Groucho escribiendo música: las canciones de Frank Zappa

 

La libertad de expresión lleva consigo cierta libertad para escuchar

Bob Marley

   And the songs with the dirty words
make sure you record them that way

Lou Reed

   

Cumplidos ya veinte años de la muerte de Frank Zappa a causa de un cáncer cabrón a relativa temprana edad, no se puede decir que tengamos muy presente su legado, al menos no de forma directa, y menos en España. A veces la muerte no sólo ríe la última, sino que también ríe mejor. Y eso que Zappa se rió todo lo que pudo, sin dejar títere con cabeza, con una risa helada y sardónica, es cierto, de aquella que más muestra los dientes que truena la carcajada feliz. Dotado de un talento como una catedral gótica, y de un ego naturalmente proporcionado a él y a su nariz, disfrutaba demasiado de utilizar el ventilador de esparcir mierda hacia el exterior, aunque él quedase también a menudo desagradablemente salpicado, en la convicción -cierta, en la mayoría de los casos-, de que sus antagonistas saldrían siempre peor parados. Hablamos, después de todo, de la Norteamérica posterior al macartismo, en la que el rock jugaba el papel de asesino edípico de semejante generación de padres. Pero Zappa no era un rockero al uso, si es que tal cosa existió en los 60/70s: él gustaba de situarse por encima del rock, componiendo largas piezas instrumentales avantgarde, o por debajo del rock, confeccionando temas cortos de intención satírica política y social, pero nunca jamás en el aristotélico y sensato término medio. Es de estos últimos voy a tratar de mostrar algo aquí, para ilustración de la inculta patria, que de los primeros ya se han hecho lenguas grandes críticos, interpretes y compositores de reconocido pedigrí musical, por ejemplo (y seguramente a petición del propio interesado):

 

 

A mi Zappa me parecía, como a tantos, un bicho raro, un Groucho bueno que vendía poco y desbarraba mucho, hasta que encontré sus primeros discos en CD baratísimos en un horrendo centro comercial en el que por entonces “trabajaba”, por así decirlo, y descubrí que este Groucho, en el fondo, y hasta en la superficie, gastaba unas dosis de mala leche comparables a las de su predecesor charlatán. Recuerdo que, perplejo por esos cortes tan psicodélicos -luego me enteré de que Zappa tampoco congeniaba con la psicodelia-, le pregunte a un amigo músico que pensaba de él. Respondió, lacónicamente, mientras conducía su folloneta: “Zappa era un genio, y como todos los genios todo lo que hacía era genial”. Como no me imaginaba a Frank sacando la basura genialmente, lo encontré una salida fácil, y me olvidé de ella por una temporada, pero no del propio Zappa, que seguía ahí, excitando perversamente la pícara curiosidad. Al fin y al cabo, era uno de esos autores inclasificables de los que se podía presumir familiaridad, del estilo de “ah, ¿no conoces el Apostrophe de Zappa? Pues no sabes lo que te estás perdiendo…”; además, Zappa recababa sobre sí demasiada atención, como si la música fuera sólo un pretexto, como si tuviéramos que adorarle aunque sólo hubiese puesto nombre a un tipo de pizza. O sea, que mi amigo tenía razón, después de todo, pues resultaba que Zappa también era un gurú de la dialéctica (otro charlatán como Julius…) que empleaba su música como megáfono de sus ideas, ideas de todas clases, ideas muy del contexto yanki de esos tiempos, desde luego, pero disparadas en todas direcciones. Primero contra los hippies, para que no haya confusiones:

        

 

Contra la televisión, de la que todo lo que se diga de crítico es poco, igual ayer como hoy:

 

 

Contra el abuso de las drogas, exceptuando, claro, sus queridos y “suaves” alcohol y tabaco:

 

Contra la industria discográfica misma, sus pompas y sus modas, sus glorias y sus defecciones:

 

 

Etc. Como se ve, no hay ningún escamoteo en lo que a letras brutales y palabras duras se refiere. Cuando Extremoduro, en España, creó la etiqueta de “rock transgresivo”, es probable que estuviese pensando en el dulce Frank, sobre todo porque en una canción de(l) Robe se le homenajea explícitamente. Pero allí donde los Extremoduro meten en una misma frase “flor” y “coño”, Zappa se ahorraba tranquilamente la flor y husmeaba el coño, casi quince años antes. Y no lo digo por decir…

 

 

En los puritanos Estados Unidos, ya se sabe: la violencia y la mentira publicitaria son costumbrismo, pero el sexo y la religión no se tocan, que hasta los billetes de dólar creen, castamente, en Dios. Zappa, que se declaraba religioso, no soportaba las religiones organizadas -organizadas para manipular, antes que nada el sexo-, y dedicó este tema a insultarnos a todos a propósito de ellas:

 

 

El guitarrista ataviado de leopardo de aquella actuación es Steve Vai, del que hablaré alguna vez si se da la ocasión, uno de los que han recogido la herencia profunda de Zappa con mayor brillantez, pero limando sus más arriscadas asperezas. Quizá intuyendo las futuras reticencias de Vai, o simplemente como novatada de entrada al numeroso y variopinto grupo de las “madres de la invención”, el jefe y mentor le regaló esta canción en la cual Vai intenta ponerse las botas del modo menos discreto posible:

 

 

