Gio Ponti, Villa Planchart, Caracas 1953

El número 60, la cuarta entrega de 1988, de la revista italiana Lotus International, dedicado monográficamente a ‘Habitar en la arquitectura’, cuenta con cinco relevantes piezas construidas a lo largo del siglo XX como parte de ese relato del habitar y su relación con la arquitectura. La casa Malaparte de Adalberto Libera (1938), la Casa Schroeder de Gerrit Rietveld (1924), la casa del Lago de Le Corbusier, la Villa Planchart de Gio Ponti (1953) y la Villa Kerylos de Enmanuelle Pontremoli (1904), componen cinco miradas singulares de otros tantos autores del siglo XX. La singularidad de Lotus International no es la de reseñar esas piezas del pasado construido, sino la de ponerlas en relación con otras actitudes más recientes y actuales, tal vez de manera forzada. Así se relacionan las obras citadas como contra-equivalentes a Siza Vieira, Calatrava, Peter Einsenman, Leon Krier y John Hejduk, a juicio de Pierlugi Nicolin.

En lo que respecta a nosotros, ya hemos anotado algunas líneas de tres de ellas por lo que abordaremos el trabajo de Ponti en Caracas, para el matrimonio Planchart para completar la nómina de casas relatadas por Lotus en 1988.

Con la doble dificultad de analizar a un arquitecto como Gio (Giovanni) Ponti (Milán 1891-Milan 1979) y a una intervención que se produce en la Venezuela del siglo XX, particularmente bajo la dictadura de Pérez Jiménez, que se extiende desde 1945 hasta el golpe de enero de 1958. Y en donde, pese a ello, se produce una prosperidad notable y visible, derivada de la economía del petróleo y que lleva a asentar a una importante burguesía que se mueven como auténticos patricios del régimen venezolano, como ocurre con el matrimonio Planchart. Algo parecido ocurría en la Argentina de Frondizi, entre 1958 y 1962, o en el Brasil de Juscelino Kubistchek entre 1956 y 1961, en los llamados Años dorados, que entre otras cosas vieron el levantamiento de la ciudad de Brasilia, los Planes de Meta y la creación en Argentina de YPF, tras la publicación por el citado Frondizi del texto Petróleo y política en 1954.

De esos momentos de notable expansión material, son los trabajos de Carlos Raúl Villanueva, auténtico referente de la arquitectura venezolana en sus actuaciones en los complejo de viviendas 23 de Enero y El Paraíso (1955-1957), la Ciudad Universitaria de Caracas (1952 y ss.) y que llegaría a realizar el Pabellón de Venezuela de la Expo de Montreal de 1967. Obra la Villanueva que ocupa una capítulo entero del trabajo de Francisco Bullrich Nuevos caminos de la arquitectura latinoamericana (1969); por más que no haya mención a la actuaciones de Ponti en Caracas en el trabajo de Bullrich. Igual que ocurre con otros arquitectos extranjeros, desde Bo Bardi a Antonio Bonet, desde Le Corbusier a Sert. Circunstancias que, pese a ello, no pasa por alto Ponti en su pasional definición de “defensa del trópico como enclave de civilización”. Todo ello, en unos momentos en que se produce cierta exaltación de lo tropical y de lo mesoamericano con modelos planificadores de desarrollo, en buena parte de las economías latinoamericanas, que tendrían su reflejo en la peripecia de la arquitectura de esos años. Así, desde O´Goorman y Barragán en México hasta Niemeyer y Costa en Brasil; sin olvidar las actuaciones de Sert en Perú (1947) y de Le Corbusier en La Plata o de Lina Bio Bardi.

