevo arquetipo de mujer –reivindicando un Nuevo feminismo atrevido y sexuado– muy joven y delgada, encarnado a la perfección por la modelo Twiggy a la que siguieron Brigitte Bardot, Nancy Sinatra, Pattie Boyd, Jean Shrimpton y muchas otras como la modelo Pattie Boyd, que se casó con el Beatle George Harrison en 1966 con abrigos diseñados por Mary, y la llamó un “genio creativo y divertido”. Baste observar que esos son años de la otra creatividad británica: la musical de The Beatles y The Rollings Stones. 1965 ve aparecer el álbum Rubber Soul y Help; Revolver lo hará en 1966 y Sargent Pepers aparece en 1967. Christine Hamilton describió a Mary en un tweet como un “personaje verdaderamente sísmico que cambió la cara de la moda y el maquillaje”. También la locutora Joan Bakewell ha afirmado que: “Mary Quant cambió mi vida y la de mi generación. . . no solo por cómo nos veíamos, sino por cómo vivíamos”.

Mary Quant fue un ícono de la moda que ayudó a impulsar los Swinging Sixties con un invento equivalente en su repercusión social, al sostenido cuarenta años atrás por las aportaciones de Coco Chanel –lo masculino, el negro programático, el cabello corto, lo moreno corporal, la línea recta y la rebeldía–; y veinte años antes por Louis Réard con el bikini, que lució Micheline Bernardini, una stripper, el 5 de julio de 1946 en las piscinas Molitor de Paris. En paralelo se produjo otra coincidencia con la guerra concluida. El diseñador francés Jacques Heim, con una tienda de artículos de playa en la Riviera francesa, en Cannes, introdujo un diseño minimalista de dos piezas –otro bikini, por más que la autoría se impute a Réard–, en mayo de 1946, al cual llamó Átomo, por ser la partícula más pequeña que existe. Largo negro, Átomo blanco, Bikini, Minifalda y sueños de cambio. Solo faltarían las piezas tenidas por clásicas en el vestuario del siglo XX, que, a juicio de Adolfo Domínguez, son el jean o vaquero y la T-shirt o camiseta, uniforme que viste al primer Brando, al segundo James Dean y que despeinan a los Beatles en esos sesenta londinenses. Con ese revoltijo de vestuario producido en los armarios de las familias tradicionales, solo faltarían las zapatillas deportivas, para unificar el salón de los vestuarios modernos y posmodernos. Y es que esos años de alternativas abiertas que viajan desde 1962 al 1968, se agolparon acontecimientos, mayores y menores. Por más que los acontecimientos menores –los referidos al vestuario y a cierta música llamada pop-rock– pasaran a ser objeto –no solo de uso masivo y juvenil– sino de estudio por la Semiología y la Semiótica, desde Eco a Barthes, desde Dorfles a Riviere.

Quant puso de moda la minifalda –cuya paternidad, como en el polémico bikini, se la disputan Quant y el modisto francés Courrèges– que alcanzó los 34 cm en 1965 y mostró las posibilidades de una sexualidad alternativa. La introducción de las faldas ‘por encima de la rodilla’ fue un proceso gradual, fue Mary quien reconoció cómo la tendencia de los dobladillos ascendentes estaba influenciada por un estilo callejero londinense. “Eran las chicas en King’s Road [en Chelsea] quien realmente inventaron la minifalda”, dijo Quant en su día. “Solo le di un nombre. Estaba haciendo ropa fácil, juvenil, sencilla, en la que te podías mover, en la que podías correr y saltar y la hacíamos del largo que quería el cliente”. Y esa tendencia produjo el producto final. “Los usaba muy cortos y las clientas decían: ‘Más cortos, más cortos’”.

A partir de 1970 comenzó a diseñar distintos elementos de moda: lencería, perfumería, medias estampadas, botas altas por encima de la rodilla, vestidos cortos, mallas de colores, cinturones a la cadera, los shorts, pantalones campana, tops calados, impermeables de colores chillones, gafas, corbatas masculinas y la maxifalda (que lanzó en 1968) que llegaba a los tobillos. Diseñaba con materiales económicos y coloridos, como los plásticos–como Courrèges– y los metales –como Rabanne–, y sobresalía entre los estilistas caros y populares, lo suyo era pura provocación. Tanta, que hasta la Iglesia puso el grito en el cielo frente a su minúsculo diseño que dejaba las piernas femeninas al descubierto hasta mitad de muslo. Fue un escándalo. Pero todas las famosas, divas y modelos de la época la utilizaron. El peinado característico de Mary fue uno de los primeros cortes de lavado y uso. Antes, el cabello con estilo significaba horas en rulos, cubos de laca o sesiones épicas bajo el secador de pelo. Por ello, Vidal Sassoon dijo que su inspiración para el look fue cortar el cabello “como ella corta el material. Sin problemas. Sin ornamentación. Sólo una prolija línea de balanceo”. Cambiar el mundo cambiando el largo de falda y el corte de pelo parece terriblemente aburrido en estos días, pero en la década de 1960 fue positivamente revolucionario. Este fue el momento de la emancipación sexual, y Mary Quant fue una de las primeras personas en explotarlo.

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