Alberto Campo Baeza, casa Turégano, 1986-1988

La medalla de oro de la Arquitectura de 2019, otorgada recientemente a Alberto Campo Baeza (Valladolid, 1946), catedrático emérito de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de Madrid, nos permite realizar conjuntamente el reconocimiento al merecido galardón obtenido por ACB, y aproximarnos a una de sus primeras casas proyectadas con cierta difusión y éxito, como resulta ser la Casa del diseñador gráfico Roberto Turégano, construida en Pozuelo de Alarcón. 

Casa que compone un eslabón más en la interesante secuencia de casas diseñadas y construidas por ACB, que bien merecieran un estudio más detenido, sobre los dos polos que se han ido decantando y madurando en los cuarenta años transcurridos entre la Casa García del Valle de 1974, y la Casa Cala de 2015. Y esta una de las particularidades significativas de la trayectoria de ACB, su reiteración indagativa en temas residenciales menores –como pudieran resultar las viviendas unifamiliares–, frente a la omisión de buena parte del estrellato arquitectónico, más pendiente de los Grandes Temas que de estos temas considerados, falsamente, como temas menores. 

En esa secuencia de soluciones al problema arquitectónico de la casa unifamiliar, asistimos en ACB a la elaboración de dos estrategias compositivas y reflexivas, que al fin y a la postre dialogan entre sí y se entrecruzan en más de una ocasión. Unas propuestas, las primeras, concebidas, aparentemente, de fuera hacia adentro en una especie de proceder de escultor; mientras que la otra secuencia, la segunda, resultan ser piezas concebidas desde fuera hacia dentro, para ser miradas y consideradas desde el exterior con la lógica del pintor. Aunque todo ello, lógica del escultor y mirada del pintor, queden sustanciados por la mano y el pensamiento del arquitecto.  

La propuesta que inaugura, por tanto, la Casa Turégano sería la de la Caja Hermética, donde el procedimiento proyectual es el vaciado del interior de la caja, casi como un modelado escultórico que va restando masa del espacio interior, similar el proceder a la labra del escultor que aparte el sobrante para dejar lo esencial y para obtener, finalmente, el maclado de un espacio controlado por la envolvente física del sólido. Una caja formada por un cubo perfecto de 10x10x10 metros, compuesto por tres plantas y un solárium en cubierta. Propuesta la de la planta cuadrada y cerrada en sus fachadas, para abrirse en el patio interior, que aparece en la Casa Gaspar (1992). Donde las otras características sistematizadas, serían ya la presencia de la luz como material –el material más económico en palabras del mismo ACB– reconocible en toda su obra y el carácter tonal y presencial del color blanco. De tal forma que ACB debería de figurar en el grupo de los Five Architects de los años setenta, que fueron considerados por cierta crítica como The White architects, frente a otros atributos de los llamados Grey architects. Aunque vistos desde hoy, el tal grupo de los Five Architects resulta más heterogéneo de lo que pudiera parecer en esos años, en los que encarnaban –los Peter Eissenman, Richard Meier, John Hejduk, Charles Gwatmey y Michael Graves– cierta revitalización de la obra de Le Corbusier de los años veinte –de aquí el blanco nuclear en sus proyectos–, ante la ola del incipiente Posmoderno, que eclosionaría en los ochenta. Cuestiones a las que ACB prestó el interés escaso de que eran acreedoras, y en la estela concisa del que confiesa con reiteración su maestro tutelar: Alejandro de la Sota. Aunque la presencia de otros maestros tutelares– Saénz de Oíza y Cano Lasso, con quien proyecta la Universidad Laboral de Almería– en la formación de ACB sea evidente en diversos aspectos.

Otra de las vías de indagación de ACB en la resolución del citado problema de la vivienda unifamiliar, sería la de Caja Abierta, en la tradición de la herencia miesiana y que formula una apertura del interior hacia el exterior, bien como caja acristalada, bien como pieza abierta, como realiza ACB con la Casa del Infinito (2014). Una secuencia que inicia la Casa Farnsworth de Mies van de Rohe (1951) y la Glass house de Philip Johnson (1949), y que en ACB se visualiza tanto en la casa de Blas (2000), como en la Casa Olnick Spanu (2008) y en la Casa Rufo (2009).

La Casa Turégano cuenta, además, con la particularidad de obtener Campo Baeza el encargo, tras un concurso entre cuatro arquitectos amigos del matrimonio encargante, formado por el citado Turégano y por la actriz Alicia Sánchez. Entre los invitados al concurso restringido: ACB, José Miguel Hernández, Antonio Miranda y Paco de Gracia. Además de todo ello, y por solemnizar el procedimiento, contó con un jurado de rigor. Formado por el diseñador Alberto Corazón, el pintor y arquitecto Alfonso Albacete, los arquitectos Jerónimo Junquera y Estanislao Pérez Pita y el matrimonio encargante. El proceso de construcción contó con la finalización feliz de la obra en un l fin de fiesta, donde se presentó una tarta que era una maqueta del propio edificio, que fue compartida por lo invitados. 

Lo más sobresaliente de la Casa Turégano, más allá de lo citado antes sobre su carácter de labrado de espacios, es lo referido por ACB cuando habla “del espacio diagonal, obtenido al desplazar los dos espacios de doble altura”. Permitiendo obtener con ello una sutil continuidad espacial del interior, sólo visible en el exterior a través del juego de ventanas y de la incidencia de la luz y sus reflejos diurnos y nocturnos. El comportamiento de la Casa Turégano con el paso del tiempo ha sido tan ajustado y correcto que en 2010 se produjo un ampliación exterior con un pabellón como estudio familiar que formula un diálogo equilibrado.

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