La reciente muerte del arquitecto chino-americano Ieoh Ming Pei (Guangzhou, Cantón, 1917- Nueva York, 2019) ha sido parcamente tratada por los medios informativos generalistas en una suerte de olvido visible, de quien en otros momentos pasados ocupó grandes espacios informativos y espectaculares, a partir del plan del presidente francés Miterrand llamado Grand Louvre. En una apuesta tan arriesgada como exhibicionista y que se concluyó con la pieza interior de la pirámide invertida de 1993. En un ejercicio difícil por parte de Pei, al levantar en el Cour Carrée del Museo una pieza acristalada piramidal que desprendía tanta confianza en la política presidencial, como confianza arquitectónica del chino-americano. En esa estela propia de las promociones presidenciales, hay que situar igualmente el trabajo de ampliación del Deutsches Historisches Museum de Berlin, abierto en 2003 y construido por Ieoh Ming Pei, contando ya con 86 años, y elegido por Helmut Kohl en 1997 para construir este nuevo monumento a la cultura en Berlín y en competencia con el París miterrandiano. Donde nuevamente Pei se desentiende de las pre-existencias ambientales del viejo Museo histórico guillermino y del Neues Watche de Schinkel, en la próxima Ünter de linden, para visualizar otra pieza acristalada: ahora un tronco de cilindro. Como si Pei en los grandes recintos históricos jugara a la geometría elemental de los cuatro elementos y al desapego tecnológico. Y obras ambas, susceptibles de ejercer una rara fascinación en el gran público, como reflejaba el diario El País el 26 de mayo de 2003. Similar efecto sería el planteado en 2006 con el Museo Suzhou, aunque ahora las figuraciones remitieran a una suerte de retro-vanguardismo del Art-Deco de Mallet Stevens.
Parquedad constatable, la citada anteriormente, en los comentarios fúnebres de Pei que también son constatables en medios más especializados y profesionales en el conjunto de su obra. Así en la Enciclopedia de Arquitectura Moderna, editada por Gerd Hatje en 1963, Pei apenas recibe trece líneas de comentario; de igual forma que en el más reciente Diccionario de Arquitectura de Nikolaus Pevsner, John Fleming y Hugh Honour no deja lugar para algún comentario sobre el autor de obras emblemáticas, con independencia del papel que pueda corresponder a Pei en los atribulados años de la segunda mitad del siglo XX.
Años que contemplarán la disolución de toda la dogmática del Movimiento Moderno y la elevación a las alturas del movimiento Posmoderno, ya a finales de los 70, por autores que recibieron formación junto con los grandes maestros: ya Gropius, ya Mies Van der Rohe. Donde Pei, como heredero de generaciones formadas a comienzo de siglo, junto a hombres como Philip Johnson, harán más digerible el abandono de las cajas blancas uniformes, por otras figuraciones de la llamada Monumentalidad moderna, que sería un paso adelante en la disolución del esquematismo del primitivo Funcionalismo.
Así la brevedad citada de Hatje procedía de que en 1963 la obra de Pei, aún era escasa y poco divulgada (se había nacionalizado en Estados Unidos en 1955). No sería ya igual el referente cronológico del Diccionario de Arquitectura editado en 1980. Incluso esa tendencia a minimizar la presencia de Pei en la arquitectura del siglo XX, se ha prolongado hasta el momento de su desaparición, como si ya fuera sólo un recuerdo. Así han sido los comentarios de Daniel Libeskind en Instagram, al citarlo como ‘una leyenda’ y matizar que: “En la cena con él en Berlín hace años, compartimos nuestra pasión mutua por el dibujo. En sus brillantes edificios se puede ver un dominio de la tradición milenaria de la arquitectura. Lo extrañaremos”. De igual forma Norman Foster, tan locuaz en otras ocasiones celebrativas ha limitado su contribución a un tributo, casi twittero de sólo 300 palabras. Y eso que “Para mí, él fue una inspiración y un verdadero maestro del modernismo monumental”; reconociendo además que Pei “ha creado un cuerpo de trabajo poderoso que ha dado forma a la práctica contemporánea de una manera importante”.