Esas serían las coordenadas precisas y exaltadas por Ponti en sus escritos y en la correspondencia sostenida con los Planchart, que los llega a considerar como “sus mejores clientes”. Incluso sostiene que el enclave de la periferia de Caracas, y en particular el paraje denominado El Cerrito, donde levantaría la casa Planchart es como un auténtico ‘Paraíso terrestre’. Una fascinación de la que da cuenta en su correspondencia ornamental y floreada con los Planchart, al decir “Un día les mandaré por carta, un boceto de mi cuadro Nostalgia de la Venezuela hoy y de la Grecia antigua”. La génesis del encargo se resume en un viaje inicial de los Planchart a Europa, donde entran en contacto con la revista Domus, que desde 1928 dirige Ponti, con la salvedad del paréntesis de 1946-1947, que la dirige Rogers, antes de formalizar el proyecto de la renacida Casabella, llamada ya como Casabella-continuitá, para distinguirla de la primitiva dirigida por Pagano. Y de la cual, de la prolongada vida de Domus, puede decirse su papel relevante sostenido en la cultura italiana de postguerra y en la promoción del diseño made-in-Italy, que sería otra de las importantes facetas de Ponti. Aunque Tafuri, vierta la afirmación de que “en 1948, bajo la dirección de Ponti, no anula la curiosidad intelectual de la revista, pero procede a hacerla más revista de salón”, casi como los llamados, años después, como coffee book table; libros con más apariencia que contenido y gran formato. Haciendo ver, con ello, las vetas de frivolidad habitual en las páginas de Domus y por extensión al mismo Gio Ponti.

Por más que algunas historiografías de la arquitectura italiana, sean parcas en su valoración, es preciso anotar la posición del arquitecto milanés en la segunda posguerra. Como ocurre con la pieza de Manfredo Tafuri Storia dell’ arcchitettura italiana, 1944-1985 (1986), que reduce la presencia de Ponti a cuatro citas –dos de ellas, notas a pie de página–, la de las viviendas en Vía Dessié (1951-1952) y la del edificio Pirelli (1955-58). Mas ponderado aparece el juicio de Vittorio Gregotti en su trabajo Nuevos caminos de la arquitectura italiana (1968), donde Ponti cuenta con papel destacado en el debate del Realismo italiano –que abriría la crisis del Movimiento Moderno y daría paso al Neo Liberty– y de la posterior indagación –más provechosa para nosotros– sobre la llamada por Gregotti “arquitectura sonriente, optimista, mediterránea”, de la que aporta como ejemplo la casa de Murallas de Porta Venezia en Milán de un temprano 1934 y con un juego de pérgolas y remates en el piso de áticos. Y este concepto de ‘Casa mediterránea’ se irá cargando de sentido a lo largo de las Trienales de 1951 y años siguientes, 1954 y 1957 comandadas por Ponti. ‘Casas mediterráneas’ que agregar a las indagadas en los mismo años, por Sert, como herencia de los trabajos de los años 30 en la revista AC. Ponti, que dirige la revista Domus, había nombrado a Coderch corresponsal en España. El italiano, que tenía su propio pasado de relaciones más o menos amistosas con el fascismo en Italia en la etapa de Mussolini –de aquí, tal vez la escueta brevedad practicada por Tafuri–, estaba “empecinado en incorporar a España en un frente estético mediterráneo”, según explica Oriol Pibernat. Baste recordar que el pabellón de España de la IX Trienal, de 1951, es obra de José Antonio Coderch, promovido al encargo redactor por mano de Ponti, quien lo había conocido en el congreso de Barcelona de 1949 y que representaba una clara línea de renovación fuera de la dogmático de entreguerras y del Estilo Internacional, como mostraría en su temprano ejercicio de la Casa Ugalde .Coderch conecta, prontamente con el universo que representa Ponti y llega a publicar el famoso texto ‘No son genios lo que necesitamos ahora’, publicado en la revista italiana Domus en noviembre de 1961, dónde parece predecir la deriva de la arquitectura internacional a la situación actual del star-system, mientras reivindica la necesidad de evitar a los grandes pensadores y estrellas de la arquitectura y animaba a buscar la resolución de los pequeños problemas de la arquitectura cotidiana, sin perder de vista el lugar dónde se ubican.