No es que sean letras la hostia de ingeniosas, por lo menos desde nuestro punto de vista europeo, basta con que sean escandalosas. De todas formas Zappa apenas tenía público en comparación con las bandas más convencionales de este periodo, y tal vez la provocación fuera también una manera de llamar la atención. Pero la música sí, la música abunda en ese uso de filigranas, desarrollos y ornamentaciones diversas que caracteriza su obra instrumental un poco en detrimento de la definición bien clara de una melodía. En la siguiente, sin embargo, se conforma con la estructura del blues para transmitir un mensaje apenas edificante para las vidas de los jóvenes americanos, exhibiendo, de paso, su destreza para el solo de guitarra -del que solía decir que es como hacer “esculturas en el aire”…

 

 

Puro underground, rabia pura, la parresía de los cínicos antiguos reactualizada y vehiculada por  la electricidad musical… Y, por último, un tema sobre las cárceles, de parte de un Zappa que había estado diez días a la sombra en su juventud por vender un autovideo erótico con su novia de entonces:

 

 

Y no es que hoy en día no existan cancioneros mucho más explícitos y bestiales, rayando casi la grosería, pero el hecho de que podamos conocerlos y escucharlos libremente también se lo debemos en gran parte a Zappa. La historia está resumida en wikipedia (que refiere la carrera de Zappa con admirable mimo) con las siguientes palabras:  El 19 de septiembre de 1985, Zappa testificó ante el comité de comerciotecnología transporte del Senado de los Estados Unidos, atacando al Parents Music Resource Center o PMRC, una organización co-fundada por la mujer del por aquel entonces senador Al GoreTipper Gore. Algunos de los miembros del PMRC eran esposas de políticos, incluyendo las esposas de cinco de los miembros del comité, y se había fundado para controlar el contenido sexual o satánico de las letras de las canciones. Zappa veía sus actividades como un camino hacia la censura y calificó su petición para etiquetar ciertos álbumes con contenido explícito con el lema “Parental Advisory” como una “extorsión” a la industria. Es el mismo Gore, en efecto, al que la familia Bush robó la presidencia con el chanchullo de las papeletas-mariposa, y que luego nos alertaba sobre las dolencias del planeta mientras aprovechaba para colarnos su propio retrato ético retocado. Afortunadamente, alguien ha colgado aquella intervención en youtube y otro alguien la ha subtitulado al castellano: que viva la red libre (aunque nos veamos, como me temo, enganchados de la cuna a la sepultura). Se trata de cuatro partes de diez minutos cada una, y aquí pincho la primera, que es la de más enjundia, aunque recomiendo verlo completo porque realmente no tiene desperdicio:

 

 

Astutamente, Frank adopta la posición del ofendido, y a estas alturas ya no sorprende saber que él mismo se ofreció voluntariamente para meterse en el fregado, incluso poniendo dinero de su bolsillo. Creo que la solución adoptada finalmente fue la suya, y, de hecho, todos hemos tenido letras impresas en los discos y plegada en los cassettes. Con el influjo que los americanos tienen sobre el resto de nosotros, sólo hay que imaginar lo que hubiese sido una legislación acerca del contenido moral de las canciones: pronto, habría invadido el mundo, como la ley anti-tabaco. Al día siguiente de aquellas declaraciones, Zappa fue invitado a un debate televisivo sobre el mismo asunto, y su discusión con el Maruenda de la época se hace en algunos momentos hasta violenta para el espectador. Una vez más, la tenemos en youtube[1] y subtitulada en dos partes, de las que paso a pinchar la primera:

 

 

Esa arrogancia resulta contraproducente, creo yo, porque obliga a ambos bandos a radicalizar sus posturas, pero digamos que el músico estaba demasiado pagado de su inusitada elocuencia. Zappa se definía como “conservador práctico”, lo cual hay que entenderlo en el peculiar marco ideológico norteamericano. Más bien sería como un reformista liberal -no libertario, que es un término republicano referido a la desregulación salvaje-, al cual la sola idea de que el Estado se meta en su casa y en sus costumbres le produce un agudo sarpullido (o en su negocio: tenía su propia discográfica, así como su productora de cine). Pero no tiene completa razón, en mi opinión: las palabras, sin duda, no son sólo palabras, como si pudieran ser equivalentes a zapatos o lamparitas de noche, simples objetos de entrada inofensivos. No obstante, qué duda cabe de que la libertad de expresión es sacrosanta aquí y en Pekín, digan lo que digan y hagan lo que hagan en Pekín. En cualquier caso, Zappa terminó por jugar un poco a la política, convirtiéndose en agregado cultural de la Checoslovaquia ilustrada de Vaclav Havel. A menudo solía decir que el absurdo es el corazón oculto del universo, muy contracultural él, como si la noche anterior se hubiese quedado hasta tarde viendo Sopa de ganso, que, por cierto, bien podría haber sido el título de alguna composición suya. Con más de ochenta discos a sus espaldas en 53 años de vida, haciendo en cada uno de ellos lo que le daba la santa y real gana sin encomendarse a nadie, nos queda mucho por oír, aunque sólo sea para poder decir con fundamento eso de “ah, ¿no conoces el Apostrophe de Zappa? Pues no sabes lo que te estás perdiendo…”

 


[1] También se encuentra en youtube subtitulada la película surrealista 200 motels, a la que consiguió arrastrar nada menos que a Ringo Starr y Keith Moon, y que contiene más canciones y algunos buenos momentos.

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3 Comentarios

  1. says: Alvaro

    Conocí un chico rumano de Plovdiv que era fan de Zappa. Curioso, me aseguró que Zappa era muy conocido y muy popular en su país! Era un tipo muy sencillo, incluso primitivo, no decía eso para hacerse el interesante o el culto. Me sorprendió porque, como bien dices, Óscar, en nuestro país es muy poco conocido. Gracias por el artículo.

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