Parquedad discursiva que contrasta con la larga vida profesional sostenida, desde su llegada a Estados Unidos en 1935, con la finalidad de estudiar arquitectura en la Universidad de Pennsylvania, saltando de un Oriente profundo y agitado con los pleitos chino-japoneses a un Occidente que crece con el impulso del New Deal roosveltiano. De donde pasó a realizar un curso de ingeniería en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), antes de estudiar en la Escuela Superior de Diseño de Harvard, donde tuvo como tutores a los antiguos maestros de la Bauhaus, Walter Gropius y Marcel Breuer, llegados al exilio americano en 1937, tras su estancia londinense. Circunstancias estas que supusieron una inflexión notable en sus influencias formativas, centradas hasta entonces en las versiones modernas de la tercera década del siglo XX y del llamado Estilo Internacional. Circunstancias que vienen a coincidir con todo el periodo de la Segunda Guerra Mundial y la inmediata postguerra, que formularía una revisión de todo el legado del referido Movimiento Moderno europeo.
A raíz de esas relaciones postbauhasianas, se considera a Pei como uno de los sucesores americanos de los grandes maestros de la arquitectura europea, con todas las salvedades que se quiera y donde son más visibles las influencias del último Breuer (como el del Whitney Museum de 1963) que del Gropius style. Incluso en ese tratamiento de cierta Monumentalidad Moderna, se ha considerado a Pei de forma paradójica como ‘el último arquitecto moderno superviviente’ como ha hecho Christopher Turner, y como un influjo notable en el desarrollo del Posmoderno. O también la afirmación del escritor, autor y crítico Paul Goldberger, al establecer que Ieoh Ming Pei señala “El final de una era arquitectónica”.
Comenzó su carrera profesional trabajando para el promotor estadounidense William Zeckendorf a partir de 1948, en una producción de valor medio. Años más tarde Pei funda su propia firma de arquitectura en Nueva York, en 1955, año de adquisición de su nacionalidad, con Henry N. Cobb y Eason H. Leonard. En la práctica tuvo varios cambios de nombre, antes de convertirse en Pei Cobb Freed & Partners en 1989. A partir de aquí Pei disminuyo su actividad a comienzos de 1990, coincidiendo con los años de trabajo del Louvre, aunque siguió trabajando como consultor en muchos proyectos.
Pei recibió varios reconocimientos prestigiosos durante su carrera, incluida la Medalla de Oro AIA en 1979, el Premio Pritzker en 1983, el primer Praemium Imperiale para Arquitectura en 1989 y la Medalla de Oro Real de RIBA para arquitectura en 2010.
Otra de las características señaladas es la de la extensión geográfica y, la no menos diversidad estilística de la obra de Pei, que le permite fijar correspondencias con múltiples autores y tendencias en una suerte de gigantesco Bric-á-brac. Extensión geográfica que le ha permitido trabajar en Estados Unidos, Francia, Alemania, Italia, China, Japón y los Emiratos Árabes, en amplios programas institucionales. En donde resultan visibles la diversidad de influjos estilísticos que gravitaron en su obra, lo que ha dificultado su correcta ubicación y su adecuada ponderación. Una obra que partiendo de premisas propias del Estilo Internacional, se desplaza por cierto Brutalismo made in USA, con Paul Rudolph al frente; como ocurre en el Centro de Investigaciones Ambientales de Colorado (1972), con Ayuntamiento de Dallas (1978) o con la National Gallery of Art de Washington (1986); para llegar a esquemas High-Tech, en la torre del Banco de China (1984) o en el Memorial de John Fitzgeral Kennedy (1977). Sin olvidar incursiones lindando ya con ribazos Pop o con el más claro Posmoderno, así el Hall of rock-and-roll fame de Cleveland (1995), donde se autocita y se auto-homenajea, con la utilización de otra nueva pirámide como la del Louvre. En un ejercicio entre apocalíptico e integrado, al vincular el arte mayor del Louvre con las guitarras de las estrellas del rock-and-roll. Y es que quizás el arrepentimiento de una obra tan extensa, sea el formulado por el mismo Pei, al manifestar “que le habría gustado haber construido menos”.
“Neue Wache” de Schinkel