En 1953 Ponti verifica el Anteproyecto de la Villa Planchart, del que envía cuatro variantes a Caracas. Cada una identificada con un color: negro, verde, azul y marrón, como solía utilizar en sus cartas ornamentadas. Los Planchart eligen la opción negra, aunque insisten en invitar al arquitecto a Caracas para que él mismo vea el lugar donde se construye su obra. Se inicia construcción en 1954, Gio Ponti viaja a Venezuela y conoce la casa de los Planchart en Tanaguarena, en el litoral central. Se desarrolla una entrañable amistad entre la pareja caraqueña y el arquitecto milanés, a quienes llamaría “los clientes ideales”. Maravillado por el modernismo naciente en la sociedad venezolana que abandera Carlos Raúl Villanueva, también las condiciones naturales y las posibilidades de Caracas, Ponti escribe su trabajo ‘Idea para Caracas’ en el número 295 de la revista Domus, afirmando: “Caracas, tal como es hoy, puede convertirse no solo en una estupenda ciudad moderna, sino en la más bella ciudad moderna del mundo”. Entre sus numerosas visitas a Caracas, Ponti aprovecha las oportunidades para desarrollar otros proyectos residenciales. Es así como en 1955 culmina la construcción de la Villa Arreaza o ‘Villa Diamantina’, hoy demolida. El 23 de enero de 1958 es derrocada la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. Desde el balcón de su recién inaugurada Villa, el mismo Ponti es testigo de la huida del dictador, quien despega de La Carlota, abordo de ‘la vaca sagrada’, su avión Douglas C-54 Skymaster. Una Villa florentina, así titula Ponti su escrito sobre la casa de los Planchart en el número 375 de Domus de 1961. Apoyado en fotografías de Paolo Gasparini, el arquitecto describe y detalla el juego de espacios, superficies y volúmenes que conforman ‘la Quinta El Cerrito’.

De la Villa Planchart y de la arquitectura de Ponti, dice Angelica Ponzi algunas claves aclaratorias. “En 1954, Ponti hizo su primera visita a Venezuela, para entonces, ya se encontraba ejerciendo algunos de sus ‘puntos decisivos’ en Arquitectura, anunciados en Domus con la presentación del proyecto para el Instituto Brasileño de Física Nuclear, cuyos principios serían empleados posteriormente en la Villa Planchart. Entre ellos, el principio de ‘forma cerrada’ previó al ‘abandono de la planta rectangular’. [Solución] lograda mediante el ligero doblez transversal de la planta, y por la deconstrucción externa del volumen hacia ‘jerarquías de fachadas independientes’, todo ello inspirado a propósito de las primeras estructuras de Niemeyer, a quien visitó cuando se encontraba en Brasil. Ponti estaba en búsqueda de ‘una expresión de ligereza’, una característica que se reforzó cuidadosamente en la Villa Planchart con la iluminación escalonada de la fachada y con los muros de bordes suspendidos, reivindicando su ‘manera de pensar sobre Arquitectura’, tanto interna como externa”.

En 1961, las páginas de Domus retrataron la recién construida Villa Planchart con una explicación de cómo debería ser apreciada: ‘Desde dentro’. El plano de la construcción, denominado por Ponti como “il pavimento” en su libro seminal de 1954 Amate L’Architettura, fue un elemento fundamental de diseño. En la Villa Planchart, el patio interior abierto organiza la solución –una herencia de las tradiciones clásicas y mediterráneas de las casas latinas, de Pompeya a Palladio–. Abierto al cielo, el patio articula la casa longitudinalmente al conectar el comedor tropical con la escalera monumental contraria; transversalmente, encara el paisaje con una sala de estar a doble altura que, a su vez, está dividida en tres secciones por un área baja, asemejándose a un escenario abierto. Al presentar la Arquitectura como el “espectáculo que despierta cuando uno lo transita”, Ponti también defendió el concepto moderno de la continuidad del espacio, promulgando su propia promenade architecturale.

En la obra de Ponti, elementos de fantasía y sorpresa retaron al mismísimo concepto de mobiliario y escala, hasta el punto de preguntarse dónde comienza la arquitectura y dónde terminan los muebles. En Villa Planchart, próxima a desarrollarse en los años siguientes a las indagaciones de Ponti sobre la casa moderna, también fueron diseñados desde picaportes a cubertería, sin nunca convertirse en algo excesivo o agotador para la vista. En cambio, la armonía entre espacios, la riqueza del color, la profusión de luz natural y la relación con el exuberante paisaje exterior prevalecen. Las propuestas de la vida moderna están ahí presentes, dentro de las soluciones asimétricas y los escasos muros, el mobiliario libre de disposiciones tradicionales y rígidas, a través de la inventiva y la fantasía, en la continuidad espacial.

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