El planeta irregular

Había una vez una planeta difícil de describir. Sus muchas montañas, valles, llanos, zonas de vegetación exuberante y estepas sin límite hacían imposible definir su forma, por lo que se le conocía como El planeta irregular. En ese mundo convivían las grandes ciudades con minúsculas aldeas, había colores vivos y apagados, día y noche, niños y ancianos, combinaciones que enriquecían la vida de sus moradores.

Los irregulares formaban un grupo de gente abierta, bulliciosa y, quizá por la orografía de su tierra, la frase más escuchada entre ellos era “todo depende de por dónde lo mires”. Poblaban colonias multicolores donde se desarrollaban las actividades más variopintas, según su carácter y sus gustos. Todas ellas tenían al menos un inventor, un ganadero, un industrial, un agricultor, un mandamás y un soñador, el número ya dependía de la zona.

A los irregulares les gustaban las discusiones, cualquier motivo era válido para iniciar el intercambio de pareceres y no resultaba extraño que al finalizar sus largas charlas nadie recordase cómo habían comenzado. Ese constituía el deporte más practicado y no había mejor razón para dejar lo que se tuviese entre manos que un buen debate. Pero debate y disputa no eran sinónimos de un lugar donde todo dependía del lugar por donde lo mirases. Hasta que llegó el meteorito.

Una tarde, durante la dorada puesta de sol, al planeta cayó una roca perfectamente esférica y de un brillante y homogéneo color gris marengo. Los vecinos de la aldea en cuyos campos labrados se encontraba el fenómeno lo visitaron dejando que la sorpresa se adueñase de ellos. Admiración se queda corto para describir el sentimiento que inspiraba a los irregulares. ¡Era todo igual, se mirase por donde se mirase! Por primera vez no hubo motivo ni posibilidad de discusión.

Y progresivamente fueron pintando las casas de gris, limando cualquier aspereza de sus muebles y de sus vidas, igualando sus cabellos y enseñando a sus niños a no destacar en un conjunto perfectamente armonioso. Los artistas no se atrevían a crear porque todo lo que no superase la perfección de líneas que poseía el meteorito parecería vulgar, y los adolescentes no se permitían salidas de tono, consideradas ya ridículas.

La noticia de lo sucedido corrió como un reguero de pólvora y, a medida que llegaban curiosos desde más lejos, la sombra gris se extendía por campos y ciudades. La esfera lucía ahora sobre una peana en la plaza de la aldea, después de que científicos y técnicos la estudiasen durante largo tiempo para dictaminar que, efectivamente, era perfecta.

Y así transcurrieron los años hasta que amaneció un día que no parecía en absoluto diferente a los anteriores. Los irregulares cumplían con una rutina, ordenada y tranquila, cuando a la aldea llegó una familia de nómadas atraída por la leyenda del objeto más original del planeta.

Padre, madre y un montón de chiquillos entraron en un pueblo que no sería el mismo a su salida. También hasta sus oídos había llegado la historia del meteorito y aprovecharon que se encontraba en su ruta para hacer un alto. La excitación de los niños se contagió a los aldeanos, quienes se ofrecieron gustosos a mostrárselo ahuecándose de orgullo como si tuviesen plumas. Pero al llegar a la plaza el más pequeño de los viajeros comenzó a reír sobre el silencio reverencial de sus anfitriones. Empezó con una risilla contenida que se convirtió en hipidos para dejar paso a una carcajada limpia y cristalina que sorprendió a los lugareños. Volvieron los ojos hacia donde les señalaba con el dedo y vieron el meteorito tal cual era, dándose cuenta de que el mucho tiempo pasado a la intemperie había mellado la lisa superficie y desteñido a ronchas lo que fuese una esfera

Primero fue uno, después varios y finalmente todos rompieron a reír, mientras un grupo discutía sobre si la esfera seguía siendo bella o no.

Ahora las cortinas de las casas irregulares vuelven a ser rojas, azules, blancas… “.

Etiquetado en
Escrito por
Para seguir disfrutando de Inma Peinado
Y de golpe primavera
El cenicero permanecía inmaculado frente a mí, recuerdo venenoso. Kasim se ocupaba...
Leer más
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *