Hugo y la llave misteriosa

Hugo es famoso en el cole.
En su clase tiene fama de tipo duro.
Va y viene a su antojo. Nadie le lleva, ni nadie le espera.
Lleva una llave colgada del cuello, y también un móvil en la mochila.
Cuando le preguntan por el misterio de la llave responde que es un secreto.
Cuando le preguntan por el móvil dice, simplemente, que es suyo.
Sus padres son modernos, le dan libertad y no se meten en las cosas del cole.
Los demás niños le envidian por eso, pues los suyos no hacen más que pedir explicaciones a los profesores y quejarse a la psicóloga del colegio.
El padre, Marcos, y la madre, Leia, nunca discuten por su hijo. Él siempre amargado, ella siempre cansada, bastante tiene cada uno con lo suyo.
Él madruga mucho, ella algo menos. Él apura un café solo a toda prisa; ella le añade unos Kellogg y un zumo. Entre ambos no tienen más que un hijo.
¡Un hijo solo!
Cuando Hugo llega del cole se pone a sus tareas. Cuando acaba se pone a la tele. Cuando se aburre se pone al móvil. Cuando se harta se pone una pizza.
Luego ya llegan ellos. Disimulan que cenan juntos, en una cocina coqueta y ruidosa: el extractor, el lavavajillas, la lavadora, la radio… todo junto. Ellos guardan silencio.
Mas tarde dormitan una siesta en la tele, justo antes de irse a dormir a la cama.
Ninguno disfruta del sueño seguro. Ella se pasa las noches zurciendo los días, él tramando emociones prohibidas, a Hugo le despiertan las batallas perdidas en los juegos del móvil.
De puro nervio se arrasca las piernas, se muerde las uñas, se arranca los pelos.
Un día, al hacerse su cama -que es responsabilidad suya- descubrió sangre en la bajera. Intentó lavarla, para que no se enteraran, pero no consiguió más que difuminar el encarnado.
Cuando su madre se enteró, ¡tardó tres días!, le sonsacó asustada. Descubrió las heridas en las piernas, las uñas ausentes, la calva en la nuca.
El padre lo riño, ella lo consoló, ambos le revisaron las lesiones, y, tras acusarse entre ellos, pidieron a su médico que le enviaran a salud mental.
Y aquí le tengo.
En silencio.
Con un móvil en la mochila.
Y una llave colgada del cuello.

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