Mola la serie de Berto…

Ya no sé por qué medio legal o ilegal ha llegado hasta mi pantalla pirata la mini-serie de Berto Romero, Mira lo que has hecho, que se estrenó en Movistar +, una plataforma digital de la que también lo ignoro todo. Pero mola, mola mucho, y cunde bastante con sus seis breves capítulos que en total no suman mucho más de hora y media de metraje. A mi Berto me caía un poco gordo, quizá por envidia de que fuese tan “enteraillo” o quizá porque le encontraba demasiado woodyallenesco, es decir, la pauta del tipo poco agraciado con gafas de pasta que se pone paternalista con las tías para ligar apoyándose únicamente en la superioridad de su ingenio. Berto va un de poco eso, en sus estupendas colaboraciones con Andréu Buenafuente, y también en sus intervenciones de Stand Up Comedy de aquí y de allá. Desde luego, Berto es más basto y deslenguado que Woody, por lo general, aunque sólo sea porque el público de Woody es más puritano que nosotros los mediterráneos, pero funciona de todos modos, ya que es cierto que las chicas admiran a los tipos graciosos y los chicos le perdonan a Berto su buen hacer humorístico precisamente por creer que nunca podrían tenerle como rival. Berto, en efecto, físicamente a mí se me antoja un rabino ultraortodoxo con labios sensuales y aire de acémila, un poco como Woody Allen de joven, pero no hay duda de que posee un gran talento, como escritor y como actor de sí mismo. Se ha construido un personaje tan carismático que da la impresión de que ya no tiene razón para disimular nada: cada vez se muestra más tal como es en su aspecto más moderno, más cool, más sociogénico por decirlo así (reclamo la paternidad de esta palabra), ese que consiste en su caso en no buscar agradar por qué sí y a cualquier precio sino en lograr, por el contrario, que sean lo demás los que se rían con tus gracias y compartan tu visión del mundo. Berto Romero, dentro de una línea que sospecho muy norteamericana, consigue eso, consigue que su escepticismo acomodado e irónico sea también el nuestro, sin risas enlatadas y sin renunciar tampoco al chiste populachero si así lo exige la ocasión.

 

 

Es curioso que la comadrona que fue Buenafuente en su gran Late Night homónimo (a mí me encantaba cuando podía verlo, luego no he podido seguirle pero me sigue gustando su estilo y la idea misma del programa enrollado y urbano para noctámbulos) diese lugar a estrellas de los medios tan aparentemente opuestas como Berto Romero y Jordi Évole. No es tengan por qué llevarse mal en la vida real, pero sus carreras han tomado rumbos muy distintos y yo diría que extrañamente complementarios. Nietzsche cuenta como un dato inapreciable que aprendió en su etapa de filólogo el hecho más o menos documentado de que Platón, pese a toda su santurronería solemne, tenía como “libro de mesilla de noche” una copia de las comedias de Aristófanes. Comenta Nietzsche con sorna que ni siquiera el elevado Platón podría soportar la vida sin ese poco de chabacanería, bajos instintos y sentido de lo ridículo que termina por ser todo que sólo podía aportarle el comediógrafo máximo. Igualmente, nosotros vemos Salvados para tomar conciencia del desfase entre el ideal sublime y la triste realidad que nos rodea, pero luego nos enchufamos una dosis de humor para dormir tranquilos a sabiendas de que el mundo tiene escaso remedio, y que es hasta chusco que sea tan decepcionante y tonto como realmente es. En esta serie suya, Berto se muestra más prosaico y menos estrella, y hasta se permite momentos dramáticos. Le queda bien esa nueva careta, nos lo acerca más y le pinta más humano, como decimos ahora, dentro de la corrosión típica de su humor habitual. El retrato que hace de su familia ficticia es fantástico, y la parodia que hace de los youtubers adolescentes llega al corazoncito dañado de sus espectadores maduros. Ojala que tenga éxito y le lleguen ofertas para una segunda parte, igual de modesta, igual de brillante. España es tierra de bares, sol y chistes malos, pero celebrados con alegría por la concurrencia. No somos un país de idiotas, entendemos que desde arriba nos toman el pelo, pero lo sobrellevamos gracias a la chispa que pueda tener la broma, como unos Platones ibéricos e hidalgos que hubiésemos leído el Quijote, nuestro Aristófanes nacional, o hubiésemos al menos oído hablar de él…

 

 

Mola la serie de Berto, representa un pequeño paso para la Humanidad pero un gran paso para él. Si os gusta pasarlo bien e interesante a la hora de comer o de cenar y no tenéis escrúpulos en ver las cosas de modo legal o ilegal no dejéis de ponérosla en la pantalla familiar más cercana, que hasta Berto, que parece tan listo y espabilado, tiene tres hijos y necesita de estos desahogos antes de irse a dormir…

 

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2 Comentarios

  1. says: Ramón González Correales

    Leí tu artículo y por la noche, casi antes de acostarme, me vi el primer capítulo. No pude parar de reír. Así que me vi tres. Una serie estupenda, llena de inteligencia y talento cómico.

    Me encanta que me la hayas descubierto

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